Misión Cruz del Eje, un viaje al corazón
En una entrevista con José Gobbi, director de colegio Santa María de Guadalupe, explica cómo surgió la idea, qué los motiva a mantenerla, el paso a paso necesario para realizar la misión y cómo los habitantes de Ituzaingó pueden acercarse para enviar donaciones.
-¿Cómo surgió la idea del viaje a Cruz del Eje?
El proyecto se comenzó gracias al Padre Gustavo, representante legal del colegio Santa María de Guadalupe y San Judas Tadeo.
Fue él quien, en el 2010, nos pidió a los directivos de la escuela secundaria que tratemos de pensar una actividad comunitaria, para los estudiantes de los últimos años.
Cruz del Eje fue el destino marcado, ya que el obispo de la diócesis de la ciudad, monseñor Santiago Olivera, es egresado de nuestra escuela y mantiene contacto con el Padre de nuestra iglesia. Por ende, en el 2010 junto con el profesor Romo, viajamos a Córdoba para hacer la primer visita. Recién al año siguiente, se viajó con un primer grupo de alrededor de 30 personas, entre chicos y profesores.
–¿Dónde convivieron los cuatro años que viajaron?
El primer año, la experiencia fue dentro de una parroquia suburbana, todas las actividades las organizábamos desde ahí, que era donde vivíamos. Al año siguiente, 2012, nos instalamos en una comunidad rural, llamada ‘El Simbolar’, esta también fue la sede durante el 2013. Pero el cuarto año de viajar, nos manejamos en la ciudad y en el campo, cosa que pensamos mantener en el viaje de este año.
-¿Notás que el proyecto de misión está asentado en el colegio?
Sí, totalmente. Pasó de ser una novedad, donde la mayoría de los chicos no tenían idea dónde quedaba Cruz del Eje a que actualmente, hasta los más chicos del colegio unen Cruz del Eje con la misión que llevamos. Sobre todo el adolescente que llega a su último año en la institución, es el primero en venir a preguntarnos cuándo comenzamos con las reuniones para organizar el viaje.
Además, este compromiso ya asumido es tangible. El primer año fue un micro de un piso, segundo año uno de dos pisos, tercer año micro y combi, el año pasado dos micros de dos pisos. Por un lado esto está bueno, pero por el otro, se requiere una organización y una estructura que hasta ese momento no teníamos bien. A raíz de esa situación, un grupo de ocho ex alumnos que viajaban, se juntaron para armar una propuesta. Con ellos, se formó un grupo de coordinadores de la misión, son los encargados de armar un cronograma de actividades y, también, de ayudarme a elegir alumnos que ya hayan viajado pero sigan en el colegio para hacer pie firme en la institución.
-¿Ya comenzaron con las reuniones para organizar el viaje?
Sí, con los coordinadores nos reunimos desde febrero, pero en marzo se hizo la primera reunión con todos los viajeros. En ella se les contó lo que significa esta misión y se les invitó a sumarse al viaje. Tenemos muy presente que en Cruz del Eje ya se han formado vínculos muy lindos, hay chicos que tienen amistades allá. Es una experiencia muy positiva, para nosotros como directivos y profesores, alumnos y también para los ex alumnos que siguen y dedican su tiempo aún cuando sus estudios están terminados.
-¿Cuáles son las actividades organizadas para juntar donaciones?
Dado que es mucha la cantidad de personas que viajamos y que necesitamos de los dos micros para poder manejarnos en Córdoba, decidimos hacer tres eventos para solventar la misión.
Ellos serán: una matiné para los más chicos, una lotería familiar y, la gran actividad que venimos manteniendo, es la peña, donde se preparan números artísticos y se arma un servicio de bufet para que las familias puedan venir a compartir un momento y a su vez, nos ayudan a ayudar.
A parte de esto, los chicos pasan por las aulas de toda la institución pidiendo donaciones para llevar al viaje.
Algo nuevo que estamos haciendo desde el año pasado es que los mismos alumnos contactan empresas para pedirles donaciones.
Ahora nos estamos manejando con P&G Argentina y con Colgate, que nos mandan productos para la higiene.
Misión Cruz del Eje 2014 La idea es que la misión no sea solamente para ir, llevar donaciones y para el día con ellos, sino que implementamos talleres de higiene personal, sexualidad y también, de tejido. Hay una comisión específica de chicos que se encarga de ejercerlos.
-¿Tienen armado un cronograma de viaje?
Si la cantidad de viajeros es la misma o similar al año pasado, que fueron más de cien, pensamos en trabajar con dos misiones en una. Es decir, el micro “A” iría a una comunidad y el micro “B” a otra, estas comunidades están formadas por: casas de familia, una capilla, un comedor comunitario, un jardín, una escuela y, en el mejor de los casos, una salita de primeros auxilios. Es por ello que planeamos visitar todos estos lugares, sobre todo para ofrecernos como voluntarios en los centros. En estas visitas lo que hacemos también es invitarlos al lugar donde estemos parando para que compartan la tarde-noche con nosotros.
Por ese motivo, viramos un poco el sentido de nuestro viaje. Llevamos donaciones, pero centramos la misión en lo que les dejamos que va más allá de lo tangible. Por esta realidad, cada vez implementamos más talleres y actividades para compartir. Esto no significa que no tienen carencias porque sí, las tienen y muchas, pero están mal acostumbrados a ellas. Lo que intentamos hacer es llevarles algo diferente a lo que tienen como realidad.
El rincón de los misioneros Los ex estudiantes del colegio que viajan desde hace cinco años también expresaron
su compromiso con la misión. Dafne Rascón, Melanie Arias, Yayo Jalil y Sofía Bustos, ellos son parte de los ocho coordinadores que ayudan para que el proyecto siga en pie.
Dafne Rascón, decidió expresar sus ganas de volver con un lenguaje poético: “Volvemos porque queremos.
Volvemos porque podemos. Volvemos por más amor. Volvemos por otra realidad. Volvemos por más risas. Volvemos para mejorar”.
Melanie Arias, resaltó el amor que siente cada vez que viaja a Cruz del Eje y lo bien que la reciben: “La gente del Simbolar me brindó amor de la manera más real y más pura, como nunca antes había sentido. La primera vez, sentí que la ayuda que les dimos era nada en comparación a lo que ellos necesitan”. Arias, reafirmó el pacto que tiene con ella misma y con la misión: “Algo dentro de mí me dice que necesito ese tiempo, esas risas, esos abrazos, esos gracias. Necesito siempre volver para devolverles el amor que recibo”.
Yayo Jalil, descubrió desde el primer viaje que su motivación para seguir fue una tarde compartida con un nene de cinco años, el cual a modo de regalo y despedida, le pidió un beso y un abrazo. “Al principio no quería jugar, estaba muy tímido, yo tenía la cara pintada como un payaso y repartía caramelos”, contó Jalil. Pero este no se rindió
y siguió ofreciéndole golosinas al nene, hasta que aceptó: “Una vez que pasamos toda la tarde juntos, me miró y me pidió que le diera un abrazo y un beso grande, porque él no iba a poder venir más, ya que vivía muy lejos”.
Sofía Bustos, manifestó que tiene un vínculo particular con una familia que todos los años la espera y le ofrece pan casero para compartir mientras charlan y toman mate.
A su vez, agregó que: “Lo que me hace querer volver todos los años, no es solo el hecho de lo que nos encontramos allá, sino todo el proceso para que esto sea posible. Y si bien lo llamamos misionar, creo que es más un encuentro con otra comunidad y con nosotros mismos como comunidad, estableciendo lazos y conociéndonos en un estado en el que desconocíamos, que nos hace sentirnos plenos y llenos de paz”.
Por Ailin Schernetzki.