“Todo fallo es político”: Una charla con el juez Roberto Andrés Gallardo
Melina Alderete
“Un buen juez es aquel que se vincula con la realidad de su sociedad, que tiene un compromiso con la efectividad de los derechos”, señala Roberto Andrés Gallardo, quien se desempeña como juez en lo Contencioso, Administrativo y Tributario en la Ciudad de Buenos Aires.
Gallardo, además, escribió numerosos ensayos políticos en donde se ocupa de situaciones muy vigentes, como la problemática del paco en la gente que está en situaciones de desigualdades, en “El Paco. Informe sobre consumo y efectos en el cinturón sur de la CABA”, una investigación multidisciplinar realizada en conjunto con curas villeros, médicos, abogados y otrxs especialistas.
En el 2018, Roberto Andrés Gallardo publicó el libro “Francisco versus Moloch: ideas para una revolución ecosocial”, en donde desafía el desconcierto de los tiempos que corren y propone alternativas ambiciosas para crear una sociedad más justa, equitativa e igualitaria que no tema hacerle frente a los poderosos.
En diálogo con Carlos Romero en Socios a la fuerza, el programa que se emite todos los lunes de 19 a 21 por Radio Kamikaze, Roberto Andrés Gallardo reflexionó sobre el rol de los jueces y juezas, las transformaciones sociales y la importancia de estar en los territorios e involucrarse sinceramente con el pueblo.
¿Qué podés contarnos de la posibilidad de transformación en “Francisco versus Moloch”?
Una de las cosas que más destaqué en el texto fue la situación crítica a nivel global, que podría haber servido como desencadenante de transformaciones positivas. Sin embargo, tuvimos desgraciadamente el tema de la pandemia apenas unos años después de la publicación del libro.
En un principio, algunos pensábamos que esa era la situación crítica y casi terminal, en el sentido de estructuras económicas y de conductas sociales, que significarían el comienzo de un gran cambio positivo. Pero que, contrariamente, terminaron siendo cambios negativos, ¿no? Yo creo que no fuimos hacia un cambio de paradigma, sino hacia una profundización dramática del paradigma establecido que critica el texto en sí.
Además, parecería como que perdimos una oportunidad, ¿no? Al no haber “aprovechado” la pandemia en los términos que vos planteas, como una situación que nos permitiera darnos cuenta de algunas cosas y reaccionar…
Claro, tal cual. Es algo que yo vengo pensando desde hace algunos meses: ¿En qué estamos fallando como humanidad? Más allá de la cuestión económica, de clases, ¿qué es lo que está sucediendo con nosotros, en términos humanos básicos, para ser tan destructivos? Porque las conductas que vemos todos los días son cada vez más destructivas, algo que nos lleva a pensar mucho en esta idea de crisis y de finitud del todo.
Creemos mucho en esta idea de lo eterno, de que pareciera que no hay límites para nuestra propia existencia y la existencia también de todo lo que nos rodea, pero no es cierto. Los recursos no son infinitos, las capacidades de transformación tecnológica no es ilimitada, etc. Creer que no hay un fin termina conspirando contra nuestra propia esencia.
Es interesante lo que planteás, porque denota la actitud que se toma frente a un abismo, ¿no? Hay dos opciones: Podés ver ese abismo y tomar una decisión acerca de lo que hay que hacer con eso. O podés negarlo todo, que es lo que se estaría haciendo actualmente
Sí. Yo creo que, en algunos, todo lo que veníamos hablando es un discurso asumido como verdadero, porque lo enuncian con cierta honestidad intelectual. Se piensan que, por ejemplo, lo del cambio climático es un chiste, que recursos va a haber siempre y que el plástico del agua se va a eliminar solo.
Pero hay otros que claramente entienden que, si no se actúa en el ahora, esto va a colapsar y no va a ser lindo quedarse en lo que quede de la Tierra.
Hay capítulos en tu libro “Francisco versus Moloch” en los que vos te preguntás, por ejemplo, si es posible la sustitución de la economía fiduciaria por una economía cibernética, sobre la creación de un sistema de comunicación autogestiva, entre otras propuestas que son consideradas ambiciosas. Y, como tales, muchas veces son tildadas como ficcionales e ilógicas. Y yo pensaba, ¿acaso este mundo en el que vivimos parece lógico?
Totalmente. Por eso digo que la propuesta que realiza el texto es rupturista. Nosotros estamos formados para creer, por ejemplo, en la economía fiduciaria, esa economía de papeles que es manejada por unos pocos que tienen la capacidad, en términos monetarios, de emitir sin ningún tipo de límites (como Estados Unidos) y decirnos a nosotros que, si emitimos, generamos inflación.
Sin embargo, esto es lo políticamente correcto, lo académicamente serio. Es lo que las escuelas avalan, promueven y difunden.
Entonces, si vos te planteás la lógica inversa, como dice el texto, y te proponés planificar una economía energética en la que cada objeto, producción y posición de trabajo va a tener una evaluación energética, con intercambios genuinos y sin agregado especulativo, de tasa de ganancia, interés ni nada de eso, te dicen que es algo delirante.
“Su libro me gusto. Es serio y profesional. No disfraza la realidad. Y, quienes quieran hacer un cambio en este infierno de la droga y del Paco, tienen allí ayuda. Por otro lado, hace bien en distinguir droga y paco. El paco es VENENO directo, con algo de residuo de droga. Gracias por lo que hace. Rezo por Usted y, por favor, no se olvide de hacerlo por mí.”
Mensaje del Papa Francisco a Roberto Andrés Gallardo tras la publicación de su libro “El Paco. Informe sobre consumo y efectos en el cinturón sur de la CABA”.
Yendo a otra etapa de tus trabajos, ¿cómo fue tu vinculación con los chicos y chicas que se encontraban en situación de adicción al paco?
Empecé a vincularme, en primer lugar, con los curas villeros, con quienes tengo relación desde el principio de mi carrera, a principios de los 2000. Luego de mi asunción, tuvimos el tema del 2001, que hizo desastres en términos de marginalidad y consumo.
Dentro de los curas villeros que trabajaban conmigo en los territorios, se encontraba el hoy Papa Francisco, con quien tenemos una estrecha relación y, en ese entonces, era el Padre Bergoglio.
Cuando yo comencé a trabajar en el tema, lo hice en términos absolutamente extraoficiales, es decir, no por mi rol de juez, sino a nivel personal, porque quería saber cómo colaborar y qué se podía hacer ante estas situaciones. Posteriormente, comenzaron a llegar algunos casos relacionados al paco, y algunos me tocaron a mí y otros no.
Con el correr del tiempo, se creó lo que se llamó la Secretaría Villera, que era una estructura que fue concentrando una serie de causas vinculadas con las problemáticas de las villas en la Ciudad de Buenos Aires.
Lo que pasó fue que, realmente, esas causas se terminaron acumulando porque nadie las quería tomar. Pero al menos la problemática logró instalarse en los juzgados y eso me permitió, esta vez como juez, tener más acceso a la situación de estos grupos y, eventualmente, comenzar a realizar investigaciones sobre los consumos. Para ello, fue vital el laburo de los curas y sus redes de hogares, como el Hogar de Cristo, que contiene a chicos y chicas y trata de buscarles alternativas afectivas y laborales, todo lo que sirva para rescatarlxs.
Así, con varios sociólogos, médicos, curas, entre otrxs especialistas, comenzamos a llevar a cabo una investigación multidisciplinaria que derivó en el libro “El Paco. Informe sobre consumo y efectos en el cinturón sur de la CABA”. Sin embargo, me parece importante destacar que, para mí, lo más importante del paco es todo lo que no se hizo. Nunca se discutió legislativamente la temática del paco ni se llevaron a cabo los proyectos de los llamados “tribunales territoriales de alta complejidad”, algo que, a mi juicio, significa la única solución real para los barrios.
En los barrios, no hay nadie más que la policía como “sujeto de justicia”, con todo lo que implica que solo esté esta entidad como símbolo de justicia, y lo dejo a imaginación de lxs lectores. La realidad es que la problemática de consumo es sumamente compleja e involucra cuestiones sociales, económicas, familiares, y requiere un abordaje multidisciplinario que solo lo puede dar un tribunal de alta complejidad que esté en el lugar y que trabaje con los involucrados de forma directa y constante.
Es un poco seguir el esquema de los curas villeros, ¿no? Es decir, no “ir” al lugar, sino “estar” en el mismo territorio donde las cosas pasan y están las personas
Absolutamente. No sirve otra cosa.
En ese sentido, ¿cómo definirías vos el rol de un juez, de un funcionario del Poder Judicial? En términos también, de todo lo que venías desarrollando, y de vinculación de lo político con lo judicial, lo social, etc.
La verdad es que es una pregunta que tiene una respuesta muy compleja y extensa, porque puede ser abordada desde distintos ángulos. Sin embargo, yo creo mucho en que, parafraseando al Indio Solari, todo fallo es político. No hay otra posibilidad. Nosotros, como jueces y juezas, somos parte del gran Poder Político del Estado, aunque algunos confunden lo partidario con lo político. Obviamente, nosotros en nuestro trabajo, no podemos tener actividad partidaria ni decidir en función de premisas partidarias, pero eso no quiere decir que no seamos actores políticos de un sistema político.
Cada vez que vamos a resolver algo, nosotros estamos moviendo al sistema político para un lado o para el otro. Quienes creen que la realidad es objetiva, neutral e imparcial en términos impolutos, viven en un mundo ficcional en donde los jueces somos vistos como una piedra o una máquina, en las cuales el contexto no incide, tampoco la ideología o la experiencia histórica. Y eso es algo absolutamente falso.
La realidad es que existe una matriz colonial en la que el juez tiene que estar respetando la ley sin importarle lo que es justo, siguiendo la ley modelo, esa que venía con una centralidad europea. A pesar de que esto se fue matizando con el correr de los años, aún existe y hay mucho residuo filosófico y teórico vinculado con las ideas coloniales.
En ese sentido, definir la figura del juez significa romper con un modelo histórico que nos tiene como aliados de bien, alejados de la voz y de la voluntad de los movimientos populares, sociales, de las creencias de nuestro pueblo.
Un buen juez es aquel que se vincula con la realidad de su sociedad, que tiene un compromiso con la efectividad de los derechos.