Escritorxs del Conurbano: Hoy, Eduardo Espósito
Melina Alderete
“Veo al poeta como el aguijón del sistema presente, quizás más que los devaneos del filósofo, aunque valoro su búsqueda. Solo que, mientras el filósofo indaga en la Verdad a través de la razón, el poeta lo hace a través del inconsciente, con la metáfora como herramienta”, define el poeta de Moreno, Eduardo Espósito, acerca de la labor quien se dedica a los versos.
La Ciudad conversó con el autor de “Las Puertas de Tannhäuser” y “Hartó”, entre otros, acerca de sus primeros pasos en la poesía, sus talleres que brinda desde fines de los noventa, sus referentes y algunos consejos para lxs nuevxs escritorxs.
¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Cómo fue ese inicio de relación con el mundo de la escritura?
Mis primeros garabatos poéticos -o el intento al menos- ocurrieron a mis 15 años, cuando cambié de un colegio con orientación industrial a uno nacional (Bachillerato). Si bien solía expresarme de manera correcta en mis composiciones escolares, nunca imaginé que el escuchar a un compañero leer un texto propio, iba a cambiar para siempre mi relación con la poesía.
Claro que mis escritos eran esporádicos y sin una buena base de lecturas contemporáneas, ya que la educación literaria era anacrónica por aquellos años, máxime teniendo en cuenta que muchos autores, como Neruda, por dar un ejemplo, eran de izquierda, y esa era una mala palabra.
Tuvo que pasar un largo tiempo para que tomase la poesía como una manera de ver el mundo, y me aferrara a ella hasta este mismo día.
¿Cuál fue el primer libro que recordás haber leído? ¿Qué impresiones te llevás de ese primer encuentro?
No sé a ciencia cierta cuál fue. Sé que leía todo lo que cayese en mis manos desde pequeño. Eran los tiempos en que solo un vecino del barrio tenía un televisor, en blanco y negro, claro, y a válvula. De modo que, mi manera de acercarme al mundo, era a través de la lectura. Podría nombrarte la colección de libros Robin Hood como referencia.
¿A quiénes considerás tus referentes o influencias en lo literario?
Las influencias llegaron una vez tomada en serio la necesidad, la sed por descubrir poetas contemporáneos, ya que, insisto, los profesores de literatura aguaron las ganas de escribir de muchos tempranamente.
Por suerte, soy testarudo como buen taurino, y resistí hasta encontrar los nombres de aquellos que tanto bien le hicieron a esta necesidad, que considero no solo intelectual, sino también espiritual. Me maravillé con César Vallejo, Jacques Prévert, Juan Gelman y varios más. Y, claro, uno se toma de sus manos, camina los libros con ellos, hasta adquirir una voz propia. Ahí es el momento de soltar y continuar el camino propio.
¿Por qué elegiste la poesía como ámbito para desarrollar tu arte?
La poesía no exige, al menos hasta su edición, de un gasto monetario que, dado mi modesto pasar, no podía darme el lujo de concretar. Con un papel y una lapicera alcanza; además, a mis 31 años ya sabía que ese era mi camino, mi manera de entender el mundo, y traducirlo para otros.
Amo todas las artes, pero creo que, en mi caso, esa fue la decisión correcta. Veo al poeta como el aguijón del sistema presente, quizás más que los devaneos del filósofo, aunque valoro su búsqueda. Solo que, mientras el filósofo indaga en la Verdad a través de la razón, el poeta lo hace a través del inconsciente, con la metáfora como herramienta.
¿Qué pensás del ambiente literario del oeste? ¿Creés que, en el mercado editorial, lxs escritorxs del conurbano están ganando terreno?
Confieso que, cuando regresé de la Patagonia, donde viví casi 10 años, en 1991, me pareció muy pobre en general la zona oeste. Los sentía anacrónicos, no a todos, claro. Pero no podía entender cómo a 1.100 kilómetros de Buenos Aires, la poesía era una fiesta, mientras que acá permanecía estancada.
Ni hablar de Paso del Rey y Moreno, donde desarrollo mi actividad hasta este mismo día. Afortunadamente, esto ha cambiado de manera radical.
Hoy, el terreno es vasto y fértil, y los poetas siguen brotando de una manera asombrosa. A consecuencia de ello, ha surgido una pléyade de editoriales, lo que nos da un futuro promisorio, como en el resto del conurbano.
¿Cómo surgieron tus talleres de poesía, que venís llevando a cabo desde fines de los noventa?
En el año 1994, y con una necesidad cada vez mayor de encontrar pares, me decidí a improvisar un primer taller. Esto fue en un colegio de Paso del Rey, donde trabajaba de preceptor. Lo organicé de tal manera que viniesen los chicos (de entre 13 y 17 años) fuera del horario. Esto era los sábados a las 10 de la mañana, y claro, vinieron unas diez ovejitas negras, los raros del colegio, los diferentes.
Este taller duró 3 años, y varios chicos y chicas, brillaron en los -por entonces- Torneos Bonaerenses. A raíz de sus premios, viajes a Mar del plata y medallas recibidas, la Dirección de Cultura de Moreno me convocó, para así ampliar esta labor.
Llevo 29 años enseñando el oficio, si acaso se puede llamar así. Es mi modus vivendi, una bendición, ya que sobrevivo de lo que me gusta. Todos sabemos que de editar poemarios no se come, al menos en este país, así que tomé la posta, y gracias a Dios, la mantengo.
¿Cuáles considerás los “grandes momentos” de este camino de talleres?
Los grandes momentos, son sencillos pero mágicos. He tenido el gusto de ser convocado varias veces, no solo como poeta, sino también como coordinador, para así asistir a eventos memorables, como en la Legislatura Porteña, compartiendo conocimientos con otros talleristas, para regresar gozosos todos juntos en el Sarmiento.
De tu propio material, ¿cuáles son tus escritos favoritos y por qué? ¿Cuál es tu último trabajo?
A pesar de los vaivenes de la economía, he sido afortunado, editando 7 libros y siendo partícipe de varias antologías. Justamente en estos días, una poeta y traductora siria, acaba de pedirme algunos poemas, ya que está preparando una antología de poetas argentinos que le solicitaron de los Emiratos Árabes. Tengo un par de libros que amo particularmente: “Las Puertas de Tannhäuser”, un homenaje a la Ciencia ficción y a sus maestros, y la “Obra completa” que generosamente el poeta Fabián Leppez me propuso editar, y que reúne mis 5 primeros trabajos.
Amén de esto, mi último poemario es “Hartó”, un homenaje a otra gran pasión, el multiverso de Luis Alberto Spinetta.
¿Qué consejo le darías a unx escritorx del conurbano que quiere comenzar a publicar sus escritos?
Dos consejos: El primero es que lean mucho, pero mucho. Que indaguen, investiguen todo lo referente a los poetas y sus obras. Pero que lean más que eso; todo escrito sobre cualquier tema puede disparar la imaginación a niveles inconmensurables.
Por otra parte, que el afán de “fama” no los obnubile nunca, y menos en sus primeros tiempos. En poesía, no se pueden saltar etapas, no existe un curso acelerado para recibirse de poeta. Y, entendiendo esto, seguramente sabrán cuándo es el momento de editar, y no será razón para arrepentirse en un futuro.
Una muestra del arte de Eduardo Espósito:
El poema “Platea Baja”
Los relámpagos queman la noche
La tonsuran
Sentados solos
en la sala de estrenos de Dios Padre
unos ojos palpitan la función
Dios aspira y unos nacen
Dios expira y otros mueren
Dios retiene su aliento
para batir un récord Guinness
y ocurren la resurrección y los aplausos
Lejos de la divinidad y las butacas
un niño juega al avioncito con su sombra
Le da vueltas al sol
como si el día todavía existiese.
A John Wyndham