Bullying en el Sofía Bunge: La víctima se cambió de colegio, ganaron los acosadores en complicidad con el colegio
Diario La Ciudad
El caso de L. una niña que denunció ante Diario La Ciudad una situación grave de bullying en el Instituto Madre Sofia Bunge de Ituzaingó, no tuvo ninguna solución por parte de las autoridades y derivó en un cambio de escuela. Los agresores descubrieron el colegio nuevo y se acercaron para amedrentarla.
Hace poco menos de un mes, la mamá de L. se acercó a nuestro diario para contar la terrible situación que estaba viviendo su hija en el Instituto Madre Sofía Bunge de Ituzaingó. L. Tiene 14 años y sufre bullying desde los 11. Insultos, aislamientos y ciber acoso se volvieron parte de su día a día. Sus padres, al notar un cambio rotundo en su comportamiento, decidieron indagar y descubrieron los maltratos que L. sufría por parte de un grupo de compañeros y compañeras en el colegio.
Preocupadísimos por dicho panorama, se acercaron una y otra vez para hablar con las autoridades del Instituto Bunge y encontrar una respuesta al problema. Pero nunca hubo soluciones. De hecho, pareciera que el representante legal del colegio, Patricio Villegas, se vio más preocupado por las notas periodísticas que salieron sobre el instituto que por los malos tratos que L. sufría en la escuela que él mismo maneja.
“El representante legal se mostró muy enojado y ofendido cuando yo hice las notas anteriores. Le dije que yo tengo derecho de decir y defender a mi hija de la manera que sea. Si yo no era escuchada en la escuela, trataba por otros medios de que de que todo el mundo se entere de lo que mi hija estaba padeciendo y sufriendo porque no era no es algo normal“, confesó la mamá de L.
Doblemente víctima ante un cambio de colegio
Ante la falta de accionar del colegio y por pedido expreso de la psicóloga de su hija, los padres de L. decidieron sacarla del Instituto Madre Sofía Bunge. Durante una semana, L. dejó de asistir de manera presencial a las aulas, porque ni su salud física ni mental podían soportar más los atropellos de un grupo de compañeros que nadie frenaba.
“(El bullying) le destruyó no solo su cabecita, sino también su cuerpo. Cuando empezó con el tema del corazón fue que decidimos sacarla. Dijimos ‘hasta acá’. La psicóloga habló con mi esposo y conmigo, y nos dijo que la alejáramos de este lugar. Nos fuimos de Buenos Aires por una semana. Los profesores le mandaron tarea como no le mandaron nunca en su vida para cubrir la parte pedagógica. Lo que ellos no lograban cubrir es la presencia de la criatura en la escuela.”.
Mientras L. estudiaba sin asistir a clases, sus padres comenzaron a buscar vacantes en otras instituciones. A pesar de las complicaciones logísticas y económicas que conlleva un pedido de vacante a mitad del ciclo lectivo, ellos sabían que era la única solución.
Los últimos días de mayo fueron terribles para L. Tuvo que asistir presencialmente al Instituto Bunge para que las y los profesores pudieran tomarle exámenes y así “cerrar las notas” del trimestre. Durante esos días, la única medida que encontraron desde la institución para hacerla sentir más segura en el aula, según cuenta su mamá, fue sentarle a una preceptora a su lado “como si fuera un guardaespaldas”.
Fue así que L. se despidió de sus amigos en el acto del 25 de Mayo, el último día que pasó en el colegio al que llegó como una preadolescente feliz de 11 años, y del que se fue 3 años después con el autoestima destrozado y niveles de estrés que le causaron problemas cardíacos inusitados en alguien de su edad.
Los victimarios ganaron y “fueron premiados”
“Los victimarios están premiados por la escuela, porque ellos creen que han ganado. El día que se fue habrán festejado que la víctima se tuvo que ir. Hasta el día de hoy no sabemos por qué se ensañaron de esta manera con ella y los adultos responsables no la protegieron, nunca la cuidaron.“, señaló la madre con profunda tristeza.
Al ver que la situación no daba para más, el grupo que ejercía bullying contra ella comenzó a increpar a sus amigos. Les decían que no debían juntarse con L., e incluso llegaron a hackear las cuentas de la plataforma educativa de dos compañeros. Es por esto que antes de retirar a su hija por última vez, la madre de L. le pidió un favor a la directora: “Protejan a los chicos que quedan. Protéjanlos porque van por más, no tienen límites.“
El bullying sigue fuera de la escuela
El 1° de junio L. comenzó las clases en el colegio nuevo. Todo iba muy bien e incluso se mostró contenta por sus nuevos compañeros, que la trataron como una más del grupo. Pero por la tarde, en la clase de gimnasia, pasó lo peor. Dos de los chicos que ejercían bullying contra ella en el Instituto Bunge se aparecieron en el predio deportivo donde estaba L.
“La noche anterior brindamos en casa. ´Mañana empieza tu nueva vida, a disfrutarla. Vas a ver que el secundario es lo mejor que te va a pasar en la adolescencia, vas a tener muchos amigos, vas a crecer con ellos, es lo mejor que te va a pasar’, le dije. Y después pasa esto. Mi discurso se cae cuando vienen estos dos zánganos y los otros le empezaron a mandar fotos del colegio donde iba. ¿Para qué lo hacen? ¿Por qué seguir amedrentándola? Yo te juro que no entiendo”, expresó angustiada su mamá.
Por lo pronto, el caso está siendo investigado por los inspectores de la Dirección de Educación de Gestión Privada (DIEGEP) correspondientes. Dicho organismo tiene la función de supervisar y controlar a las instituciones educativas de gestión privada para garantizar el cumplimiento de los lineamientos de la política educativa provincial. Es por esto que están averiguando cuál fue el accionar del Instituto Bunge ante este grave caso de bullying.
Un protocolo anti-bullying inexistente
Los padres de L., ante la falta de pruebas que demostraran que el colegio había tomado cartas en asunto, decidieron recurrir al inspector del colegio, que los atendió en conjunto con la inspectora de psicología. “Ellos quedaron que iban a tomar intervención en la escuela a los fines de conseguir las probanzas de que la escuela haya hecho algo para tratar de parar semejantes situación de bullying”, destacó.
“Yo me cansé de pedirle a la escuela cuáles eran las actuaciones que ellos sabían llevado adelante para tratar de modificar esta situación, controlar a esos alumnos, para que dejaran de hacer el daño que hacen. No tienen un solo papel escrito para mostrarme qué es lo que se hizo, cómo se trabajó, de qué forma se abordó el tema bullying. Empezaron a hacer convivencias una tras otra, pero lo único que hicieron con las convivencias fue lastimar más a L. Ella venía llorando todos los días y ya lo último no quería ir más a la escuela”, aseguró la madre.
Este caso comenzó en el 2021 y todavía no se ha resuelto. El representante legal que no da soluciones, autoridades que no logran aplicar efectivamente un protocolo anti-bullying, y un grupo de adolescentes que no dejan de hostigarla cambiaron rotundamente la vida de una chica de 14 años que solo quiere transitar su educación secundaria en paz.
L. y su familia quedan a la espera del veredicto de los inspectores para saber qué pasara con su antiguo colegio y, ya que evidentemente el cambio de establecimiento no fue suficiente, que se tomen las medidas necesarias para que sus agresores dejen de lastimarla a ella y a sus compañeros.