"La Santísima Trinidad", los bisabuelos de la noche en el Oeste

Mucho antes del boom gastronómico, la vida social de este pueblo se forjó en tres esquinas fundamentales. No eran "bares" en el sentido moderno, sino refugios.

"La Santísima Trinidad", los bisabuelos de la noche en el Oeste
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Antes de que Santa Rosa fuera un corredor gastronómico y Parque Leloir un polo de moda, tres lugares míticos cimentaron la identidad del Oeste en nuestra ciudad. Un recorrido por el Almacén de Pastré, la Pulpería de Neón y la Posta de Pardo, los bisabuelos de la noche del Oeste.

Si uno se para hoy en la esquina de Santa Rosa y Sarmiento un sábado por la noche, el ruido es inconfundible: música, brindis con cervezas IPA y el murmullo de cientos de jóvenes. Ituzaingó es hoy la capital de la vida nocturna del Oeste. Pero si apagáramos las luces de neón y rebobináramos la cinta ciento cincuenta años, el sonido sería otro: el relincho de un caballo, el golpe de un vaso de vidrio grueso contra una madera gastada y una discusión política a la luz de un farol de grasa.

Mucho antes del boom gastronómico, la vida social de este pueblo se forjó en tres esquinas fundamentales. No eran "bares" en el sentido moderno, sino refugios. Eran el banco, el correo y el club social. Esta es la historia de la Posta de Pardo, el Almacén de Pastré y la Pulpería de Neón, la santísima trinidad de la bebida y el encuentro en el viejo Ituzaingó.

1 La Posta de Pardo: El "Drive-Thru" de las carretas

Para entender el origen, hay que mirar el mapa antes de que existiera el tren. En los tiempos del Camino Real —la "autopista" de tierra que conectaba Buenos Aires con el interior—, beber algo no era ocio, era necesidad.

Ahí entra en escena la Posta de Pardo. Ubicada estratégicamente en el paso obligado de viajeros, su función era vital: recambio de caballos para las diligencias y recarga de energía para los jinetes. Mientras los animales bebían agua, los viajeros bajaban cubiertos de polvo a tomar ginebra o caña quemada para "matar el bicho" y calentarse el cuerpo.

Se cree que estaba en la "horqueta" que forma Brandsen al encontrarse con Ratti, que nacía en el Camino de los Correos (actual Gaona)y llegaba como camino tropero hasta el camino a Luján( actual Av.Rivadavia).

Brandsen era conocida en aquel tiempo como Camino de Pardo, hasta el paraje denominado Codo de las Carretas o Codo de Pardo(Curva de los Banquero, hoy Curvo-Sold) y de allí los reseros llegaban a la nombrada Posta de Pardo, sitio de preferencia ya que lograba la convergencia de esos dos caminos.

La Posta de Pardo fue el primer "noticiero" de la zona. Allí llegaban las novedades de la Revolución, de las guerras civiles y de la política porteña. Hoy, su apellido sobrevive en una de las calles principales de la ciudad, recordándonos que ese asfalto por el que hoy vuelan los autos, alguna vez fue huella de carreta donde se paraba a descansar y beber.

Foto antigua de la Posta

2. La Pulpería de Neón: La resistencia gaucha

Si la Posta era el lugar de paso, la Pulpería de Neón era el lugar de pertenencia. Hacia finales del siglo XIX, mientras el ferrocarril empezaba a traer aires de modernidad, la pulpería de Neón se mantenía como el bastión de la tradición rural.

No hay registros fotográficos de la pulpería

Este negocio estaba situado a la vera del antiguo Camino de Córdoba, a inmediaciones de donde está radicado actualmente el Club de Polo “Los Pingüinos” y su propietario era don Miguel Naón, quien a la vez era Juez de Paz. Cuenta la leyenda que, además de este comercio, se encargaba de cobrar los derechos de tránsito que existían en aquel entonces para pasar de un Partido a otro y oficiaba de vigilancia.

Cuentan las crónicas orales que este era un espacio de "suelo y alma". Piso de tierra apisonada, olor a tabaco fuerte y la infaltable reja sobre el mostrador —la cicatriz arquitectónica de una época violenta— para proteger al pulpero de los facones y los tragos de más.

Aquí no se hablaba de progreso; se jugaba a la taba, al truco y se escuchaban payadas. Fue el bar de los que se resistían a dejar el caballo, el rincón donde el gaucho local encontraba a sus pares antes de que la urbanización terminara de alambrar el horizonte.

3. El Almacén de Pastré: El primer gigante de dos pisos

Con la fundación oficial del pueblo en 1872 y el crecimiento alrededor de la estación, llegó la "civilización" comercial. Y su emblema fue el Almacén de Ramos Generales de Francisco Pastré.

Ubicado en el lado sur (sobre la calle 24 de Octubre), Pastré no solo vendía harina y yerba. Su despacho de bebidas fue el primer "club de caballeros" no oficial de Ituzaingó. Lo que lo hacía imponente era su arquitectura: fue el primer edificio de dos plantas de la zona, un rascacielos para la época que miraba desde arriba a los ranchos vecinos.

La leyenda que envuelve a Pastré es de película. Se dice que un túnel secreto cruzaba la calle bajo la tierra, conectando el almacén con otra propiedad de la familia donde funcionaba un alambique clandestino (o discreto) para destilar sus propios licores. Además, Pastré funcionaba como banco: tal era la honorabilidad de Don Francisco, que los vecinos le confiaban sus ahorros en una libreta, mucho antes de que existieran los cajeros automáticos.

El brindis final

La Posta de Pardo desapareció bajo el progreso vial; la Pulpería de Neón se esfumó con el fin de la era gaucha; y el edificio de Pastré se demolió para construir el Cine Teatro Ituzaingó.

La próxima vez que te sientes en un bar de diseño en Parque Leloir o compartas una pizza en el centro, recuerdá que la costumbre de encontrarse, beber y arreglar el mundo en una mesa no la inventó la modernidad. La inventaron unos paisanos en una posta, unos gauchos tras una reja y un gringo visionario que construyó el primer piso alto para mirar, copa en mano, cómo crecía Ituzaingó.

¿Qué se bebía entonces? Mientras hoy reinan el Gin Tonic y la IPA, en las copas de 1890 lo que mandaba era:

Hesperidina: El primer aperitivo argentino, furor en los almacenes.

Caña con ruda: No solo para agosto, era el "medicamento" diario.

Vino Carlón: Espeso y fuerte, llegaba en bordalesas y se rebajaba con soda.

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