La ley de talles sigue sin aplicarse en Ituzaingó

Una de las mayores características del mundo moderno pasa por las modas, en este caso de la ropa, que muchas veces son ciegas, sordas y mudas. Hace 10 años hay una ley que regula las indumentarias, pero sigue sin ser aplicada plenamente.
Pese a la existencia de la ley 12.665, los fabricantes y comerciantes de ropa femenina y masculina siguen los pasos que el mercado impone sin importar quiénes puedan acceder a esas prendas. La moda ¿es cruel? ¿Para quiénes está pensada y para quiénes no? ¿Y si le das tu toque a eso que querés comprarte sin que te marquen el paso? Esta legislación, denominada “Ley de Talles” fue sancionada en 2001 por las Cámaras de Senadores y Diputados de la Provincia de Buenos Aires, y puesta en marcha en 2005.
La misma obliga a las distintas marcas de indumentaria a fabricar y distribuir seis talles de ropa distintos (XL, XXL, L, M, S y XS) para llegar a todos sus posibles consumidores.
“Es una ley muy completa porque incluye todos los talles, del 36 al 50, tanto en mujeres como en hombres, y para todas las edades”, explicó Monique Thiteux-Altschul, directora ejecutiva de Mujeres en igualdad (MEI).
Se viven tiempos donde todo va rápido, a velocidades casi inalcanzables, conectados y desconectados del mundo. Y cuando llegás a comprar eso que mirabas de reojo en la vidriera, parece que ya te quedaste atrás y vas por otro objetivo, para que el último grito de la moda sea escuchado en tus oídos y no queden “demodé”.
¿Cuántas veces pensaste que esa remera era para vos? O que ese pantalón apretadito le iba a dar un toque cool a tu vida, o que con esos zapatos vas a caminar mejor. Y que así ibas a estar acorde a todo lo que te rodea en el centro comercial. Pero siempre pensás en estar a la altura de las circunstancias sin importar de dónde salen esas encantadoras prendas, las que te van imponiendo los mercaderes del diseño y las nuevas/viejas tendencias de la vanguardia. Eso que ves a diario en la calle, en la TV, en las revistas y que percibís a tu alrededor, son como un timbre que suena avisándote que debés comprarlo para poder estar en ese selecto grupo actualizado.
A veces pensás que si no estás de su lado, el mismo círculo de la moda te excluye y te va dejar cada vez más al costado del camino.
“¿Ser o no ser?” No: la pregunta “¿comprar o no comprar?” le queda mejor a ese instante de razonamiento consumista, el que se apropia de tu paladar de vestimentas y solo quiere seguir reproduciéndose en tu cuerpo.
Adicción que pasa inadvertida pero siempre está presente, o al menos así parece. Pero como suele pasar después de llenarte los ojos con las vidrieras tan prolijas en su armado, confeccionadas para enamorarte y dejarte, hechas a medidas no sé de quién, caés en que la moda no es para todos. Que nunca te va quedar bien algo que está hecho para otro, pensado para un tipo de medida estándar que muy pocos tienen, y que inconscientemente comprás y lo usás porque está en vigencia -o al menos así se supone.
Pasa que también así lo marcan las leyes del mercado y las que estos tiempos tienen acostumbrados a sus fieles clientes, los que no suelen detenerse a pensar “¿por qué?” y solo se dedican a pertenecer al ciclo exclusivo, el de usar lo último y saber que lo que te compraste hace unos meses atrás ya perdió mucho terreno en este mundo tan particular como es el de la moda.
Ese escote en V no garpa con esos rulos en el pecho, y tampoco esa camisa abierta cuando el oso quiere escaparse de los pectorales. Pero sin ánimos de bajar las preferencias, quizás encontrás esa media naranja que se complemente con vos, esa que tampoco se da cuenta que esas plataformas son demasiado y trastabilla como si intentara pasar por
la defensa de la Italia campeona del mundo en 2006. O esos súper lentes de sol, que poco combinan con todo y dan aires de Mónaco, pero estás en el boliche o en la peatonal del barrio. Tal vez, cuando te encuentres con tu otra mitad, puedas ver más allá de lo que el marketing no te deja ver o percibir, para así imponerte por sobre esa impostura de ropa.
En una recorrida que hice por el centro comercial de Ituzaingó, que comprende las manzanas que rodean al edificio municipal y la plaza norte del partido, pude notar en las vidrieras que los maniquís están vestidos de talles que son únicos. Tan solo un local exhibe ropa XL de mujer, y otra tienda de prendas para hombre también cuenta con este talle.
Solo ropa estándar acaparan todas las casas de venta de indumentaria, modelos universales y que lejos están de lo popular. Será momento de repensar qué se puede hacer para que la Ley de Talles sea aplicada con más eficacia a la hora de exigirles a los fabricantes y comerciantes un espacio para que todos los números estén en exhibición. Y con ello mejorar el fin de esta medida sancionada, que es mejorar la salud y la autoestima de las personas. Y también, para que las exhibiciones de vidriera sean plurales y menos selectivas.
La novedad, lo top, lo glam, las tendencias, dependen de vos siempre.
La última generación de indumentaria, calzado y demás accesorios, penden de tu pulgar y no de lo que la vidriera te ofrece o lo que una publicidad quiera venderte. Las modas estuvieron, estarán y volverán una y otra vez reiniciándose como un círculo vicioso del que no se puede escapar o pasar desapercibido nunca. Pero siempre se puede elegir dónde comprar, lo que es muy personal y democrático.
Dale tu toque a todas esas prendas que adquirís, tu visto bueno por sobre el interés general de una marca. Hacé las compras por gusto, placer y comodidad, y no porque un modelo 90-60-90 te diga qué es para vos. Lo único claro es que la moda no está hecha para todos y muchas veces para nadie. El cambio es necesario. Y siempre, el cambio
empieza por uno.
Por Mauro Paré