La memoria, el deseo y las luchas: Una charla con Fabiana Rousseaux

La memoria, el deseo y las luchas: Una charla con Fabiana Rousseaux
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“La memoria es un deseo que ya existe”, sostiene Fabiana Rousseaux, psicoanalista dedicada a la lucha por los derechos humanos y a la reivindicación de la memoria como una construcción colectiva.

Hace más de veinte años que Rousseaux asiste a víctimas de violaciones de derechos humanos, en especial, a personas que sufrieron delitos de lesa humanidad y otras formas de terrorismo de Estado.

En pleno macrismo, fundó la asociación civil Territorios Clínicos de la Memoria (TeCMe), que reúne a profesionales y activistas especializados en políticas públicas en materia de Derechos Humanos.

En diálogo con Carlos Romero y Melina Alderete, en el programa Socios a la fuerza de Radio Kamikaze, Fabiana Rousseaux reflexionó sobre la construcción de la memoria, el trabajo realizado en TeCMe, la cuestión del deseo, el feminismo y las luchas sociales.

¿Qué es TeCMe? ¿Qué trabajo realizan?

Es un espacio que hemos construido a partir del 2016, cuando vino el macrismo en la Argentina. En ese momento terrible, nos juntamos una serie de personas que veníamos construyendo una serie de políticas públicas, al interior del campo de los derechos humanos.

A partir de este primer núcleo, hemos empezado a construir justamente una idea de recabar estos legados acerca de lo que se haya construido, no solo en Argentina, sino en toda la región, fundamentalmente en América Latina y en el Cono Sur, durante los gobiernos de origen popular que se ocuparon, por primera vez, de instalar el problema de la memoria, la verdad y la justicia como un norte ético de políticas públicas.

Entonces, construimos un equipo, fuimos convocando a compañeras y compañeros que, a lo largo de todos esos recorridos, habían acompañado a gente de distintos lugares del país, e incluso gente y distintos lugares de América Latina.

Hoy, somos un colectivo de cerca de 40 personas que nos ocupamos de esa tarea de transmisión, de formación, de interpelación, de sistematización de las prácticas y de tratar de escribir y formalizar todos los procesos vinculados a estas temáticas en nuestro país.

¿Cuál es la lectura o la mirada que tenés respecto de la memoria? ¿Qué es la memoria para vos?

La memoria es un deseo que ya existe. Me gusta definirlo de ese modo, porque, verdaderamente, hay muchas formas de pensar la memoria, y una de las formas que más trascendencia ha tenido siempre a nivel internacional, sobre todo las consecuencias derivadas del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, fue construir el concepto del “deber de memoria” como una frontera a aquello que, justamente por haberse producido, por haberse desencadenado, puede volver a suceder.

Y entonces aparece el “Nunca Más”, algo muy importante que repetimos, insistimos y sostenemos fuertemente por el terror que implica pensar la posibilidad de que esto se dispare nuevamente en algún momento.

Yo creo que, de alguna manera, lo que tenemos que hacer es ganarle al terreno del “deber de memoria”, diciendo que también existe un deseo de memoria, un deseo de recoger estos legados y de asumirlos responsablemente. Porque una sociedad sin legados históricos es una sociedad que está a la deriva.

Claro, nosotrxs tendemos a considerar a la memoria como algo que está amenazado, ¿no? Y entonces parecería que la incorporación del deseo le amplía el campo de posibilidades de lo que podemos hacer con la memoria.

Sí, creo que esta cuestión del deseo rompe este mandato de que la memoria todo el tiempo debe estar presente, porque, si no es así, hay un riesgo de que gane el olvido.

Por ejemplo, está el deber memorístico que cae en los y las sobrevivientes de la dictadura y sus familiares, ¿no? Y es un deber que tiene una traducción directa en el campo del derecho penal, donde los jueces, incluso los fiscales y los poderes plantean una exigencia a ese sujeto que se convierte, digamos, en el lugar de extracción de la verdad, en donde se tiene el deber implacable de recordar absolutamente todo. Y no es así.

También está el terror a olvidar que tienen, precisamente, lxs sobrevivientes y allegadxs. El terror de olvidar los detalles, olvidar los nombres, de no poder recordarlo todo.

Entonces, ahí me parece que entra en juego la cuestión del deseo de memoria, que implica también una asunción de la responsabilidad social sobre lo que nos sucedió. Y eso es algo que nos involucra a todos, no solo a quienes pasaron por estas experiencias modo directo, sino a la sociedad en su conjunto.

“Con el tema de la dictadura, mucha gente pensaba que todo estaba ya dicho. Hay gente que sostiene que, después de tanto tiempo, no hay necesidad de seguir hablando de esto. Y, sin embargo, siempre se produce lo nuevo”, comenta Rousseaux.

Sí, además, pareciera que, el campo del deseo, en estos tiempos, ha quedado “del otro lado”, ¿no? Del lado de la derecha, como que sus expresiones se adueñaron de esta cuestión del goce, del disfrute, como si no pudiéramos pensar que, de este lado, también hay un disfrute de la vida y solo nos quedara el deber, el padecimiento…

Sí, efectivamente, es como si todo ha quedado del lado libertario, como pareciera que todo se invirtió y que resulta que las izquierdas quedamos del lado de los que introducen el mandato de que debemos conservar lo que debe ser conservado.

Pero también hay una memoria que el neoliberalismo reproduce casi como un objeto mercancía. Es decir, cuando estuvo, por ejemplo, Macri en el gobierno y nombró en temas de memoria a un secretario negacionista, había una reducción del concepto de memoria a esta cuestión de la mercancía, que solamente se limitaba a algo burocrático, administrativo. Claro que, también, ocurre en muchos otros lugares del mundo.

También, está la cuestión de considerar a la memoria como algo que “ya está completo”, como algo monolítico y absoluto, ¿no? Y creo que dialoga precisamente con esto de lo burocrático que mencionabas recién.

Sí, exactamente. Además, esta consideración de “la memoria completa” no da lugar a la construcción o la emergencia de lo inesperado, de lo que puede ser un acontecimiento o la erupción de algo nuevo que da lugar a un nuevo sujeto político.

Y tiene que ver justamente con esto de ver cómo nos pararnos en ese lugar de eliminar la frontera que mencionábamos antes.

Además, ahí hay una posibilidad de salir de ese circuito aparentemente cerrado en el que estamos, en el que parecería que no tenemos posibilidades de aprovechar alguna estrategia o algo que quede por fuera del estado de situación. Lo pensaba, por ejemplo, con la cuestión del feminismo y el campo de la literatura. Esto que se logra de poder recuperar toda una cantidad de escritoras que no estaban en esa memoria, en ese catálogo y que, al traerlas a la luz, vinieron un montón de nuevas puertas.

Sí, totalmente. Con el tema de la dictadura, por ejemplo, mucha gente pensaba que todo estaba ya dicho, como aquellos que dicen “Bueno, después de cuarenta y seis años, ¿tenemos que seguir hablando de esto?”

Y, sin embargo, siempre se produce lo nuevo. Ahora que vos hablás del feminismo, la articulación inesperada que tuvo el feminismo con la lucha de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, fue de una trascendencia descomunal.

Es más, en el campo mismo del sobreviviente, se evidenció también la necesidad de intervenir directamente el relato de quienes habían sobrevivido al terrorismo de Estado, que estaban solamente nombrados, mencionados en masculino. Y lo que hicieron las mujeres sobrevivientes fue decir “No, acá nosotras tuvimos un lugar y hemos participado de la construcción de una lucha específica y esto está también omitido”.

También pasó con les sobrevivientes trans. Por ejemplo, la directora del Archivo Trans dijo “Nosotras, desde el movimiento trans, tenemos que reconstruir los modos de memoria y ver cómo hacer para nombrar a cada una de nuestras compañeras asesinadas.”

Entonces, efectivamente, todo el tiempo pulsa lo nuevo, todo el tiempo se articula la emergencia de la voz. Argentina, todo el tiempo produce, respecto de los temas de memoria, un nuevo acontecimiento político. Lo mismo pasó con la articulación de los pañuelos blancos con los pañuelos verdes. Hay una construcción colectiva en donde, algo del legado se recoge, y ahí se produce lo nuevo.

Claro, también está esto de las mujeres reconociendo cosas que habían vivido en el terrorismo de Estado que no podían ser ni vivenciadas ni relatadas de ninguna manera por los varones, como la cuestión de la violencia sexual durante la dictadura, dirigida hacia las mujeres y disidencias. Y el reconocimiento de esa violencia sexual como una parte de esa violencia sistemática del terrorismo de Estado, es un antes y un después para los crímenes de lesa humanidad, ¿no?

Totalmente, absolutamente, es un antes y un después. El movimiento feminista, en este sentido, ayudó a destrabar justamente esta cuestión, que ahora tiene una traducción jurídica respecto del ataque sexual. Es decir, es un crimen específico que, en su momento, no fue escuchado, ni en lo social ni en lo jurídico, y que recientemente se puso en consideración.

Entonces, es muy importante porque, efectivamente, tiene sus consecuencias en los procesos de justicia, no solo en el problema de la memoria como recordar, sino que tiene una consecuencia en lo penal y lo judicial.

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