La historia de los famosos lecheros de Ituzaingó

La historia de los famosos lecheros de Ituzaingó
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La vida como la conocemos en la actualidad no se parece en nada a lo que se daba en nuestro país hace un siglo atrás. Conseguir productos de primera necesidad no era tarea tan sencillo como en los días que corren, a tal punto de que había personas especializadas en diversos rubros que se encargaban de su repartición. En este sentido, los lecheros se transformaron en un actor social sumamente relevante en los barrios del conurbano bonaerense y miles de vecin@s lo esperaban con sus frascos listos cada mañana. En Ituzaingó, en los primeros años del siglo XX, funcionó un ferrocarril conocido como “el tren de los lecheros” que forma parte de la historia viva del partido. Desde Diario La Ciudad, en esta oportunidad, recuperaremos algunos detalles de esta historia maravillosa.


De acuerdo a algun@s historiador@s, en las vías por las que actualmente pasa el ferrocarril Sarmiento, existía un tren en el que uno de sus andenes estaba destinado exclusivamente para todas aquellas personas que se encargaban de la distribución de leche. Al parecer, estas formaciones se encargaban de trasladar los clásicos tachos de zinc o cobre de aproximadamente 20 a 50 litros de capacidad. Este producto era ordeñado en algunos tambos de la zona y se repartía por toda la zona oeste de la Provincia de Buenos Aires a través de este medio de locomoción.


Una vez que arribaba finalmente al partido de Ituzaingó, generalmente en el horario de la mañana, decenas de lecheros del incipiente pueblo esperaban estas dotaciones para cargarlas en distintos vehículos de tracción a sangre. Allí, se podían apreciar los típicos carros lecheros con un solo caballo, dos altas ruedas y tablones en sus laterales con agujeros de tamaño adecuado para el tacho lechero. Asimismo, otr@s trabajador@s utilizaban algún sulky, jardinera o chata (vehículo de 4 ruedas). Este funcionamiento se mantuvo intacto hasta 1937, cuando el tren dejó de funcionar para este propósito y se encargó únicamente del traslado de pasajer@s.

El vehículo que trasladaba la leche estaba cubierto por un techo de lona, aunque no contaban con refrigeración ni pasteurización, dos elementos claves para su consumo en la actualidad. Es por esta razón que l@s vecin@s que compraban litros para su posterior utilización llevaban algunas cacerolas para inmediatamente ponerla a hervir y, de esta manera, evitar todo tipo de enfermedad.


De acuerdo al relato de algunas personas que vivieron su infancia plagada de lecheros, una de las grandes características era el sonido que realizaban una vez que llegaban a los barrios. Tanto los pasos que daban los caballos, como así también la inconfundible voz de l@s trabajador@s, eran marcas registradas de la época.


Más allá de que en la actualidad estas profesiones han quedado obsoletas al calor del avance de la globalización y de la producción industrial de este producto, su historia se mantiene en el corazón de toda la localidad de Ituzaingó y de muchos otras localidades que comprenden la zona oeste de la Provincia de Buenos Aires.

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