Natalia Peluso reflexiona sobre los desafíos que implica el nuevo Centro Universitario en ituzaingó.
Diario La Ciudad
Ayer, el Centro Universitario Regional de Ituzaingó abrió sus puertas y cuando la Universidad llega, las ciudades se transforman.
Que la Universidad exista es el primer paso para que nuestros vecinos y vecinas sigan estudiando. Por supuesto, garantizar las trayectorias educativas va mucho más allá de los edificios y es una tarea central que debe darse la comunidad educativa en su conjunto. Ituzaingó tiene más de 40.000 estudiantes de los cuales 15.000 están en la secundaria, cuyo nivel cuenta con 49 instituciones entre públicas y privadas. Es claro que una parte ya va a la Universidad o sabe que irá fuera del distrito, pero otra, mayoritaria, puede encontrar en el Centro Universitario la oportunidad que necesitaba para compatibilizar estudio y trabajo, (“atender a la” o “ocupase de”) familia y ahorrar tiempos y gastos de traslado.
Que la Universidad llegue a una ciudad siempre es una buena noticia, que debería generar el apoyo de todos los sectores de la sociedad. La educación es un bien social y un derecho humano fundamental que nos hace crecer como comunidad y que potencia el desarrollo humano y productivo, ese que Ituzaingó tanto necesita. Indudablemente que nos trae desafíos, y en eso debemos poner especial atención, en especial en aquellas y aquellos estudiantes que a partir de ayer se acercan por primera vez en sus vidas y en la de sus familias a la educación superior.
El primero es, claro, que las y los jóvenes terminen la escuela secundaria y que lo hagan con aprendizajes de la más alta calidad. Como dice Eduardo Rinesi, el acceso a una educación de calidad es un derecho al que no debemos renunciar. Eso implica que todo el esfuerzo del sistema educativo en el nivel secundario debe estar puesto en el acompañamiento a las trayectorias educativas y en ir a buscar a quienes, por diversos motivos, no están asistiendo a la escuela. Ese paso por el nivel secundario, acompañado por una fuerte articulación con la educación superior, puede dar el empujón necesario para que estudiar en la universidad sea una posibilidad efectiva para miles de ituzainguenses.
En la Universidad Nacional de Avellaneda, donde doy clases, el 83% de sus estudiantes son la primera generación de universitarios en sus familias. Seguramente el número ascienda aún más si pensamos en las tasas de egreso y el ejercicio de las profesiones. En la Universidad Nacional de General Sarmiento es el 84% y en la Universidad Nacional de Moreno, muy cerca de Ituzaingó, asciende al 90%. Estos porcentajes no son solo números, sino que dan cuenta la urgencia de que, a razón de la creación de una nueva Universidad, estemos construyendo los mecanismos y dispositivos necesarios para que quienes ingresen, permanezcan y egresen, lo hagan con una formación de altísima calidad. Ese es el compromiso que debe asumir la gestión universitaria, con una perspectiva pedagógica y de formación profesional que contribuya a hacer crecer Ituzaingó en el marco de un proyecto de país.
La creación de Universidades, como responsabilidad y decisión del Estado Nacional, articula estos mecanismos a través de la Secretaría de Políticas Universitarias, el Consejo Interuniversitario Nacional y por supuesto, cada una de las Universidades que son autónomas gracias a las transformaciones que impulsó la Reforma Universitaria de 1918.
“Ituzaingó tiene un Centro Universitario y se festeja. Es un desafío que recién comienza. Es un punto de partida que nos tiene que invitar a pensar Ituzaingó de aquí a los próximos 20 años: qué carreras elegimos para hacer crecer nuestra ciudad, cómo se genera el trabajo necesario para que las y los egresados puedan ejercer y potenciar el desarrollo industrial, de servicios, tecnológico y comunitario”. Articular la investigación con el desarrollo local, propiciar la cooperación entre universidades y empresas, etc.
“Una planificación estratégica de Ituzaingó, que crezca en servicios públicos y acceso a la vivienda, que involucre a la comunidad para resolver los problemas, que nos permita no sólo vivir sino estudiar y trabajar acá, que nos ahorre tiempo de viaje al trabajo para ganarlo compartiendo con nuestros amigos y familias, todo eso y mucho más, se potencia con la llegada de la Universidad”.
Natalia Peluso es Lic en Ciencias de la Educación de la UBA y se especializa en temas de derecho a la educación superior. Está terminando su doctorado en Educación y es docente de la Universidad Nacional de Avellaneda. Trabajo en las secretarias académicas de la Universidad Nacional de Moreno y de la Universidad Provincial de Ezeiza. Dió clases en FFyL UBA.