Belleza y autocuidado para todxs: “Chicoana”, el salón de uñas de Haedo que ofrece sus servicios “a la gorra” para personas de la comunidad
Melina Alderete
“La estética habla del poder ser. Empoderarse es muy importante para alguien que, por mucho tiempo, se sintió ajenx a la sociedad, ajenx al poder sentirse bien”, reflexiona Anto, la creadora de “Chicoana”, un salón de uñas de Haedo que comenzó a ofrecer sus servicios de manicura bajo la dinámica “a la gorra” a personas de la comunidad LGBT+.
El espacio, que lleva un nombre en quechua que significa “pedacito de cielo escondido” nació durante la pandemia y, este año, se convirtió precisamente en un tesoro latente, una especie de refugio de brillos y amor para el colectivo disidente del oeste.
La Ciudad conversó con Anto acerca de los inicios de Chicoana, la decisión de brindar esta posibilidad a la comunidad LGBT+ en tiempos de crisis económica y de derechos, la “militancia de los brillos” y la importancia de animarse a ser y hacer.
¿Cómo y cuándo nació Chicoana? ¿Por qué elegiste ese nombre?
Chicoana nació en plena pandemia, luego de quedarme sin trabajo. Si bien siempre me gustó pintar uñas y arreglarlas, ese fue el impulso a dedicarme de lleno a esto.
El nombre viene de un pueblito de Salta. El norte es mi lugar en el mundo. Al momento de elegir el nombre del salón, quería que tenga mi esencia. “Chicoana” significa “pedacito de cielo escondido” en quechua.
¿Cómo surgió la idea de realizar servicios de manicuría y estética de uñas a la gorra para personas LGBT+?
Hace un tiempo estaba haciendo unas compras y, al momento de pagar, delante mío estaba una señora trans. Yo siempre miro las manos. Y cuando la miré, vi que no las tenía arregladas. Eso hizo que me pregunte si de verdad existen lugares en los cuales toda la comunidad pueda ser parte y no sentirse observadx. Entiendo que sí los hay, pero son los menos. Hoy en día, mi trabajo forma parte de “los lujos”. Entonces me dije: “¿Tendrá los medios también para poder hacerlo?”
Ese día, como que me quedó en la cabeza ese pensamiento, y me dije: “Algo tengo que hacer con esto.” Me frenaba el no saber cómo hacerlo llegar, pero con ayuda de clientxs y compartiendo la idea, me animaron a impulsarlo y hacer correr la voz.
¿Creés que existe una “militancia de los brillos”?
La estética habla del poder ser. Empoderarse es muy importante para alguien que por mucho tiempo se sintió ajenx a la sociedad, ajenx al poder sentirse bien. Y creo que re sí existe una “militancia de los brillos”, de los colores, de darle alegría a las uñas, a la ropa. Se trata de poder ser libre de vestir, armar cada vestuario.
Tengo un cliente, Gabi, que es parte de La Warhol y nuestras charlas en cada turno son “¿qué te vas a poner el viernes? ¿Cómo vas con el vestuario, el armado, los brillos, los colores?”. Creo que es todo un combo. A mí, los brillos y los colores me dan alegría.
En tiempos tan duros para nuestro país, pero específicamente para las disidencias, ¿cómo crees que la comunidad LGBT+ puede afrontar el avance de la derecha?
Refugiándose, pero no un refugio para esconderse, sino partiendo de la idea de tener un refugio para estar con gente que te hace bien; tener esos lugares de encuentro en donde sentirse parte. En estos tiempos, va ser fundamental para todxs, en la medida que se pueda, estar con gente que nos haga bien, el tener planes en donde abrazarnos, llorar si hace falta o incluso poder hablar.
Por otra parte, se están llevando a cabo distintas instancias de resistencia política, cultural y disidente en distintos barrios del oeste. ¿Cómo ves las protestas? ¿Participaste de algún cacerolazo o similar?
Sí, participé en Haedo y también me pasa que voy pasando por distintos estados, en donde digo: “¡Che, ya salgamos todxs!”. Y luego, en mi etapa de enojo, estoy como “Bueno, yo no voté esto, que salga el otro a reclamar”. Igualmente, el enojo me dura nada, porque entiendo que nadie se salva solx. No me gusta caer en “Bueno, jodete”, sino más bien en un “Che, te equivocaste, por lo que fuese, pero venís, te abrazo y marchamos juntxs.”
Volviendo a Chicoana y su iniciativa disidente, ¿cómo es la dinámica de los turnos a la gorra para la comunidad LGBT+?
Los turnos “a la gorra” son los días martes. Estoy súper contenta, porque el primer día de lanzada la iniciativa, me escribió Mickel, que se casa y re querían hacerse las uñas. Tenían muchas ideas, pero no podían costear este gasto.
Respecto a la dinámica, los turnos son cada 15 días, o sea, dos martes al mes. Doy 4 turnos y es así, a la gorra: Lo que puedan, lo que quieran, o si no pueden también está bien. La idea es compartir un lindo rato juntxs y que el arte de las uñas llegue a todxs.
El salón “Chicoana” está en Haedo, ubicado a una cuadra de la estación.