Cerró La Mala Madre teatro
Casi sin que se escuche, en puntas de pie pero frente en alto se fueron a sus casas los que crearon La Mala Madre Teatro, con un sueño cumplido y un sueño trunco.
El sueño cumplido fue el de formar un centro cultural que sirva a la vez de productor y formador, un espacio para ser construido colectivamente sin banderas políticas y con el esfuerzo de meter un proyecto del corazón en el mundo capitalista. Pero también un sueño trunco, porque eso fue lo que sucedió con su continuidad, un sueño trunco porque no pudo continuar.
Las razones no las sabremos a ciencia cierta porque ellos prefieren hablar de los logros y construir cultura hasta el final, sin darle mucha vuelta al asunto, sin hablar de cosas tristes, como quien despide a un ser querido: recordándolo con una sonrisa y el mejor de los momentos.
Cerró un nuevo espacio cultural independiente en Ituzaingó, cerró “La Mala”. Y antes había corrido suerte similar Deseares y, la vida sigue. “¿Cómo puede ser esto posible?”, pregunta la gestora cultural que vive en mí y que convive con la periodista que también soy. Yo, que arranqué en este diario escribiendo una nota sobre la Mala Madre, lo siento como algo personal. Yo que -como tantos otros vecinos de Ituzaingó y aledaños- hice talleres en esos suelos lo vivo con tristeza. Los cuentos deberían tener finales felices siempre, pero esto no es cuento, es la vida misma y por acá las cosas no tienen color tan rosa como nos lo habían vendido.
Los desgastes propios de las relaciones humanas, el dinero para llegar a fin de mes, el dueño que siempre aguanta y espera aunque le deban dos meses, trabajar y trabajar sin ver un peso, esas son algunas de las cuestiones que sucedieron y que no dirán a viva voz, que no escuchaste ni escucharás, porque ellos solo reivindican el arte como estandarte, la cultura como bandera y seguirán haciendo lo que saben y aman desde otros espacios, con la sabiduría adquirida y unas canas más, seguramente.
La Mala Madre Teatro se despidió en un fin de semana a pura varieté, un sábado 1° de agosto, con la participación de gran parte de los artistas que ya habían disfrutado de sus tablas y con la risa en los rostros. Ituzaingó se despide de un espacio cultural, de un lugar de formación, de creación, de producción y de expresión.
Seguirán los pedidos por un Municipio más presente en el sostenimiento de los artistas independientes, por un Municipio que pueda dar una mano a los espacios que buscan pluralidad y equidad en el acceso a la cultura. Que la semilla que se sembró renazca donde el viento la lleve.
Por Ludmila Báez