Cultura

Narices rojas con compromiso, risas y proyectos

Hablamos con Antonella Rocchi, una de las integrantes de Luna Roja -cooperativa clown nacida hace cinco años en un taller y con trabajo solidario permanente-, sobre la historia, los proyectos y el cierre del espectáculo Un Tren a Toay, con el que andan girando hace años.
Antonella Rocchi es comunicadora y agente de prensa, con lo que su formación profesional la hace verborrágica y amante del proyecto que comunica, sobre todo en este caso en el que el proyecto la tiene como a una de las protagonistas. Se la ve amante de su trabajo, de todos ellos, y con la responsabilidad con la que encara la nota, se entiende que así encara su trabajo como clown.
¿Cómo empezaron?
Empezamos hace cinco años en la Casa del Poeta en un taller de clown. Ahí las profes eran Carla Polacchi y Georgina Nacif. Arrancó el taller, hicimos la muestra anual y ahí se empezó como a gestar el grupo. Al año siguiente se fueron algunos y volvimos a hacer el taller y de una actividad en la que teníamos que hacer un ejercicio de improvisación la misma profesora, Carla, dijo “yo a esto lo veo una futura obra”. Nosotros pensamos “¿de un ejercicio?” ¡Y si! Ahí empezamos a juntarnos un día más, hasta ese momento solo nos juntábamos los lunes y hacíamos el taller, entonces todos los viernes a las 21.30 nos volvíamos a juntar, con las dificultades de ponernos de acuerdo con los horarios de 6 personas, dos integrantes tienen hijos…pero nos organizábamos y ahí empezó. Carla Polacchi le ofreció a Marcos Tesoro ser director junto a ella y arrancamos en base a ese ejercicio, lo retomamos y transformamos y se fue dando una creación colectiva que estuvo bueno porque tuvo mucha libertad. Ya el clown en sí lo que te permite es eso, pero arrancar  sin nada obligaba a generar, ensayábamos en cuanta sala libre encontrábamos, La Mala Madre, por ejemplo, y estábamos re enchufados porque era algo que iba creciendo de a poco pero a full, con todos tirando para el mismo lado y el taller que estaba buenísimo y el laburo de un taller anual. Pero hacer una obra es otra cosa, había dos chicas que recién habían arrancado y el resto venía del teatro
Hay una cosa con hacer clown que es más libre y descontracturada que el teatro clásico…
Totalmente, ¡eso era lo que gustaba! Quebrar la cuarta pared, la relación con el público. Ser transparente, mostrarse como se es. De hecho, juntarnos los viernes a la noche, llegar cansados, terminando la semana y todo se vuelca en el personaje que tiene cada uno, ¡y así se formó! Estrenamos en Discépolo y al año siguiente la volvimos a retomar con una nueva actriz, y tuvimos que volver a retomar los ensayos, ella era quizás la que estaba más atenta, miraba los videos pero la pudimos sacar bien, y teníamos un ensayo fuerte todo el año. Ahí empezamos a girar por el oeste a full, en el Encuentro de Teatristas de Morón y en donde podíamos, pero llegó un momento en el que teníamos la necesidad de salir, de llegar a la Capital, porque si bien recorrimos de punta a punta, teníamos que probar otros lugares porque la familia ya estaba “muy linda la obra pero…” (risas). Y ahí empezó lo difícil de buscar espacios, teatros que convoquen y empezar a salir. Este año vuelve a irse otra integrante, y nos replanteamos si seguíamos o no y decidimos que sí, y se ve que la obra está, que nos encanta, que nos dio tantas satisfacciones pero un grupo grande. Hay chicas que viven en Isidro Casanova y todo conlleva un esfuerzo que de cualquier modo a uno le encanta lo que hace y lo hacemos. Venimos a full este año pero esta función en El Arcón será la última, salvo que surja algo ya va cerrando el ciclo.
¿Este año comenzaron con las acciones solidarias?
Sí, y en un primer momento, por ejemplo cuando estuvimos en el banco de sangre pensábamos “¿qué hacemos? ¿Le damos la mano al que está donando?” Estábamos muy nerviosos cuando fuimos porque si bien el clown te permite otro acercamiento con la gente, nosotros somos tranquilos y cada uno respetó su personaje y compartimos un hermoso momento, se generó un lindo clima. Lo mismo nos pasó cuando trabajamos en la Plaza Cumelén, no planeamos nada y empezaron a salir juegos en el momento, desde querer fomentar la actividad de la donación de juguetes hasta disfrutar el momento porque sí. Estaba el escenario armado porque había estado Fontova pero decidimos no subir, si bien la obra puede hacerse en escenas separadas no lo habíamos hecho y preferimos disfrutar desde otro lugar el espacio de juego.
¿Hay posibilidades de hacer fragmentos de la obra?
La obra no es lineal. Cronológicamente, la primera escena sería la tercera y la cuarta la primera. Está muy bueno eso, surgió desde una propuesta de dirección que nosotros aceptamos, pero requiere cierta atención y comprensión desde el espectador. A veces hay que verla dos veces para terminar de entenderla, a otros no les pasa y la comprenden directamente de entrada pero bueno, tiene una vuelta de rosca que la hace distinta. Cada escena tiene un cierto cierre individual, y eso está bueno desde la propuesta artística. Pero no lo hicimos porque la verdad es que requiere un ensayo de mucho trabajo. Ahora nos seguimos juntando los lunes, cuatro horas de trabajo fuerte, tenemos nuestro día fijo y le ponemos todo, pero entendemos que hay como un desgaste del producto y preferimos no agotarlo y pensar en algo nuevo. Paralelamente cada uno va buscando su camino, crecimos como clowns y ahora buscamos también proyectos nuevos.
¿Vos en qué estás trabajando?
Estamos armando un espectáculo con Aníbal Montero, por la química que tenemos y porque desde afuera el público ve cosas que uno mismo desde adentro no ve, empezamos a pensar en hacer algo entre los dos. Más allá de llevarnos bien como compañeros de grupo es interesante que seamos dos para coordinar horarios y acordar ensayos. Él trabaja en una escuela y van a hacer una jornada artística este mes y ahí será una forma de empezar con público y estarán todos los chicos de la secundaria así que es un gran desafío.
¿Habían trabajado antes en escuelas?
Con Luna Roja lo que nos pasó fue que hicimos en un colegio un cuento que escribió Aníbal, “Ambión, un cuento para chicos” y estuvo buenísimo. Pero solo ese cuento, para el que ensayamos a full y salió hermoso. También un colegio es a la mañana o a la tarde, entonces hacer ese tipo de funciones te exige una disponibilidad que el que trabaja de otra cosa no siempre tiene.
Ahora Aníbal dejó de trabajar en relación de dependencia para dedicarse a full a esto y el año que viene encaramos la propuesta con exclusividad para colegios, arrancamos desde otro lugar, entonces.
¿Cómo trabajan?
-Con la producción lo que hicimos fue delegar, encontrar el trabajo en equipo, cada uno su responsabilidad y lo que no sale, lo hace otro, cada uno se encarga de algo. Buscar espacios lo hacíamos todos hasta que entendimos que uno tiene que tener esa responsabilidad y ser el encargado y de ese modo nos organizamos mucho mejor y funcionó. Delegar y organizar fue la clave para trabajar mejor. Todo es un aprendizaje, encontrarle la veta comercial, pero sin culpas, estamos laburando y no podemos vivirlo con culpas, el producto siempre es bueno porque le ponemos todo.
¿Cómo viven el tema de cobrar, gorra sí o gorra no?
-La gorra está buenísimo porque puede ir una familia completa y pagar lo que pueden. En este caso en El Arcón hay un monto definido. También a veces hay que ponerse del otro lado, a veces es difícil pagar un espectáculo varias veces, sobre todo para nuestra familia y amigos que vienen más de una oportunidad. Nosotros no lo hacemos por la plata, no nos llevamos nada pero tratamos de no poner plata de nuestro bolsillo. Pero es un trabajo al que le ponemos todo, ensayo, responsabilidad y tiempo. El momento de la gorra es para hacer un cortometraje. Todo depende del público, también en el teatro cuanta más gente hay es mejor, la Escuela de Circo de Pies a Cabeza tiene todos sus espectáculos a la gorra, cerró la Mala Madre, la Panadería (Morón) va a cerrar a fin de año, ¡Deseares que era un espacio hermoso! Y entonces uno dice ¡pucha! hay una realidad que es que los espacios no se bancan la continuidad sólo con espectáculos, hay que pagar el alquiler, también cada uno pone de su bolsillo pero a veces es insostenible. La ubicación es fundamental, con el Arcón nos ha pasado que gente que vive en la esquina no sabe que ahí funciona un Teatro y está a la vuelta de la plaza, necesitamos tener los ojos más abiertos.

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¡Función Despedida!Un Tren a Toay (espectáculo clown para toda la familia) se presenta el sábado 21 de noviembre a las 21 en El Arcón de los Sueños, 24 de octubre 993, Ituzaingó Sur (a una cuadra de la plaza). Entradas $70. Reservas al 4661 1568 de 18 a 21.Luna Roja son Antonella Rocchi, Gimena García, Violeta Gros, Emilce Pérez, Anibal Montero y Rodrigo Valdez. Los dirigen Carla Pollacchi y Marcos Tesoro y en la técnica están Leonardo Baldini (sonido) y Guillermo Ávila (iluminación).

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Luna Roja y SolidariaEstuvieron hace unas semanas donando su trabajo a la gestión del evento del Hospital Posadas en torno al Día Mundial de los Cuidados Paliativos “Fue una emoción increíble compartir con el equipo del Posadas, compartir con los parientes, el abrazo, algunos que van todos los años, otros que no. La idea es recordar a los parientes con alegría. Ahora estamos planificando para armar algo con el sector pediátrico de Oncología”, nos dice Antonella.Antes, y durante este año, estuvieron en una jornada de donación de sangre y registro como donante de médula en el Rotary Club Castelar apoyando a Sonrisas Solidarias y al banco de sangre del Posadas y también en una intervención en Plaza Cumelén para juntar juguetes para el día del niño que posteriormente llevaron al Hogar Divino Niño Jesús en una jornada de juegos.

Más información en: https://www.facebook.com/luna.roja.clown
Por Ludmila Báez
 

Diario La Ciudad

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