Escritorxs del Conurbano: Hoy, Natalia Iñiguez
Melina Alderete
“Además de las tareas de cuidado que históricamente hacemos las mujeres y disidencias que maternamos y que estamos al cuidado de familiares de edad avanzada o enfermxs, el autocuidado y el trabajo ocupan casi la totalidad del tiempo. La escritura, entonces, es percibida como una actividad inútil, que no tiene que ver con la productividad”, reflexiona Natalia Iñiguez, escritora oriunda de Pablo Podestá, partido de Tres de Febrero, ese sitio que Iñiguez denomina como “ni el oeste ni el norte, siempre espacios híbridos”.
La Ciudad conversó con Natalia Iñiguez, quien también es una de las co-creadoras de Editorial Mutanta, el proyecto que nació con la edición para grandes escritorxs del conurbano, como Ioshua. Una charla en la que se cuelan los feminismos, los recuerdos de la infancia, las reflexiones cotidianas y una suerte de consejos para escribir en los tiempos acelerados e inentendibles que corren.
¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Cómo fue ese inicio de relación con el mundo de la escritura?
Creo que empecé a escribir cuando empecé la primaria. No recuerdo cuándo aprendí a escribir o leer, pero sí recuerdo ese momento en el que se me ocurrió que podría poner en palabras algo que me gustaba o me hacía ruido.
Pienso en dos momentos: Me regalaron un diario íntimo y había leído el de Anna Frank; inventé un nombre para mi interlocutora y empecé a registrar lo que pasaba en mis días. Otro momento es cuando se me ocurrió escribir un corto de animación que vi en Caloi en su tinta. Desde ahí me convertí en escritora de cuentos, armaba cuadernos ilustrados que no le mostraba a nadie. Escribía y reescribía.
En la adolescencia empecé a escribir poemas muy estructurados después de haber leído a Neruda y más libres después de Pizarnik.
¿Cuál fue el primer libro que recordás haber leído? ¿Qué te llevas de ese primer encuentro?
Creo que el primer libro que leí fuera de la escuela fue Socorro y No somos Irrompibles de Elsa Bornemann. Pero además, las historietas fueron súper importantes para mí y mis hermanos en la infancia. Compartíamos un mundo que hacíamos propio y que, de alguna manera, nos permitía escaparnos de algunos abismos familiares. La clásica lectura evasiva.
Yo era una niña que se enfermaba mucho y que no tenía amigos en la primaria, así que la literatura fue una manera de esconderme en un mundo otro, y la escritura un puente hacia el mío. Un mundo que no estaba construido quizás.
¿A quiénes consideras tus “referentes” en lo literario? ¿Cuáles son tus influencias?
Podría nombrar grosas como Thénon, Gruss, Bignozzi, pero en realidad no sé si tengo referentes. Leo mucho y desordenado. Las influencias no siempre son literarias, muchos escritores de otros ámbitos como el punk atravesaron mi escritura. Las bandas, amigxs que están escribiendo ahora. Un grupo de poetas por Whatsapp. Mis hijos cuando hablan. Mis estudiantes cuando dicen.
¿Qué es Editorial Mutanta? ¿Cuándo surgió?
Pensamos Editorial Mutanta en el 2016 junto con Sol Zurita y Gael Inés. Ioshua nos presentó y, luego de su muerte, pensamos en seguir gestionando espacios y proyectos desde otro lugar. Nació Mutanta, en principio, para editar “Por el barrio/En la placita” un libro que fue pensado por Ioshua y Gael con su proyecto Inés Púrpura. El fanzine salió en forma de Split, un formato que tomamos de los cassetes de punk rock en los que se presentaban dos bandas afines.
Luego, seguimos editando fanzines que imprimíamos y cosíamos nosotres. Al tiempo se sumó al proyecto Nora Fiñuken, después de su paso como autora. Luego de la pandemia y en la imposibilidad de juntarnos físicamente, empezamos dejar de lado la producción propia y empezamos a concentrarnos en otros aspectos del mundo editorial.
¿Cómo es el trabajo de la editorial con lxs autorxs? ¿Cuáles son los próximos proyectos de Mutanta?
Hoy, contamos con tres colecciones y dos que son más activas: Olescul, en la que editamos proyectos de autorxs que combinan poesía y arte visual en forma de plaquetas; e Hybris, en la que presentamos poemarios de autorxs contemporánexs. Además, nos expandimos un poco a nivel distribución y trabajamos con librerías. Nuestro plan es tener una librería mínimo en cada provincia, es nuestro proyecto 2023.
En este momento está en preventa una plaqueta de María Lucesole ilustrada por Ana Paula Méndez: “La tierra. Un largo poema sin personas”. Esperamos que antes de que termine el año salgan también los nuevos poemarios de Nora Fiñuken: “Otro reino” y Victoria Palacios.
¿Qué pensás del ambiente literario del conurbano? ¿Crees que, en el mercado editorial, lxs escritorxs del conurbano están ganando terreno?
Luego de la pandemia creo que los límites se corrieron un poco hacia el AMBA. Si bien sigue habiendo más ofertas de lecturas y ferias en CABA, la cuestión virtual y el laburo de años de escritorxs y editoriales que militan la bibliodiversidad desde sus propios territorios hicieron posible esto que está pasando y que ahora se ve como una especie de boom.
¿Cómo ves el ambiente literario para las mujeres escritoras y para las disidencias?
No pienso que haya un punto de quiebre. Quizás, en lo referido a las mujeres y las disidencias, el movimiento feminista y la explosión del movimiento de mujeres tuvo algo que ver y se produjo un corrimiento de la mirada. Porque escribir siempre escribimos, y siempre estuvimos ahí, quizás lo que cambió fue el foco.
De tu propio material, ¿cuáles son tus escritos favoritos y por qué? ¿Cuáles son tus próximos proyectos en lo literario?
No tengo escritos favoritos. Quizás en el momento de la lectura en vivo elijo algunos que fueron más pensados para la oralidad y otros poemas quedan afuera de las lecturas porque están más relacionados con la palabra escrita. Si bien me leo a mí misma en voz alta y trabajo con el ritmo y la voz, no creo que todos los poemas funcionen en lo oral.
El año pasado pensé un proyecto que cruza la literatura con el tiempo y las tareas de cuidado y fue seleccionado con una beca por el FNA. Hasta hace unos meses, mi vida se regía por horarios que no eran míos, mis días se gastaban en el cuidado hacia mi madre y abuela. Quise pensar, entonces, en clave literaria, en qué lugar se cuela la escritura en nuestros/mis días.
Además de las tareas de cuidado que históricamente hacemos las mujeres y disidencias que maternamos y que estamos al cuidado de familiares de edad avanzada o enfermxs, el autocuidado y el trabajo ocupan casi la totalidad del tiempo. La escritura, entonces, es percibida como una actividad inútil, que no tiene que ver con la productividad.
Pensar todas estas cuestiones, todos los días, escribir en papelitos, no poder ordenarse, no tener tiempo, en fin, es parte de la vida cotidiana de muchas personas. Entonces, fue preciso pensar otras formas de escritura, charlar con amigxs, mandar audios a otrxs y a una misma. El proyecto se convirtió en un collage, un multiverso de escritos en distintas plataformas, en distintos formatos. Una literatura en los intersticios.
¿Qué consejo le darías a unx escritorx del conurbano que quiere comenzar a publicar sus escritos?
No siento que deba o pueda dar consejos, pero pienso en mi propia práctica. Escribir cuando se pueda. En cualquier momento. Escribir de todo. Escribir cualquier cosa. Hacerse de una grupalidad, conocer a otres escritorxs. Ir a lecturas, leer a otres, leer a quienes estén escribiendo ahora. Investigar a los proyectos editoriales afines o cercanos a nivel territorial. Comprar sus libros. Colaborar con la difusión. Autogestionarse también. Las redes son de gran ayuda.