Todxs somos trabajadorxs: Nora Calandra y la reivindicación de la propia historia

Todxs somos trabajadorxs: Nora Calandra y la reivindicación de la propia historia
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“No queremos más pibes en las cárceles, y creemos que la salida es colectiva, con trabajo y con educación, afirma Nora Calandra, referenta de la Rama de Liberados, Liberadas y familiares del MTE.

En diálogo con Socios a la fuerza, el programa de Carlos Romero, Melina Alderete, José Casco y Nahuel Paz, Calandra conversó acerca de la coordinación de cooperativas de trabajo con personas que estuvieron presas y recuperaron su libertad.

También, compartió sus reflexiones sobre la condena social, la falta de acceso al trabajo y otros derechos, y la importancia de la organización colectiva para la generación de un cambio genuino.

¿Cómo es un día en tu trabajo en la organización?

Mi día empieza muy temprano, con muchos mensajes que recibo, no solo en el WhatsApp, sino en las redes sociales, en mi Facebook o Instagram. Son, principalmente, mensajes de mujeres que están con arresto domiciliario y están en una situación extrema, de violencia, o falta de acceso a los derechos básicos, como la alimentación, la salud, la educación.

En estos casos, dentro de nuestra organización, de la Rama de Liberados, Liberadas, y Familiares, lo que hacemos es tratar de ayudar para que la persona pueda salir de ahí, de esa situación. Pero lo hacemos con un trabajo que va más allá de la asistencia. Porque creemos que la asistencia, por sí sola, no ayuda.

Lo que nosotrxs queremos es salir de esa situación de víctima. No queremos asistencia traducida en un bolsón de comida o en un programa de ayuda económica, y que quede todo ahí. Queremos dejar de victimizarnos.

¿Y cómo se logra ese “salir del lugar de víctima”?

Bueno, mi labor es empezar a la mañana contestando a estos mensajes, diciéndole a las compañeras que son trabajadoras, que se sientan trabajadoras, por más que el acceso directamente al trabajo no esté disponible en este momento.

Por ejemplo, en el caso de las mujeres con arresto domiciliario, que es mi fuerte en el trabajo, yo intento de que se sientan parte del cuerpo de trabajadorxs, que se crean capaces de generar algún tipo de ingreso económico y que se corran de esperar la asistencia.

Entendemos que la asistencia es necesaria, de todos modos, eh. Porque, si la panza hace ruido, y tenés a tus pibes que te dicen “Mamá, tengo hambre”, ¿qué vas a hacer?

Claro, pero bueno, en lo que vos decís se entiende que la asistencia es algo que está para ayudarte a atravesar un momento, ¿no? Pero el problema es cuando, eso que debería ser una ayuda, se convierte en tu condición y te acostumbrás…

El problema es cuando empezás a creer que sólo te merecés la asistencia, y no, por ejemplo, el derecho a trabajar. Es muy amplio el tema, da para hablar… Por ejemplo, yo estoy convencida de que hay un abandono antes de este camino marcado a la cárcel, durante la cárcel y después de ella.

Entonces, yo choco con esa lógica que tenemos incorporada, con ese pensamiento de decir “Esto es lo que me merezco porque hice algo mal”. En algún momento, ese castigo tiene que terminar.

“Yo sé que no puedo borrar mi historia, pero sí quiero transformarla”, expresa Nora Calandra.

¿Cómo es esa experiencia, ese cambio de pensamiento, por ejemplo, con tus compañerxs de la organización?

Mis compañerxs son enormes. Nuestra rama del MTE se conforma cuando, compañeros y compañeras, nos encontramos con una libertad enorme, que no era la misma que teníamos antes de entrar a la cárcel. Porque era una libertad sin herramientas.

Lo único que teníamos en claro era que a la cárcel no queríamos volver. Tampoco queríamos volver a hacer lo que hacíamos antes, ¿no? Queríamos cambiar la historia. No de borrarla, obviamente, porque no la podemos borrar, pero sí transformarla.

Por ejemplo, en mi caso, cuando cumplí mi condena y salí de la cárcel, me encontré con una libertad sin herramientas. Porque fui al municipio, al sector de desarrollo social, donde yo asumía que tenía que haber algún tipo de respuesta, y encontré solo silencio. Pregunté si había algún tipo de programa para personas que salieron de la cárcel, y nadie sabía qué decirme.

Entonces, ante esa falta, nos unimos compañeras y compañeros, convencidxs de que teníamos que transformar esta realidad, por nosotrxs y por todxs lxs que iban a venir e iban a encontrarse con la misma situación.

En ese sentido, a lo que apostamos con la organización es a una salida colectiva, basada en la economía popular, el cooperativismo y la contención, empezando por un cambio de pensamiento en el que nos consideremos como trabajadores y trabajadoras.

Claro, es esa magia de la construcción colectiva, ¿no? El solo hecho de encarar algo en conjunto abre un universo de posibilidades que antes no existían…

Es apoyarnos, agarrarnos de las manos y, cuando uno o una cree caer, decirnos “No, vamos que se puede, se puede salir adelante.” Eso es lo colectivo.

Nosotros apostamos al habla, al diálogo y a las experiencias horizontales, generar un ida y vuelta. Acá no hay verticalidad. Lo que hay es un entender, contener, comprender los tiempos de la otra persona y su historia.

Quienes integramos la rama de liberadxs pasamos el infierno en las cárceles, pero no queremos una “venganza”, que quizás es lo que se transmite, lamentablemente, en muchos medios de comunicación.

Yo sé que mi historia no la voy a borrar, y por eso me dedico a transformarla. Para ayudar a otrxs, para que mis hijxs no pasen por lo mismo, para que otrxs pibes de barrio no vivan lo que yo viví.

A eso es a lo que apostamos, a la salida colectiva, a la justicia social.

En ese sentido, Nora, en cuanto a la salida colectiva y la justicia social, ¿cómo entra en feminismo en todo eso? ¿Cómo te interpela como referenta de la organización?

Yo apuesto a la construcción de un feminismo popular, que entra en el barrio, que se ensucia las manos, que escucha a las compañeras, que se va a hacer una olla popular.

A nosotras, el feminismo con mucho merchandising no nos va porque ese feminismo no llega a los barrios. No sé, para nosotras el feminismo es algo popular, es caminar en el barrio en plena pandemia, con alcohol, con barbijo, y abrazar sin mirar a quién, ayudar al otrx a salir adelante. Ese es el feminismo que queremos construir, no el de “las grandes mareas” que se olvidan, por ejemplo, de las presas. Porque, para ese feminismo, ¿qué es lo que hay que hacer con las pibas privadas de su libertad? ¿Qué hacemos con las que tienen que parir con una cadena en los pies?

“Hacer más cárceles, meter más patrulleros en las calles no va a solucionar nada”

Nora Calandra, referenta de la Rama de Liberados, Liberadas y Familiares del MTE.

Y, en esa misma línea, ¿cómo es el trato con otros actores, por ejemplo, del Estado, como el poder judicial y sus distintas ramificaciones?

La experiencia, en principio, con el Poder Judicial, que es el que más nos atraviesa, yo siento que nos sigue tratando y reduciendo a un número de expediente, no como a una persona. Lo cual hace que este poder tampoco llegue a ver el contexto social de esta persona. Y, entonces, volvemos a lo mismo: Si te encontrás con una persona que estuvo años en la cárcel, mínimamente tenés que se asegurarle las herramientas para que esa persona no vuelva a delinquir, no vuelva a la cárcel, y que no tenga la única opción de volver a hacer lo que hacía antes.

Claro, se vuelve a esta condena permanente de la que hablabas…

Tal cual. A ver, si uno está de acuerdo con esa idea que se difunde, por ejemplo, en los medios amarillistas y masivos, que dice que las cárceles son “una escuela de delincuentes”, bueno, ¿qué haces con eso? Estás reconociendo, entonces, que la cárcel no sirve, que no “rehabilita”. Entonces, hay que cambiar eso. ¿Cómo lo vas a hacer, desde el Estado?

Desde la organización, una de las más grandes metas que tenemos es lograr que la educación llegue a las cárceles. Y desde ahí creemos que se empiezan a transformar las cosas.

Basta con mirar a lxs compañerxs de la organización: Entre nosotrxs, no tenemos reincidencias en las cárceles. Porque nos contenemos. Más allá de la cuestión laboral, contamos con un equipo profesional de psicólogos, trabajadores sociales, grupos interdisciplinarios que te ayudan a superar ese infierno que es la cárcel, que te acompañan.

Por ejemplo, entre las compañeras que tienen arresto domiciliario, nosotrxs logramos que se conviertan en trabajadoras que laburan desde sus casas. Es increíble ver cómo esas pibas que, en un principio, llegaban sumisas, calladas, con vergüenza de su situación, hoy son parte de la organización como trabajadoras, que cuentan su historia para ayudar a otrxs, que son jefas de hogar que laburan todos los días, esperando su libertad. Esa transformación que da la organización es increíble.

Porque hacer más cárceles, meter más patrulleros en las calles no va a solucionar nada. Nosotrxs queremos que nuestras historias sirvan, que sean una herramienta para crear una política de Estado, una política pública real, que llegue a los barrios. No queremos más pibes en las cárceles, y creemos que la salida es colectiva, con trabajo y con educación.

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