Profesores con buena onda
Graciela Reina es profesora de Matemáticas en la secundaria Santa María de Guadalupe hace más de veinte años. Su dedicación y preocupación por sus alumnos la convierten en uno de los docentes más inolvidables y queridos del colegio.
Mientras un chico está en la secundaria, sus profesores son una constante. Cruzarlos en los recreos, escucharlos todas las semanas en las aulas, verlos en los actos, despedirlos cuando comienza el verano y reencontrarlos en el nuevo ciclo lectivo. Cuando se egresa y llegan los profesores de la universidad, los jefes y las decenas de personas nuevas a la vida del ex alumno la mayoría de los profesores van pasando lentamente al olvido. Pero hay algunos que se hacen imborrables. Por su forma de enseñar, por su calidez, por esa conexión que surge entre el profesor y su alumno y por dar más que simplemente los temas del curso. Graciela Reina es una de ellas.
Es profesora de Matemáticas en la secundaria Santa María de Guadalupe, Olazabal 848, desde 1992. A sus 58 años, Reina sigue entusiasmada por enseñar y cada vez que habla de sus alumnos, tanto pasados como actuales, una gran sonrisa se dibuja en su rostro. Es difícil hablar con alguien del Guadalupe y que no recuerde a Reina con cariño y diversión por sus pruebas con muchos temas distintos, sus famosos puntos azules —un alumno puede ganarse uno de estos puntos y en la próxima prueba se le suma a su nota, por ejemplo si se saca un siete y tiene un punto agendado le queda ocho— y su amor por las Matemáticas. Pero lo principal es que a Reina le gusta interactuar con sus alumnos, le interesa de verdad que aprendan y su preocupación por sus notas es genuina. Todo eso la convierte en una profesora emblemática del colegio.
¿Siempre supiste que querías ser profesora?
Siempre supe que quería ser docente. Iba a ser maestra y me dijeron que sería mejor profesora. Después no sabía de qué porque me gustaba tanto historia como matemática y todo el mundo me dijo que para matemática era mejor. Y bueno, profesora de matemática.
¿En qué otros lugares trabajas?
En media solamente en Guadalupe. Tengo superior en el Instituto de Formación Docente 109 de Padua, que ahí es carrera para profesor, y después en el Instituto de Formación Técnica 203, que es para técnicos en programación. Siempre Matemáticas, salvo en el profesorado donde doy una materia que se llama Espacio de la Práctica. Es la parte de investigación referida a la educación. Cómo hacer encuestas, entrevistas, observaciones a nivel macro y micro. Todo lo que es investigación educativa.
¿Estudiaste algo más además del profesorado?
Soy profesora de piano. Estudié en un conservatorio particular porque mi abuela quería. Me recibí, di todos los exámenes pero nunca ejercí. No me gusta tocar el piano en público, cuando estoy sola en mi casa sí (risas). Y, aparte, soy Licenciada en Gestión Educativa.
¿En qué te cambió ser profesora?
Me amplió el conocer más gente. Aprendo de mis alumnos en el sentido de cómo enseñarles. Mis estrategias las puedo ir cambiando tratando de llegar más a los alumnos. Soy autodidacta, me gusta meterme. Si los chicos me piden, yo me pongo a buscar temas. Te dan ganas. Hay grupos en los que das lo que tenés que dar y se acabo. Hay otros que te piden más y me encanta. Quiero que tengan lo mejor que les puedo dar, hasta donde pueda. Cuando no lo sé, lo podemos investigar juntos. Todo es a partir de los chicos. Hay años en los que en un curso explicás de una manera y vas a otro y enseñás distinto el mismo tema. Eso te lo da la experiencia. Los chicos son distintos, el público es distinto. Trato de que lo entiendan, mi objetivo es ese. Me interesa que aprendan Matemáticas por eso a veces me enojo porque no estudian, charlan, se llevan la materia. Soy la profesora pero me sale la mamá.
¿Cuáles fueron los mayores desafíos de tu carrera?
Cuando me nombraron Directora de Estudio porque me tenía que empapar más de la parte académica. Después todos los días tenés desafíos chiquitos. Encontrarte con chicos que les cuesta y tener que buscar la manera de que te vean. Siempre digo que la matemática la tenés desde que naces hasta que morís. Desde que contás cuántas bolitas tenés hasta para cuando haces una torta. Trato de que le pierdan la bronca o el susto. Los más chicos me dicen que al principio piensan que me los voy a comer crudos, pero después terminamos todos amigos.
¿Cuáles son los recuerdos más lindos de tu carrera?
El día que volví después de la muerte de mi mamá. Me acuerdo que entré al aula y aplaudieron, no me dijeron nada, solo aplaudieron. Fue muy emotivo. Otro momento fue cuando me fui a Europa un mes y pasó con ese mismo grupo. Llegué al curso y estaba todo oscuro. Todos con las cabezas recostadas sobre el banco y decían como si estuvieran llorando: “Reina nos abandonó un mes, Reina nos abandonó un mes”. Que un grupo de alumnos te haga eso vale más que lo que te pueda pagar el Estado, el gobierno, la escuela. Esas son las dos cosas más emotivas que me llegaron y que jamás me voy a olvidar.
¿Los volviste a ver?
A algunos los veo, a veces aparecen. Otra cosa que me encanta de la docencia es cuando te dicen “Hola, profe” y vos te pones a pensar quién es. Te acordás de la cara o del apellido. Generalmente, los ubico a todos. Se acercan tanto el que tenía diez como el que se la llevó diez mil veces. Quiere decir que más que matemática dejé formación y es lo que más me interesa. Porque si te saluda es porque te recuerda bien.
¿Cómo está formada tu familia?
Tengo tres hijos. Mi hijo más grande cumple 35, la del medio cumple 32 y la más chica 30. Son muy unidos. Creo que se formaron bien porque detrás hay una pareja de años. Con mi esposo llevamos 36 años de casados y si tuviera que elegir vuelvo a elegirlo a él. Eso es lo más importante. Y en este momento tengo dos nietos y medio. Dos nietas grandes de dieciséis y de doce, y viene un varón en camino.
¿Qué otras cosas te gustan además de las Matemáticas?
El cine me apasiona, me encanta leer un libro y después ir a ver la película. Me gusta mucho la música. No le presto atención a las letras pero sí a los ritmos. Mi predilecto es Serrat, sus letras son fantásticas. También me gusta Luis Miguel con los boleros. Me encantan los boleros. A los chicos les extraña que un profesor de Matemáticas sepa un poco de todo. El imaginario popular es que un profesor de Matemáticas es una persona cerrada y solo números.
También sucede que la mayoría de las personas no abarca tantas cosas, cada vez uno se focaliza más en ciertos ámbitos.
Einstein tenía una frase que decía: “El mayor mediocre son los especialistas”. Agarran un rubro y se quedan ahí.
Del otro lado, están aquellos a los que les genera ansiedad no llegar a saber todo.
Es que no llegás, no te alcanza la vida. Es imposible conocer todo. Uno siempre hace recortes de realidades que pueden ser muchísimas o una sola. Esa es la diferencia.
Hay que aceptarlo, no alcanza el tiempo.
No importa, siempre hay que tener una meta. El día que se te acaban las metas, se acabo. Pasa que el mundo es muy grande y uno es un grano de arena. Todo depende de la idea de trascendencia que tengas. Para algunos es Dios, para otros es Alá y para otros es Buda. No importa cuál tengas, lo importante es tener la idea de trascendencia. Si no, no tiene sentido esta vida. La docencia es una manera de trascender porque si supiste llegar al otro algo marcaste.
Por Eliana Giménez