El horno de ladrillos de Ituzaingó y su rol en la traza del Sarmiento

El horno de ladrillos de Ituzaingó y su rol en la traza del Sarmiento
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A fines del siglo XIX y principios del 1900, el Ferrocarril Oeste (FCO), por entonces bajo control de capitales ingleses, se vio inmerso en un ambicioso plan de obras en respuesta a las exigencias del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Estas obras fueron fundamentales para modernizar la red ferroviaria y facilitar el tránsito en la creciente ciudad. Una de las claves en este proceso fue la provisión de ladrillos para las diversas construcciones, y es aquí donde Ituzaingó jugó un rol esencial.


El FCO necesitaba grandes cantidades de ladrillos, tanto comunes como de máquina, para llevar a cabo proyectos de infraestructura de enorme magnitud.
Entre estas obras se destaca el túnel a cielo abierto entre las estaciones Caballito y Once, construido en 1902. A su vez, en 1911, la compañía inauguró el túnel que conectaba la estación Once con la línea A del subterráneo, permitiendo un fácil transbordo entre ambos sistemas de transporte. Un año más tarde, en 1912, se completó el túnel subterráneo que conectaba la playa de maniobras de Once con el puerto de Buenos Aires, facilitando el transporte de mercancías al corazón del comercio exterior argentino.


Para abastecer esta demanda de materiales, el FCO adquirió una vasta fracción de tierra en Ituzaingó, de aproximadamente 44 hectáreas. Estas tierras, que habían pasado por varias manos antes de ser adquiridas por el ferrocarril, se ubicaban entre las actuales calles Peredo, Portugal, Martín Rodríguez, Pringles y la calle Acevedo, formando una especie de letra "L". En este terreno, el ferrocarril instaló lo que se conocía como la "Fábrica de Ladrillos", aunque popularmente sería identificado como un horno de ladrillos.

La importancia de esta fábrica era tal que el FCO construyó un ramal ferroviario de trocha ancha, el mismo ancho que las vías principales, para conectar directamente el horno con la red ferroviaria. Este ramal partía desde lo que hoy sería la estación Padua (en ese entonces aún inexistente) y bordeaba la actual calle Sullivan, pasando por tierras que luego serían parte del Golf Club de Ituzaingó. El ramal no solo facilitaba el transporte de ladrillos, sino que también servía para trasladar materiales y al personal de la fábrica.


Si bien no se tiene certeza de cuándo cesó la actividad del horno de ladrillos, para 1950 las tierras ya habían pasado a manos de la Municipalidad de Morón. Lamentablemente, el abandono de estos terrenos los convirtió en un basural a cielo abierto, regenteado por la misma Municipalidad. Sin embargo, en 1968, se tomó la acertada decisión de darle un nuevo uso a estas tierras, destinándolas a la creación de un Centro Tradicionalista y un espacio recreativo y deportivo, conocido como Fortín El Gallo. Aunque este proyecto quedó inconcluso, las tierras entre las calles Peredo y Pringles continuaron teniendo distintos destinos a lo largo de los años.


Hoy, cuando viajamos en el Ferrocarril Sarmiento, es interesante recordar que muchas de las obras civiles que caracterizan a esta línea están profundamente vinculadas con Ituzaingó, un lugar clave en el desarrollo del ferrocarril y, por ende, en la historia del transporte argentino.

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