El bar, ese nido de historias: Una charla con el escritor Silvio Bilbao

El bar, ese nido de historias: Una charla con el escritor Silvio Bilbao
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“El bar tiene mucho para dar, sea sobre algo que le sucede a uno allí, o que le pasa al de al lado. Yo creo que, si uno va a un bar y empieza a observar, se lleva consigo un montón de historias”, comenta Silvio Bilbao, escritor de poemas y profesor de Castellano, Literatura y Latín.

Bilbao es autor de los poemarios “Formalidades Nocturnas” (Editorial Dunken, 2018), “Espeluznancia” (Ruinas Circulares, 2021) y “La Beatriz de Villa Dante” (Ruinas Circulares, 2022). Además de dedicarse a la literatura, desde muy joven se abocó a la música y tiene un disco llamado como su primer poemario que está disponible en YouTube.

En diálogo con Carlos Romero en Socios a la fuerza, el programa que se emite todos los lunes de 19 a 21 por Radio Kamikaze, Silvio Bilbao conversó sobre los bares como escenarios propicios para la creación y el disfrute de literatura, su último poemario y las vinculaciones con “La Divina Comedia” y los nexos entre música y poesía.

¿Cómo fue el momento en que vos consideraste que, eso que venías haciendo más como una actividad de la intimidad, podía convertirse en algo publicado y que puede llegar a todo el mundo? En otras palabras, ¿cómo fue la asunción del rol del escritor?

Creo que todo empezó cuando comencé a escribir alguna que otra canción, que fue lo primero que hice antes de los libros. La primera vez que una canción que yo escribí le gustó a otra persona, sentí ganas de superarme, de decir “Bueno, ahora tengo que escribir algo mejor”. Ahí empecé a tomármelo más en serio al oficio de escribir.

Es algo entonces que vos ya tenías en tu interior hace un montón, porque escribís letras desde pibe…

Sí, desde muy chico escribía canciones. Hasta que luego, cuando quise tomármelo más en serio, decidí ir a talleres literarios y a hacer lecturas y relecturas con otra mirada. Quería volver a los libros, no para leerlos y disfrutarlos como lector sino para ver cómo quien lo escribió dijo las cosas, si podría haberlo hecho de otra manera, cómo lo terminó realizando y demás. Es algo que me ayudó bastante.

Centrándonos en tu literatura, ¿cómo podrías decir que influyó esa idea del bar como un lugar de circunstancia en tu primer poemario, “Formalidades nocturnas”?

El tópico principal del libro era la noche y, cuando pensé en ese ambiente, el pensamiento me llevó directamente al bar. Si bien la idea de bar puede ocurrir también durante el día, todas las historias que se me venían a la mente eran acerca de cómo los bares relatan a la noche.

Pensé en el bar como una situación que presenta una noche muy intensa, en el sentido de que pasan un montón de cosas interesantes. El bar tiene mucho para dar, sea sobre algo que le sucede a uno allí, o que le pasa al de al lado. Yo creo que, si uno va a un bar y empieza a observar, se lleva consigo un montón de historias.

“En este libro, decidí usar la pandemia como excusa para poder contar, a través de poemas, lo que yo pienso de las conductas humanas.”

Silvio Bilbao acerca de su poemario “Espeluznancia”.

Claro, el bar se transforma en un lugar que puede ser el escenario para la literatura y que, a veces, las historias que te cuenta parecen ser inabarcables, al menos en una sola obra, ¿no? Porque vos, además del poemario “Formalidades nocturnas”, hiciste también un disco que está relacionado al libro.

Sí. Hay un nexo y también una transición de músico a escritor en todo eso. La travesía comenzó con otro disco que había hecho con una banda que tenía en su momento. El disco se llamaba, justamente, “Que me lleve la noche” y, de él, me quedaron un montón de cosas dando vueltas que no pude decir, precisamente, sobre la noche y los bares.

Entonces, se me ocurrió empezar a pasar alguna canción a formato poema. Pero me di cuenta de que se perdía un poco la fuerza melódica que iba de la mano con la música. Y ahí fue cuando decidí hacer las cosas por separado: Por un lado, la música y, por otro, dedicarme a la literatura.

Y en tu camino recorrido por la literatura, tenés un segundo libro que, a diferencia del primero en el que vos volcaste un montón de vivencias e ideas sobre la vida, la amistad, el amor, este material está atravesado por la cuestión pandémica. Ya desde el título “Espeluznancia”, se da cuenta de esta situación que está súper presente. ¿Cómo viviste este proceso?

Yo creo que, después de la pandemia, salieron a flote un montón de comportamientos sociales que me llamaron mucho la atención. Y, en este libro, decidí usar la pandemia como excusa para poder contar, a través de poemas, lo que yo pienso de esas conductas humanas. Empecé a pensar en cómo se comportaban las personas comunes y corrientes, los vecinos, por ejemplo. Todo lo que comenzó a surgir acerca de las cuestiones ambientales ligadas a la pandemia, las conspiraciones. Esas cosas fueron las que más me atraparon y que decidí plasmarlas en este libro.

“Espeluznancia” incluso es un libro divertido porque, más allá del tono grave de la situación pandémica, hay una manera de contar que es propia de vos y que tiene que ver con la experiencia del observar y, luego, encontrar elementos con los cuales poder escribir, ¿no?

Creo que la experiencia, las vivencias, las observaciones, son cosas súper importantes a la hora de escribir. A veces no se trata únicamente del hecho de tener técnicas, de leer un montón, etc. Sino de lo que uno decide hacer cuando se van recolectando vivencias que empiezan a surgir como ideas potentes para ser transformadas en lo escrito.

Y además de “Formalidades nocturnas” y “Espeluznancia”, hay un tercer libro, que es “La Beatriz de Villa Dante”, que tiene recién un mes cumplido desde su publicación. ¿Qué podés decirnos de este nuevo poemario? ¿Qué lugar vendría a ocupar, si se lo pone en relación con tus libros anteriores?

Lo que ocurre en este nuevo poemario es la historia de una mujer que quiere encontrar la poesía y, para ello, pasa por tres instancias: Una es “los verdugos”, que es cuando empieza a ver cómo funciona el mundo y no le gusta para nada. Otra es “la purga”, donde ella empieza a soltar las palabras y a hacer poemas medio disparatados. Y luego llega la última instancia, que es finalmente, “la poesía”, que es el lugar donde ella se siente cómoda.

Está buenísimo que todo esto pase con una intertextualidad con “La Divina Comedia”, con todo esto del Dante, de Beatriz. Y ni hablar del purgatorio, de todas estas etapas relacionadas a los círculos, ¿no? Creo que es un libro que condensa un tipo de poesía que genera risa, lo cual es algo muy difícil de lograr, y también una poesía muy reconcentrada, más del tipo seria.

A veces está bueno utilizar la ruptura porque, si todo es humorístico, en la poesía es algo que generalmente no se sostiene. Y lo mismo pasa cuando un poemario es serio en su totalidad. En ocasiones, un gesto que rompa lo establecido ayuda a levantar y a generar otro tipo de esquemas.

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