Adopción sin mitos ni tapujos: La historia de la familia Rodríguez-Marzano
Melina Alderete
“En Argentina hay muchos niños que están esperando una familia, pero el 98% de los inscriptos para adoptar quieren bebés y la mayoría de los chicos no son bebés. Entonces, entre los procesos judiciales, la espera, la revinculación con familias de origen, entre otros procesos, ese bebé ya cumplió dos años y, a esa edad, ya no lo quieren”, detalla Antonela Marzano al relatar su historia en búsqueda de una nueva vida de familia junto a su pareja, Diego Rodríguez, con quien se convirtió en madre en el 2016.
Ambxs son vecinxs de Ituzaingó y compartieron sus vivencias en el podcast “Encontrándonos: Un podcast sobre adopción” y en Socios a la fuerza, el programa conducido por Carlos Romero que se emite todos los lunes de 19 a 21 por Radio Kamikaze.
Hoy en La Ciudad, compartimos una historia sobre adopción sin tapujos, con sus altos y bajos y con la sinceridad y el amor como bandera, algo de lo que Antonela y Diego saben de antaño.
¿En qué momento con Diego decidieron hacer esta “apuesta fuerte”, en la que no se tiene todo resuelto y no se sabe muy bien qué va a pasar?
Antonela: Nosotros habíamos comenzado, como cualquier pareja, con un proyecto de familia en el cual decidimos por los medios naturales tener un niño, pero no se nos venía dando.
La realidad es que empezamos con lo habitual, barajando los tratamientos convencionales y demás. Pero cuando nos comentaron que la alternativa era la fertilización in vitro, decidimos no arrancar con ese método directamente. Y ahí comenzamos a pensar en la idea de la adopción, algo que en algún momento ya lo habíamos hablado en nuestro proyecto de familia.
Y bueno, empezamos a prepararnos. Comenzamos a averiguar dónde podíamos hacer cursos e ir a foros y a grupos de gente que ya hayan adoptado, o pre adoptantes para ver cómo debíamos empezar. Así estuvimos más o menos un año, preparándonos con entidades súper serias, como la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Nos empapamos por completo en el tema de la adopción.
Hay toda una serie de ideas que, a veces, no se condicen tanto con lo que es el proceso de adopción en nuestro país. En el caso de ustedes, ¿llegaron con un montón de elementos ya resueltos? ¿O tuvieron que ir entendiendo y aprendiendo algunas cuestiones que no las tenían tan en claro durante el camino?
Antonela: En realidad, nosotros sabíamos que queríamos adoptar, pero no sabíamos por dónde empezar, así que arrancamos googleando cómo era el camino que teníamos que encarar. Sí teníamos claro que teníamos que anotarnos en el juzgado que correspondiera a nuestro domicilio que, como vecinos de Ituzaingó, nos corresponde Morón.
Así que allá fuimos, al Juzgado de Morón, en donde te dan una serie de requisitos que debes completar para anotarte en el registro de adoptantes, y nos fuimos con esa listita.
La verdad que es muy sencillo, no es que es gran cosa. Es simplemente realizar algunos estudios médicos, que hay que cumplimentar en hospitales públicos. También te piden algunas cosas relacionadas a lo económico, como cuáles son tus ingresos y demás. Y, en este punto, hay una cosa que quiero aclarar: Es un gran mito eso de que tenés que tener casa propia y que, que si alquilas, no podes adoptar. Porque mucha gente, por ahí por desconocimiento, piensa “Ah no, no tengo casa, no voy a poder adoptar.” Y no, no es así.
“Nosotros somos conscientes de que un niño adoptado perdió todo vínculo con su familia de origen, pero, si por lo menos tiene un hermano, eso es señal de que al menos un vínculo le quedó.”
Antonela Marzano acerca de la adopción de grupos de hermanos.
También está presente como mito la idea de que es un proceso imposible, ¿no? Como que es algo que no se puede, que tarda muchísimo tiempo.
Antonela: Totalmente, y no es así. Es como cuando a uno le interesa algo: Lo tenés que buscar y persistir. Esto es exactamente lo mismo. La gente por ahí se anota en el registro y está años esperando, pero quienes pasan por esa situación es porque realmente se anotan buscando un bebé. Y entonces, obviamente, las posibilidades de la adopción de un bebito achican muchísimo la disponibilidad, porque todo el mundo quiere un bebé.
La realidad es que hay muchísimos niños que están esperando ser adoptados y el 98% de los inscriptos para adoptar quieren bebés y la mayoría de los chicos no son bebés. Entonces, entre los procesos judiciales, la espera, la revinculación con familias de origen, entre otros procesos, ese bebé ya cumplió dos años y, a esa edad, ya no lo quieren.
En nuestro caso, nosotros sí teníamos claro de ampliar algo que se llama la “disponibilidad adoptiva” donde vos, en ese formulario cuando te anotas, decidís en un rango de edades que quisieras adoptar. Nosotros dejamos claro que aceptábamos nenes de hasta ocho años, pero que nos estirábamos a diez u once años. También, explicitamos que estábamos abiertos a grupos de hermanos.
¡Eso lo cambia todo!
Antonela: Lo cambia todo, pero porque nosotros somos conscientes de que un niño adoptado perdió todo vínculo con su familia de origen, pero, si por lo menos tiene un hermano, eso es señal de que al menos un vínculo le quedó.
Hay una parte de la convocatoria pública para la adopción en la que se visualizan todos los expedientes y casos de niños que no cubren las expectativas de los adoptantes, y la gran mayoría son niños mayores, niños enfermos o grupos de hermanos.
O sea, son niños y niñas que están en condiciones de ser adoptados, pero no encuentran a personas o a una familia que quiera adoptarlos.
Antonela: Exactamente. Y, en ese grupo, aparecían mis cuatro niños en segundo lugar. Y la realidad es que, cuando leí la descripción, sentí un “algo” que me decía “Sí, estos son mis hijos”.
En la descripción, normalmente te explican datos de los niños con iniciales, pero en este caso era diferente. Obviamente no eran nombres reales, pero se los describía a los niños y sus gustos. Por ejemplo, Juan era un niño de 11 años que le gustaba jugar al fútbol. María es una niña cariñosa que disfruta, no sé, el juego didáctico.
Eran niños reales, claro, y ya dejaba de ser algo tan frio como es un expediente judicial con iniciales. Y la realidad es que, así como estaba redactado, me voló la cabeza. Esto fue a principios de abril del año 2016.
¿Cómo fue, para ustedes, tomar esta decisión de adoptar a cuatro hermanitos? Porque, uno cuando empieza a planear en convertirse en padre o madre, siempre está pensando en que “debería tener esto o aquello”, ¿no?
Diego: Nosotros siempre fuimos de hacer las cosas muy pautadas, muy reglamentadas, tipo “Este año vamos a Mar del Plata, este otro nos casamos, ahora vamos por la casa”, etc. Cuando entramos en este camino que te contaba Antonela, yo pensé “¡¿Cómo hacemos?!” Son cuatro colegios, cuatro personas para darles de comer.
Nosotros en nuestra casa, por más que era nuestra, teníamos una habitación que era matrimonial, un baño y una cocina comedor. Así que, imaginate que había que armar mínimo tres dormitorios más, mínimo otro baño más, que luego fueron dos.
Entonces, cuando ella me dijo de adoptar a los cuatro, yo dije automáticamente que no, que es una locura, que cómo íbamos a hacer. Pero después dije, la verdad es que toda la vida hicimos todo muy pautado, muy reglamentado, muy pensado y siempre tuvimos trastornos y problemas o que situaciones que no fueron como nosotros queríamos que fueran.
Cuando me di cuenta de esto, le dije “Está bien, tenés razón”. Y nos tiramos a la pileta, nos embarcamos en esta aventura de ser papás.
Empezamos el proceso de conocerlos, de ir a verlos todos los días en el hogar en el que estaban, que era lejos. También comenzamos con el proyecto de ampliación de la casa, así que imagínate que teníamos todo el viaje de tres horas para ver a los chicos, albañiles en casa trabajando, más los trabajos de cada uno de nosotros. Fue una vorágine importante que duró aproximadamente tres o cuatro meses.
“Al año siguiente que vienen los chicos a nuestras vidas, yo quedo embarazada, algo que claramente no esperábamos y que llegó en el peor momento de nuestras vidas porque estábamos en plena vinculación con los chicos. Para nosotros, tener un bebé era un tema cerrado, sabíamos que ya no íbamos a tener uno. Pero nos pasó y nos cambió todo el esquema de golpe.”
Antonela Marzano acerca de la sorpresa de ampliación de la familia.
Son todas situaciones muy reales y cotidianas de cualquier familia, ¿no? Esto de tener que acomodarse, la casa que te queda chica, empezar a encarar los problemas todos juntos…
Antonela: Exactamente, son eso, son cuestiones reales. Nosotros tuvimos que construir con plata prestada por amigos, familia, con ahorros que teníamos, todo un rejunte. Y, la verdad es que, cuando íbamos a ver a los chicos, no teníamos plata para llevarlos a todos a comer a algún lado. Entonces, llevábamos en un termo café con leche o matecocido, llevábamos galletitas y merendábamos en la plaza, en pleno invierno.
A veces, cuando llovía, el hogar nos brindaba un cuartito que era como una pecera. Imaginate seis personas encerradas en un lugar diminuto, los chicos al mango, jugando a cualquier cosa. ¡Y nosotros tratando de controlarlos! Y encima, vos los retás, y no te admiten un reto porque, ¿vos quién sos?
Claro, claro. Te paran la moto enseguida…
Diego: Totalmente. Y así como te digo eso, te digo que hay cosas que no nos vamos a olvidar nunca, como por ejemplo el primer día que nos conocimos. Nos conocimos en un SUM de un departamento de una de las psicólogas. No nos conocimos en el hogar porque los psicólogos decían que lo mejor era que fuera en un terreno neutral. Y cuando llegó el momento de llevarlos de vuelta al hogar, nosotros en ese momento teníamos una camioneta e íbamos todos apretados, como podíamos.
Llegamos al lugar y sale justo todo el grupo de los amigos de los chicos. Y uno de nuestros hijos, cuando baja del vehículo, agarra a uno de los amiguitos y le dice “Esa es la camioneta de mi papá”.
Antonela: Nosotros no entendíamos nada. ¡Hacía horas que nos conocíamos! Algo parecido también pasó el segundo día, que los llevamos a una plaza. Uno de ellos estaba intentando subirse a un árbol y me dice “¿Me ayudas a subir, mami?”.
Son golpes de los lindos, ¿no? Me imagino que se te aflojan las piernas
Antonela: Son cosas que te movilizan mucho, y más cuando vos no te sentís padre todavía, porque eso es algo que te lo ganas. De hecho, para mí, cuando me dijo eso, yo no me sentí mamá Yo no me hice cargo.
Es muy loco, porque e es todo un proceso de construcción constante de la relación padres, madres e hijos e hijas. Pero, en esta familia, también hay otro episodio, ¿no? De ampliación de integrantes…
Antonela: Exacto. Al año siguiente que vienen los chicos a nuestras vidas, yo quedo embarazada, algo que claramente no esperábamos y que llegó en el peor momento de nuestras vidas porque estábamos en plena vinculación con los chicos. Para nosotros, tener un bebé era un tema cerrado, sabíamos que ya no íbamos a tener uno. Pero nos pasó y nos cambió todo el esquema de golpe.
También nos preocupaba mucho el cómo lo iban a tomar los chicos. Queríamos intentar darles la seguridad de que, el hecho de que yo estaba embarazada, no iba a cambiar absolutamente nada. Pero esa seguridad llegó con el tiempo. Son todas cosas que uno va aprendiendo en el camino.
Diego: Y es dificilísimo, pero no es ni más ni menos que el camino que transita un padre, ya sea no biológico, adoptivo, da igual. El camino de la paternidad es difícil. Recordemos cómo éramos nosotros cuando éramos chicos. O sea, todos hicimos parir a nuestros padres en algo. Es todo prueba y error, todo el tiempo.
La historia de Antonela y Diego puede escucharse, junto a otras historias sobre adopción, en el proyecto “Encontrándonos: Un podcast sobre adopción”.