La “Curva del Mate”, la historia de uno de los puntos centrales de El Palomar
Santiago Menu
El mate es la bebida característica de la Argentina. Independientemente del clima y de la estación del año en la cual se encuentran, miles de personas utilizan este elemento en sus casas o en los trabajos y a diferentes horas del día. Pese a que con la llegada de la pandemia muchas familias lo dejaron de compartir entre sí, los momentos de encuentro que genera esta infusión son difíciles de encontrar en otro lugar del planeta. En el municipio de Morón, más específicamente en El Palomar, se establece un monumento que trascendió por completo generaciones y que todo el mundo conoce con tan solo nombrarlo. La historia de la “Curva del Mate” merece ser develada de una buena vez.
Para poder comprender este proceso es necesario remontarse al siglo XIX, cuando en la esquina de avenida Ferrari y Marconi se instalaba la propiedad de la familia Vexina, más conocida como “La atahona” en referencia al molino de granos que había sido puesto allí.
De acuerdo a algun@s historiadores, tiempo más tarde, se expuso una propaganda de la yerba Néctar que poco a poco se transformó en un ícono para la ciudad. Tanto es así que cuando las tierras comenzaron a lotearse, Fernando García, el dueño de un bar sobre la calle Ferrari a pocos metros del lugar, solicitó a los agrimensores la tenencia del monumento. Pese a la negativa, este hombre decidió hacerse propietario de la escultura y la colocó en la entrada a su negocio.
En sus inicios, la figura era muy distinta a la que podemos apreciar hoy con tan solo ir a la “Curva del Mate”. En principio, la bebida estaba sostenida por una mano que terminaba en un poderoso brazo, aunque con el paso de los años se modificó hasta lo que conocemos en la actualidad.
Por último, cabe destacar que la instalación de este monumento en el bar significó un éxito rotundo para Fernando García: troperos y camioneros en camino desde y hacia la Capital Federal se detenían en este espacio para comer, beber y descansar antes de continuar con sus trabajos.
¿Quién no pasó alguna vez por esta esquina y se sorprendió al ver la figura de un mate? No hay dudas de que este reconocimiento es merecido para una de las costumbres más arraigadas en nuestra cultura popular que trasciende por completo toda clase de barreras generacionales.