El desconcierto de nuestros tiempos: Una charla con Alejandro Kaufman
Melina Alderete
En Socios a la fuerza, el programa que se emite todos los lunes de 19 a 21 por Radio Kamikaze, nunca suceden cosas “normales”. Se puede hablar al aire de vaginas, guerras, libros polémicos y no tanto, el rock y la sociología como campos de batalla, manga, anime, feminismo y conurbano del oeste para el mundo.
Es, definitivamente, un panorama desconcertante. Y, precisamente, en ese contexto entra en escena Alejandro Kaufman, docente, ensayista, crítico cultural y analista político que se sumó a la locura radial de Socios y compartió una interesante charla con dos de sus miembros, Carlos Romero y Melina Alderete, acerca de sus impresiones sobre el panorama actual a nivel internacional y local.
Peronismo, pandemia, guerras e internas en un mundo que, cada día, es más un territorio de lucha y resistencia en el que queremos quedarnos a dar pelea.
Carlos Romero: ¿Qué es lo que, por estos días, te genera más desconcierto?
Alejandro Kaufman: Si tuviera que elegir una cosa, serían las selfies de Volodímir Zelenski, “el actor que hace de” presidente ucraniano. Hace unas que son muy buenas. Son como de una telenovela muy actuada, muy bien presentada frente a la cámara. Fotos muy dramáticas, muy sentidas. Es un fenómeno que me llama la atención. Siempre la guerra está vinculada con la espectacularidad, con la tecnología de cada época, ¿no?
Todas las guerras del siglo XX han estado vinculadas con grandes expresiones radiales, televisivas, cinematográficas. Y ahora el modo mediático de la guerra es el TikTok.
Zelenski es, al mismo tiempo, un actor que hace y desempeña ese papel. Es mejor actor que Putin, que también actúa, claro, pero con escenarios más clásicos: Se pone una gran mesa con un montón de azafatas rubias y habla de un modo carismático, como un líder populista. Pero se presenta como un personaje de la tele.
Carlos Romero: Es algo que se puede aplicar a muchas cosas. Hubo un momento en el que, me pareció que el desconcierto estaba más relacionado con el escándalo. Pero luego pasamos al desconcierto de no saber muy bien qué pensar. Se puede aplicar a nuestra cotidianeidad más compleja, como la política, o al día a día más a la mano, eso de que salís, vas a comprar algo y es desconcertante el precio de las cosas, ¿no?
Alejandro Kaufman: Si, por otro lado, hablando a lo mejor más en serio, con menos ironía, creo que lo del desconcierto, por un lado, es producto de la salida de la pandemia. Que es una situación que se imaginó todo el tiempo en estos dos años, como si se abriera una puerta y se entrara a una especie de situación llamada “nueva normalidad”. Lo cual no es así ni puede ser así.
Es un pasaje, justamente, desconcertante. Porque sigue habiendo incertidumbre, hay mucho dolor pasado del que todavía no se sabe muy bien como hablar. Todavía no se organizó como hablar públicamente del duelo por la pandemia.
Un duelo colectivo tiene que organizarse. En la Argentina lo sabemos muy bien por la dictadura. Los temas traumáticos tardaron muchos años en organizarse con un discurso, con una serie de imágenes, con una serie de palabras que sirvieran para reunirse alrededor de ellas y tramitar la tragedia. Y va a llevar un tiempo elaborar el duelo de la pandemia. Entonces, es una situación desconcertante, y la guerra es una de sus consecuencias, porque todo lo que está pasando ahora en el país también tiene que ver con eso. Es decir, hay una situación de inestabilidad, de pánico, de nerviosismo, de angustia. Todo eso lo podemos llamar desconcierto.
Carlos Romero: Cuando se declara la guerra, esa tensión se transforma en acción. Yo pensaba “pero…venimos de una pandemia, ahora una guerra, no da.” Y después me daba cuenta de que es así cómo funciona justamente, ¿no? La guerra siempre irrumpe en un momento en el que no hay un momento “propicio” para que ocurra.
Alejandro Kaufman: Claro, no hay un momento bueno y un momento malo. Una observación es que, la guerra. está ocurriendo entre los actores que peor manejaron la pandemia, que son la OTAN y el mundo eslavo. En el este de Europa y América del Sur también caen en esa cuenta. Pero bueno, nosotros somos el patio trasero y acá no participamos, por suerte, de esas situaciones. Pero el conflicto es entre actores que tuvieron muchísimas pérdidas y que no pudieron gobernar la pandemia, a diferencia del Lejano Oriente, donde la situación fue diferente: se controló, se gobernó, tuvieron menos víctimas, se mantuvo un cierto orden.
Y eso, en estos países que se manejaron mal, el acto de gobernar se debilitó, y la guerra se transformó en la mejor forma de restituir el orden, porque implica la posibilidad de imponer un orden.
CR: Sí, además, está el hecho de que tenés un grupo humano cuya única finalidad es emplear armas…
AK: Exactamente. Entonces, en algún momento hay que usar esas armas. Y, ¿cómo lo hacen? Lo hacen con un país gobernado por un verdadero personaje demencial. Esa es la impresión que uno tiene, uno no es un experto en Ucrania. Pero la con la historia que uno conoce, con la información limitada que tenemos sobre el caso Ucrania, nos da la impresión de que es un personaje que está actuando de una forma un poco demencial. El tipo está pidiendo una guerra mundial porque quiere, de esa manera, defender algo que no se sabe muy bien qué es, frente a un enemigo que ha sido el país que los gobernó durante muchas décadas.
No comparto la amistad con la invasión rusa. Me parece que hay dos partes que están haciendo un juego que no es nada interesante de ningún modo, que no tiene ninguna justificación de ninguna parte, y que solo se explica como una forma de salir de la pandemia. Porque este mismo conflicto, que justamente tiene muchos años, podría haberse tramitado de una forma menos brutal, menos violenta, de una forma que no ponga en vilo a todo el mundo.
CR: Puede ser que, una de las cosas que no esté rindiendo frutos (si es que alguna vez la rindió) es la lectura binaria de las opciones, ¿no? Hay una especie de necesidad de tomar alguna de las posiciones que están arriba de la mesa, como si tuviéramos que decidir si, en realidad, nos parece bien o mal la invasión rusa.
AK: Hay una máquina de tomar decisiones en la civilización, por lo menos en la que conocemos, que es la máquina patriarcal. La máquina patriarcal toma decisiones en base a opciones binarias. Entonces, cuando hay un problema, se resuelve a través de una lógica, que es la del duelo, es decir, el enfrentamiento de dos partes, y es algo que está naturalizado porque nos imaginamos que los animales se comportan de esa manera, lo cual no es cierto. La decisión se impone.
Hay muchas cosas que funcionan de esa manera, como la meritocracia donde, a diferencia del duelo, lo que hay es una evaluación, un examen, un casting, en el que un montón de gente quiere algo y la hacen pasar por un sistema de “preguntas” en el que, si respondés bien, te quedás, y si no, estás fuera. Eso es así para buscar un trabajo, para entrar a una escuela. Y lo tenemos naturalizado, nos parece normal y eso nos parece que está bien porque es útil, es práctico. Pero, al mismo tiempo, nos produce resentimiento, desconcierto. Es un mecanismo que está siendo cuestionado porque entra en contradicción con la idea de la inclusión de la democracia, de la fraternidad, de la sororidad.
“En la historia reciente argentina, estamos llenos de culpas y de cuestiones no resueltas”.
Melina Alderete: ¿Cómo crees que se puede sortear esta binariedad?
AK: Las formas de sortearla existen desde hace muchos siglos y siempre son las formas minoritarias, porque son menos eficaces. Es decir, la cooperación, la amistad, la fraternidad, la sororidad, los comportamientos colectivos, las revoluciones sociales.
Hay millones de formas de actuar de otra manera, los feminismos lo han demostrado.
Se pueden resolver las cosas de otra manera, y una es dándose tiempo. Los métodos de la conversación, el de la de la solidaridad, son salidas que llevan más tiempo, son ambiguas: Nunca ganás todo ni perdés todo, es algo no binario.
Pero las formas que han “ganado” no son estas. Por eso las guerras siguen existiendo. Al ver lo que está ocurriendo ahora en Europa, te das cuenta que parece la Edad Media. ¿Cómo es posible que se resuelva algo así? Combatiendo de esa manera, exponiendo a centenares de miles de personas a la desgracia, al frío, al hambre… es algo completamente demencial, pero que, evidentemente, tiene utilidad porque sino, no se usaría ese método. Pero, a veces, la utilidad no es algo bueno necesariamente, sino, más bien, una eficacia. Es el pan para hoy y el hambre para mañana.
Melina Alderete: Bueno, esto también lo podemos aplicar a nuestro entorno más inmediato, a nuestro país y los dilemas que estamos teniendo por estos días. ¿Cómo ves lo que está pasando, en términos políticos? ¿Lo político es una traducción de lo que pasa, en general, en la sociedad?
AK: En la historia reciente argentina, estamos llenos de culpas y de cuestiones no resueltas. Siento que hemos retrocedido, forma parte de ese retroceso la imagen que se impone de que, si hay disidencias en el interior del peronismo, va a producirse una fractura trágica, como la que pasó cuando Perón echó a los montoneros de la plaza, que lo fue, efectivamente.
Ahora hay un estado de pánico porque, como el kirchnerismo votó negativamente, va a haber una ruptura de Frente de Todos y, entonces, va a ocurrir una catástrofe. Todo eso es una fantasía culposa y un trauma no resuelto.
No hay que aplicar una moral, un menú, un manual de cómo tiene que ser la política. El peronismo es un fenómeno colectivo, histórico y muy original, que tiene sus características. Entonces, cuando se puede hacer algo, se hace. Eso fue lo que ocurrió en el período de los gobiernos de Néstor y Cristina, y después “me convierto en calabaza”.
Cuando se convocó a Alberto fue para ganar las elecciones y reanudar un ciclo. La lógica del kirchnerismo no es romper. Los votos se distribuyeron para mantener la integridad del kirchnerismo. ¿Qué es lo que le piden los socialdemócratas del gobierno al kirchnerismo? Que se traicione, que haga como Bachelet, como Podemos, como tantos actores progresistas, de tantos países que, cuando llega un momento como este, traicionan o gobiernan para el neoliberalismo, que es un poco la lógica moderada que está teniendo Alberto.
El kirchnerismo decide no hacer eso y actúa pragmáticamente, no por convicción ideológica. Yo creo que, lo que se hizo, fue distribuir los votos para que hubiera un caudal de votos de abstención y negativos que preservara el capital político y la lógica política kirchnerista, y que hubiera votos concedidos a la aprobación para que no cayéramos en una ingobernabilidad, en un abismo, en un estado desesperante, en el que “no hay condiciones para producir”, como bien dicen los albertistas. Lo que pasa es que no entienden cómo funciona esta lógica política, y además no les gusta. Ellos querrían que exista esa traición porque querrían que desaparezca el kirchnerismo.
“El peronismo es absolutamente insoportable y desconcertante, siempre. Y con el peronismo pasa lo mismo que con los feminismos: No se entiende qué quieren.”
CR: Claro, la ruptura, de alguna manera, volvería a poner las cosas en un plano más previsible. La pelea implica un ejercicio distinto. Yo siempre digo que hay personas que saben pelear, pero no saben pelearse. Es decir, pueden pelear con otra persona, pero pelearse, mantener una pelea en el tiempo, sin necesidad de una resolución violenta, implica una dinámica en la que vos sepas cómo es estar en tensión con otra parte y, sin embargo, seguir respetándolo como interlocutor. Es complejo…
AK: Bueno, las luchas populares son así, como lo acabas de describir. Nunca son “a ganar” porque, en general, no se puede ganar. Lo que se puede es avanzar, obtener ciertas victorias relativas, saber que después todo va a volver atrás, vas a ir mal, intuirlo, no ser ingenuo respecto de eso, y saber que la lucha es permanente.
Eso lo saben bien los feminismos, lo sabe el peronismo, las izquierdas populares. No lo saben ciertas dirigencias, ni los que traicionan esas luchas porque no creen en ellas y, entonces, se van para el otro lado. No lo saben los que, después de una victoria, se convierten en dictaduras, como pasó en la Unión Soviética.
Pero al peronismo nunca le pasó eso, por eso es tan insoportable. El peronismo es absolutamente insoportable y desconcertante, siempre. Y con el peronismo pasa lo mismo que con los feminismos: No se entiende qué quieren. ¿Qué quiere Cristina? Quiere sostener una lucha a largo plazo, del modo que sea posible, con avances y retrocesos, con victorias y con derrotas. Chávez tenía una idea similar también. Si en unas elecciones perdés, perdés, pero eso no quiere decir que desapareciste. Vas a volver. Ya lo dijo Cristina: Los pueblos vuelven, siempre vuelven. Pero, ¿por qué vuelven? Porque los pueblos están debajo de lo que sostiene el mundo, entonces no van a desaparecer.