Alejo Carbonell y “Caballo Negro”: Una editorial cordobesa que se despoja de etiquetas

Alejo Carbonell y “Caballo Negro”: Una editorial cordobesa que se despoja de etiquetas
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“Una editorial independiente tiene que saber, primero, cuál es su escala de trabajo posible y, en segunda instancia, hacer los mejores libros posibles dentro de esa escala”, define Alejo Carbonell, escritor y fundador de Caballo Negro, un proyecto editorial cordobés cuyas novedades pueden encontrarse en el stand 427, Pabellón Azul, de la Feria del Libro 2022.

En diálogo con Carlos Romero y Melina Alderete, en el programa Socios a la fuerza, que se emite todos los lunes de 19 a 21 a través de Radio Kamikaze, Carbonell conversó acerca de Caballo Negro, la construcción de un catálogo, la etiqueta complicada de las editoriales “independientes” y la vuelta de la Feria del Libro tras dos años de ausencia.

Sabemos que Caballo Negro es una editorial que no está en Buenos Aires, con todas las complejidades que implica eso para las editoriales que no están en la Pcia. de Buenos Aires o en la Ciudad… ¿Cómo surgió la idea de llevar a cabo un proyecto como este en Córdoba?

En realidad, Caballo Negro es un poco la continuación de lo que se había gestado con un proyecto editorial que tuve hace unos años, llamado La Creciente. La mayoría de los editores comienzan autopublicándose, partiendo de la idea de que no van a esperar a que nadie “los venga a descubrir”. Entonces, se empieza publicando las propias cosas y, es ahí cuando sucede la transformación de autor a editor. Y ese camino siempre está acompañado de tensiones, debates, cruce de ideas, comunidad, elementos que son de lo más interesantes en el mundo de la literatura.

En ese sentido, cuando terminamos con La Creciente, con unos amigos, que no son del palo de la literatura, dijimos “Bueno, hagamos una editorial, pero menos hippie”. Y empezamos a ver cómo era hacer un contrato, por ejemplo, empezando con lo que teníamos a mano, aprendiendo en el camino.

Estaban, por un lado, los libros que nos gustarían publicar, los que teníamos cerca, proyectos de los amigos, etc. Y, por otro, aquellos libros con los que soñábamos publicar. Y así fuimos incorporando material, sin abandonar nunca nuestra parte cordobesa, si se quiere. Fue algo que nos costó años, un proceso muy lento, en el que nosotros también, como editorial, fuimos cambiando. No somos los mismos que cuando empezamos. Uno va cambiando sus lecturas, su parecer, y eso se va notando en el catálogo de la editorial.

¿Cómo es la construcción del catálogo en Caballo Negro? ¿En qué consiste su criterio de selección?

Uno empieza con una idea que, de alguna manera, después va mutando un poco. Yo pienso, por ejemplo, ¿cuáles son las cosas que tiene que tener un libro para estar en Caballo Negro? Y son tres o cuatro líneas que, de repente, ningún libro las cumple a priori, o libros que, sin quererlo, las cumple a todas.

Después, tenés libros que le dan justo al centro de lo que te gusta y de tu idea de catálogo. Entonces, claro, vas entendiendo que hay material que sí o sí lo tenemos que sacar nosotros, porque es como si fuera hecho para que así suceda.

También hay libros que llevan su tiempo porque es necesario trabajarlos durante años, ¿no? Hay que encontrarle una colección adecuada, saber qué libro va antes y cuál después…

Obviamente, hay algunos libros que quedan medio “sueltos”, por así decirlo, en el momento en el que salen. Pero que, después, con el paso del tiempo, van encontrando otros libros que se van publicando y que dialogan con ellos, y se establece como una lógica media envolvente, de bucle, ¿no?

Y, entonces, el catálogo se transforma en una especie de mosaico, pero mucho más flexible.

“Hay una cosa muy de bancar, que es propia de las editoriales pequeñas, de los autores y los mismos lectores que forman parte de este entramado”, sostiene Alejo Carbonell de la editorial Caballo Negro.

¿Cómo creés que se hace para adquirir esta especie de “conocimiento editor” que te permite saber, por ejemplo, en qué momento va un libro y no otro?

La realidad es que hay mucha transmisión de ideas. Los colegas son muy generosos y aprendí mucho de ellos. Pero, me parece que, lo que verdaderamente te enseña a hacer este tipo de trabajo, son las crisis. Porque eso es lo que te pone entre la espada y la pared. Por ejemplo, imaginarte en los tiempos del macrismo, equivocarte con la tirada de algún libro, con la distribución y difusión. Era algo complicado de sortear. Y luego, cuando el macrismo se acabó, vino la pandemia. Y cuando logramos sacar un poco la cabeza de ese caos, vinieron los problemas con el papel, y así vamos… El mapa va cambiando todo el tiempo, y uno va aprendiendo a raíz de todo eso.

Sabiendo que vos sos escritor y que tenés en tu trayectoria varios libros de poesía publicados, ¿qué lugar tiene la poesía en el catálogo de Caballo Negro? ¿Qué poetas podemos encontrar allí?

A mí me gusta mucho la poesía. Para mí, es la disciplina subvertora por excelencia, porque es la que subvierte el orden del discurso constantemente, y te hace volver a pensar en la palabra y su peso, en cómo son dichas o se han escrito.

En Caballo Negro, tenemos una colección de poesía, en la que se puede encontrar a María Teresa Andruetto y muchos otros poetas, sobre todo, de aquí de Córdoba.

También, tenemos una colección que se llama “No obras”, que son obras “incompletas”, en contraposición a esa figura de las “obras completas”, en la que presentamos muchas cosas aún en construcción, en la que hay libracos enteros de poesía.

Metiéndonos un poco en la coyuntura, ¿qué entidad le dan, desde Caballo Negro, a este evento tan masivo que es la FILBA?

Es algo raro porque, por un lado, hace dos años que no tenemos esta feria. Sí otras, pero no esta en particular, que es una feria muy importante por todo lo que implica, por el volumen de gente, el volumen de libros…

Igualmente, desde la editorial somos conscientes de cómo estamos económicamente a nivel país, ¿no? En ese sentido, estamos medio “sin expectativas”, en relación a lo que pueda pasar con la venta. Porque, es cierto que influyen mucho los precios de los libros, el costo del papel, etc.

Sin embargo, nos cambia el humor ver cómo, en estos días del desarrollo de la Feria, circuló muchísima gente. También, el hecho de poder conversar con los colegas y autores es un factor clave a la hora de experimentar la FILBA.

Eso es algo muy bueno para rescatar de la Feria. Además, a quienes asisten, al estar editoriales como Caballo Negro, se les está ofreciendo la posibilidad de cruzarse directamente con los editores y las editoras de estos proyectos, ¿no? Que es algo que no pasa con las editoriales de otra escala.

Nosotros formamos mucha comunidad con nuestros autores. Casi siempre, nuestros autores terminan siendo nuestros amigos, o incluso eran amigos de antes. Entonces, hay una cosa muy de bancar, que es propia de las editoriales pequeñas, de los autores y los mismos lectores que forman parte de este entramado. Hay una cosa muy de la comunión, ¿no? Por ejemplo, podés ir a nuestro stand y te encontrás directamente, cara a cara, con los autores de esos libros que estás viendo en el stand. No siempre pasan esas cosas.

¿Cómo manejan desde Caballo Negro esta etiqueta de “editorial independiente”, en el contexto de la Feria del Libro?

Es un término que, creo yo, todos lo detestamos, pero, a su vez, todos lo utilizamos. Porque es como una pereza también, ¿no?, esto de empezar a corregir que nosotros somos una editorial pequeña, del interior, con toda nuestra historia…Es leerles un CV entero. Entonces, uno termina diciendo “sí, somos una editorial independiente”. Y ya está. Todas las connotaciones quedarían ahí medio servidas.

Pero, a veces, es confuso. Porque, por ejemplo, Anagrama también se considera una editorial independiente. Entonces, ¿de qué estamos hablando cuando utilizamos ese término?

Yo, por mi parte, tengo la sensación de que hay editoriales pequeñas, que son pequeñas sólo porque no pueden ser grandes, por todo lo que implica la lógica empresarial. Mientras que, hay otras editoriales que están en ese lugar de “independiente” porque es una escala que les gusta y en la que se sienten bien, entonces planean seguir allí.

En definitiva, yo creo que una editorial independiente tiene que saber, primero, cuál es su escala de trabajo posible y, en segunda instancia, hacer los mejores libros posibles dentro de esa escala.

También está la creencia de que, a las editoriales de un perfil más “independiente”, no les interesaría el dinero cuando, en realidad, el dinero en estos proyectos es casi central, porque, precisamente, los recursos no sobran, y tenés que ser muy estratégico para saber dónde y cuándo poner la plata…

Hay una especie de demonización de los editores, porque se habla de ellos en una forma genérica, que mete a todos en una misma bolsa cuando, en realidad, hay otras maneras de hacer las cosas.

En una editorial de la escala nuestra, con un libro que le vaya bien, el editor o la editorial, se queda con la misma cantidad de dinero que el autor, vendiendo toda la tirada.

Si no se vende toda la tirada, los números se empiezan a achicar. Es un tema larguísimo y complicado también, pero que, muchas veces, no se habla porque hay una especie de temor de hablar del dinero y los porcentajes. Un temor que debería ser sorteado, porque es más justo dar un debate honesto entre todas las partes involucradas en la cadena de valor del libro.

¿Cuáles son los próximos proyectos de Caballo Negro?

En junio vamos a participar en TILDE: Feria de editoriales, un espacio con actividades y más de 30 editoriales, de Córdoba, Rosario, Buenos Aires, entre otras. Vamos a estar el 10 y 11 (viernes y sábado) junto a los proyectos editoriales Borde Perdido y Los Ríos. Próximamente, en nuestras redes sociales, daremos más información.

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