Escritorxs del Conurbano: Hoy, Inés Púrpura
Melina Alderete
“En un mundo que tiene sus cosas maravillosas y también muy jodidas, mi escritura, la poética y la amistad son mi motor para seguir viviendo”, sostiene el escritor oriundo de Merlo conocido como Inés Púrpura, un nombre que se transformó, para muchxs, en un referente de la poesía y la militancia conurbana.
Polifacético, un artista que hace de lo poético un modo de habitar cualquier espacio, Inés Púrpura escribió los poemarios “La Belleza”, “Todo lo que pude amar”, “Siempre fui un adiós”,. “Amarillo ocaso”, “Recién llegada” y “Por el barrio/En la placita”, en colaboración con Ioshua, otro ícono de la disidencia poética conurbana.
La Ciudad conversó con Inés Púrpura acerca de sus primeros pasos en la escritura, su amistad con Ioshua, el mercado y lxs escritorxs conurbanos, y su trabajo artístico por fuera de la poesía.
¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Cómo fue ese inicio de relación con la escritura?
Empecé a escribir en la primaria. Recuerdo que, en cuarto grado, hacíamos poesía y ahí escribí el primero de mis poemas, que todavía lo tengo. Se llama “La Amistad”. Ese primer ejercicio lúdico fue mi inicio en la escritura, casi sin saber qué era la poesía.
Después participé del periódico escolar y, en la adolescencia, fui parte de talleres literarios donde sacábamos una revista que fue histórica en la secundaria. La profesora que estaba a cargo de ese espacio literario siempre nos acercaba nuevas lecturas. Recuerdo que, gracias a ella, leí a Pizarnik, a Cortázar, a Rimbaud…
En ese espacio también formé amistades que tenían el mismo interés en la lectura y todo lo literario. Así que era un lugar donde me sentía muy acompañado.
¿Cuál fue el primer libro que recordás haber leído? ¿Qué impresiones te llevaste de ese encuentro?
Recuerdo “Juan Salvador Gaviota” y “Cuentos de la selva” de Quiroga, que me impactó muchísimo. En la adolescencia estuve más ligado a una poesía más dark, muy en la onda de los poetas malditos. También me gustaba todo el misticismo de Orozco y todo lo latinoamericano que encontraba en Urondo, Galeano y Gelman.
Me gustaban mucho las tragedias griegas, además. Todo esto lo absorbía desde la escuela y de la posibilidad de acceder a los libros gracias a la biblioteca de ahí.
Igualmente, más allá de la primera vez, a mí hasta el día de hoy me conmueve la literatura. Esa idea de imaginar otros mundos, de fantasear qué es real y qué no. El hecho de que sea un lugar sin límites en donde todo es posible es algo que me abrió mucho la cabeza, en tiempos en los que, quizás, mi vida pasaba mucho por la escuela, la casa, la plaza del barrio y nada más.
Además, me daba la pauta de que, si alguien pudo escribir eso, yo también podía hacerlo. El poder de contar y transmitir algo a otra persona es lo que me impactó y me sigue impactando de todo lo literario.
¿Por qué el seudónimo Inés Púrpura? ¿Qué significa para vos?
Inés es mi apellido. Elegí hacer la combinación con “Púrpura” porque es uno de mis colores favoritos. En el 2011 aproximadamente, cuando yo empecé a frecuentar circuitos de lecturas en público, opté por presentarme con ese nombre artístico, al cual el tiempo le fue poniendo una impronta más literaria y poética.
Fue una decisión también de recordar a mi papá, con el apellido Inés. Porque él fue la primera persona que escuchaba mis primeros poemas cuando era adolescente, en la cocina de mi casa. El falleció y creo que era una forma de tenerlo siempre presente. Además, la elección del Púrpura tiene que ver con lo que representa ese color, que es algo más trascendental, entre lo terrenal y “lo otro”.
También, en esa época, el nombre que mi mamá y mi papá habían elegido para mí con tanto cariño y que residía en mi documento, no me representaba. Entonces, “Inés Púrpura” me cerró definitivamente por todos los aspectos y es un nombre que me sigue gustando hasta el día de hoy y que representa todo un proyecto poético, una marca literaria que fui llenando de contenido.
¿A quiénes considerás tus influencias, inspiraciones o referentes?
Me atraviesa mucho la música, que es otro componente importante de mi vida. Las canciones aparecieron con un acceso más fluido en mi cotidianeidad y eso me ha dado muchísimas herramientas. Además, me inspiran mucho mis contemporánexs, no sólo lxs escritorxs más clásicos y que han podido dedicarse a escribir solamente y vivir de ello, sino mis amistades que escriben, que siempre me acompañan y están haciendo cosas. Ya sea creando en una banda o proyecto musical, en una editorial, como poetas, escritorxs…
¿Cómo ves la relación entre el mercado y lxs escritores del conurbano? ¿Creés que están ganando terreno las voces conurbanas en lo más mainstream?
No sé si lxs poetas y lxs escritorxs estén ganando algo del mercado en sí. Pero sí creo que nos estamos encontrando y eso es algo positivo y muy potente. En este último tiempo, yo puedo compartir formas de hacer en la literatura, una visión y diferentes poéticas con personas cercanas del conurbano, como me ocurre con Nadia Sol Caramella, Leónidas Castillo…
También hay referentes editoriales, como Flor de Ave o ciclos de poesía como el Ciclo Puente, lugares y formas en donde nos vamos encontrando quienes escribimos en el conurbano, dentro de la gran vorágine que es el mercado, el lado más económico de la cultura, que exige producir, mostrarse, etc.
Creo que, el hecho de poder estar presente con otrxs compañerxs del conurbano hace que participar de ese costado sea algo más ameno y se transforme en un lugar en donde podamos construir una cuestión más identitaria de nuestro andar.
“Ioshua era como una caja de Pandora: Siempre tenía algo que te dejaba un poco fascinado al escucharlo. Hemos compartido momentos muy bonitos.”
Inés Púrpura sobre su amigo y también poeta.
¿Cómo fue la experiencia de escribir con Ioshua?
Con Ioshua nos conocimos en el 2007 una noche en un evento en Merlo. Después, pasaron los años y nos volvimos a encontrar en el 2010 en Casa Frida. En esa época, estábamos en contacto a través de mails y luego empezamos a formar una amistad.
Él fue la primera persona que estaba inserta en un circuito, que venía haciendo cosas dentro de los espacios que se daban en ese entonces. Él leyó lo que yo estaba escribiendo, fue productor de mi primer libro “La Belleza” que, en su momento, fue editado por Milena Caserola y, años más tarde, reeditado por Ausencia Editora.
Durante aquellos años, armábamos muchas fechas de poesía, íbamos a feriar, coordinábamos eventos, hacíamos la moneda para la semana. No éramos muy conscientes de que estábamos construyendo algo, pero sí estábamos seguros de que estábamos hablando de temáticas que no estaban presentes en la escritura que nosotros frecuentábamos o queríamos frecuentar.
¿Cuáles eran esas temáticas?
Nosotros hablábamos del barrio, de los putos y las tortas de nuestras zonas, de la violencia policial, cuestiones sociales… Él escribía todo el tiempo y nos leíamos mutuamente, nos contestábamos en poemas. Era muy bueno poder decirnos “Che, escribí esto” y que nos corrigiéramos entre nosotros. Teníamos esa dinámica. Además, pasábamos mucho tiempo ranchando, viviendo la vida, hablando de todo.
¿Cuáles fueron los proyectos que han co-creado con Ioshua?
En el 2012 salió mi primer poemario y, al poco tiempo, se nos ocurrió hacer una obra conceptual que se llamaba “Por el barrio/En la placita”, que hoy está disponible gracias a Editorial Mutanta. Fue algo que salió en una tirada corta, de cien ejemplares aproximadamente, en formato fanzine. Está ilustrada y trata sobre el barrio, el amor, las aventuras, las violencias, la belleza que une puede encontrar en su cotidiano.
Por otro lado, con Ioshua también hicimos un bandcamp con poemas remixados con bases que iban desde cumbia hasta hip hop.
¿Cómo lo definirías a Ioshua?
No sé si se lo puede definir exactamente. Pero, por un lado, creo que fue un artista multifacético, muy prolífico, que estaba todo el tiempo creando. Es algo que me impactaba de él, siempre pensando en hacer ¡y haciendo!
También, él era una persona muy generosa con los recursos que él tenía. Si podía invitarte a una lectura, lo hacía, si podía trabajar con vos un libro, lo hacía. Lo mismo con una feria, una visión, todo lo compartía. Y creo que fueron muy pocas personas las que pudieron entender esa generosidad. Es decir, él podría haber pensado simplemente en construirse a sí mismo, pero, al menos a mí, me dio muchísimas herramientas y me ayudó a pensarme como poeta y un proyecto literario.
Por otra parte, yo también compartía cosas muy cotidianas con él. No sé, un almuerzo, salir a pasear, charlas de café. Él era una persona muy tranquila, que sabía muchísimo. Una persona muy culta, con esas ganas siempre de querer saber y entender el mundo que lo rodea. Tenía mucho conocimiento de literatura, arte, música. Era como una caja de Pandora: Siempre tenía algo que te dejaba un poco fascinado al escucharlo. Hemos compartido momentos muy bonitos.
¿Cuál creés que es el impacto o legado que dejó?
Creo que, en lo que hace a la literatura en sí, Ioshua escribió y formó un concepto, ¿no? Hoy en día hay una forma de escritura que antes de él no existía. Él creó un estilo muy urbano y trajo a la poética la voz de los putos del conurbano, de las periferias, que no estaban presentes. Si bien, antes de Ioshua, había grandes escritores putos, siempre era desde una mirada más academicista o elitista, algo más formal y no tanto de una voz más cotidiana y accesible, como lo era Ioshua.
Además, el impacto está en la obra que dejó y que las editoriales que lo acompañaron, como Milena Caserola y Nulú Bonsai, siguen editando. Hay personas que han editado también sus trabajos y creo que esa es la función editorial, que cuando un autor no está en este plano, sigan acompañando su obra y haciendo que llegue.
También creo que hay un nuevo panorama, a la luz de los nuevos feminismos y los transfeminismos, que implica empezar a cuestionar las formas de vincularnos dentro del arte y de empezar a pensar en otras voces, más allá de los escritores y escritoras cis-heterosexuales de clase media/alta y blancos/as.
Estamos en un proceso de cuestionamientos y avances, y creo que eso ha acompañado también a que se hayan abierto nuevas formas de intercambios, ya sea de festivales a programas en línea, podcasts, etc.
Él mismo decía que él escribía para que otres lo encuentren. Y toda su obra es pública: Está en su blog, su Facebook, todo. Él utilizó muy bien las redes, siempre. Y hoy tiene sentido que se pueda tener este acceso a su literatura, que refleja esta idea de que la persona que escribe es un trabajador de la palabra que necesita poder sustentarse económicamente y que tiene una visión política sobre la realidad.
¿Cómo ves la confluencia entre la literatura, la política, los feminismos en los espacios habitados por disidencias que escriben?
Hoy en día existen muchos espacios para poder encontrarnos: Ciclos de lecturas, propuestas literarias, ferias, editoriales en donde las disidencias y quienes construimos por fuera de la naturalización de que todo en esta vida es heterosexual y cisgénero tienen su lugar.
Quiero pensar que ese espacio lo construimos y no es a fuerza de insertarnos en algo. Aún así, para las personas que no son cis y son trans u otras identidades, es súper difícil, en el sentido en que el cisexismo nos hace creer que las personas cis son mejores que las personas no-cis. Y hoy en día, yo al visibilizar mi transmasculinidad, me encontré con algunos momentos difíciles que ocurrieron dentro de la propia comunidad literaria.
Esto está relacionado con el pinkwashing, ¿no? Esto de pensar de que es políticamente correcto porque se está cubriendo un cupo, porque hay una persona que está hablando de tal tema, entonces se cree que está todo bien. Pero, honestamente, pienso que es necesario pensar individual y colectivamente muchísimas prácticas.
En mi obra he hablado, por ejemplo, del lesbianismo más “silvestre”, que me ha enseñado que había otras posibilidades más allá de ser únicamente mujer. Y, hoy en día que yo abrazo mi transmasculinidad, en mi poesía intento generar un espacio poético en el que se puedan hablar y reflejar todas estas cuestiones identitarias, políticas y sociales.
No es una poesía panfletaria, pero sí me atravesaron muchas cosas, como el hecho de que el género y la clase siempre van de la mano. El ser consciente de mi clase trabajadora creo que me sirve para ser un puente para otras personas y que la poesía se convierta en una reparación histórica de nuestras vivencias, nuestras memorias, el saber popular, etc.
¿Cómo ves que opera la edición independiente en el ámbito de la poesía conurbana?
Creo que la edición independiente, en general y con la poesía en particular, contribuyen a colectivizar la palabra y a pensar estrategias económicas y de formatos. También ayudan a llegar a los lugares de formas diferentes, pensándonos como un grupo y no como individuos o meras instituciones mercantiles que persiguen un objetivo.
Dentro de esa gran red, se sigue trabajando para brindar espacios y generar nuevas herramientas para publicar, autopublicarse, y que las personas sepan que no es necesario tener un aparato multimedio detrás para poder mostrar una obra.
“No hay que autoexigirse, sino simplemente escribir, tratar de encontrar herramientas y trabajar la palabra, confiar en que todas las voces son válidas. Hay que buscar la fuerza interior, canalizarla y hacer de ello una obra.”
Inés Púrpura acerca del trabajo con la palabra.
De tu propio material, ¿dirías que tenés favoritos?
Siempre pienso mi material como si fuese un artefacto pop que me gusta, en donde vos abrís un poemario y encontrás una temática. Un poemario trae un poco escondido la resonancia del trabajo anterior.
No sé si tengo un favorito, pero puedo decir que me siento conforme con lo que escribo. Lo hago porque es quizás lo único que me ha salido bien, es algo que me da placer y felicidad al hacerlo. Y, en un mundo que tiene sus cosas maravillosas y también muy jodidas, mi escritura, la poética y la amistad son mi motor para seguir viviendo.
Por fuera de lo estrictamente literario, ¿qué podemos encontrar de Inés Púrpura?
Más allá de la literatura, tuve la posibilidad de hacer dos EPs, uno llamado “Catástrofe en plegarias” que lo grabé con Luis Baumann y es una conversación entre poemas y canciones; y el otro llamado “Mutis Inverso” que oficia como una continuidad del anterior, también con Luis y con la participación de Trola. Ambos están disponibles en todas las plataformas.
Me gusta el hecho de no quedarme solo con el ejercicio de la palabra en la poética, sino también hacer otras cosas artísticas, como mi trabajo en Las Pibas, la colectiva de escritura con la que tuve la posibilidad de viajar, de hacer fanzines. También la creación de Editorial Mutanta, que aún sigue vigente. Con Trola también hicimos una gira este año, llamada “Cae la noche suave”.
¿Cuál es tu último trabajo poético?
Mi último trabajo es un nuevo poemario que ve la luz después de casi cinco años de mi última publicación. Salió en agosto y se llama “Una fogata hablaba de nuestros corazones”, editado por Santos Locos Poesía y con diseño de tapa por Femimutancia. Lo estaré presentando en San Telmo en los próximos días.
¿Qué consejo le darías a unx escritorx del conurbano que quiere comenzar a publicar sus escritos?
Creo que, en primer lugar, siempre hay que confiar en lo que unx está escribiendo. También leer, ir a ferias a escuchar a otrxs. Hacerse un blog o un Instagram para compartir los escritos es algo que puede hacerse. Aunque yo, personalmente, no creo que absolutamente todo lo que se escribe debe ser mostrado.
Tampoco considero que el hecho de tener un micrófono y recitar te convierte automáticamente en escritorx. Porque unx puede escribir siempre y no mostrarlo. No hay que autoexigirse, sino simplemente escribir, tratar de encontrar herramientas y trabajar la palabra, confiar en que todas las voces son válidas. Hay que buscar la fuerza interior, canalizarla y hacer de ello una obra.
Fotografía de portada por Cabri Lynch.