Desmitificando las primeras veces: Una charla con Guillermo Amarilla Molfino
Melina Alderete
“Cuando me llega el primer resultado, el negativo, yo lo tomé como un cierre de la historia. Dejé de insistir, de buscar, y mi vida siguió como lo venía haciendo. Hasta que vi un episodio de Televisión por la Identidad y mi vida cambió para siempre”, comenta Guillermo Amarilla Molfino, el nieto recuperado número 98.
Cada vez que las Abuelas de Plaza de Mayo, junto con el Banco Nacional de Datos Genéticos, logran restituir su identidad a alguna persona que fue apropiada durante la última dictadura cívico militar, es un motivo de celebración que llega a todos los rincones de nuestro país.
En el caso de Guillermo, él recuperó su identidad en noviembre del año 2009. Sin embargo, en marzo del año 2008, el año anterior a su resultado positivo, Guillermo obtuvo un primer resultado, que fue negativo. La primera respuesta fue que su perfil genético no coincidía con el de ninguna de las familias que estaban en el banco. Su mamá estaba embarazada, y nadie tenía conocimiento de ello.
En su paso por Socios a la fuerza, el programa conducido por Carlos Romero que se emite todos los lunes de 19 a 21, Guillermo Amarilla Molfino repasa su historia, que le saca la solemnidad a “aquellas primeras veces” en las que, en ocasiones, las cosas no salen como uno espera, otorgándole un protagonismo y un valor mayor a las segundas vueltas que pueden cambiar una vida.
¿Cómo fue ese primer momento en el que el resultado que obtuviste, no confirmó tus sospechas, sino que las puso “entre paréntesis”?
A fines del año 2007, yo me había presentado en Abuelas por mis propias inquietudes. En marzo del 2008, llega mi resultado del cotejo genético y me arroja un negativo. Cuando obtengo este resultado, yo lo tomé como un cierre de la historia. Porque, en sí, yo no iba a buscar una respuesta en concreto, no esperaba un “Sí” rotundo, sino, simplemente, una respuesta a mi pregunta si era o no hijo de desaparecidxs.
Y esta primera respuesta fue que no, que no era, porque no había ninguna coincidencia con el Banco Nacional de Datos Genéticos. Ahí, vaya a saber por qué mecanismo de defensa, no insistí más con la búsqueda, y mi vida siguió como lo venía haciendo.
Es todo un proceso muy complejo, porque el sujeto sobre el que tenés dudas e inquietudes, sos vos mismo…
Sí, claro. Además, la primera vez que me acerqué a Abuelas, era la primera vez que yo veía la verdadera historia. Puedo remitirme a esos momentos, esos tiempos en los que yo me preguntaba: ¿Realmente había existido un robo de bebés? Porque, dentro de mi casa, donde a mí me habían criado, el relato era otro.
Esas preguntas rondaban todo el tiempo mi cabeza. Esa duda de si yo soy o no el hijo de quienes me estaban criando. Recuerdo la primera vez en la que me pregunté realmente si yo podía ser uno de esos nietos que las Abuelas estaban buscando. Yo estaba viendo en la tele un capítulo de Televisión por la Identidad, y fue un momento en el que me cayeron todas las fichas. Al poco tiempo, me acerqué a Abuelas para sacarme las inquietudes. Y luego, me quedé con el resultado negativo del 2007.
En paralelo a tu búsqueda de la identidad, también tu familia materna se estaba enterando, por primera vez, que tu mamá, Marcela Molfino, estaba embarazada, ¿no? Porque era algo que no se sabía al momento en que la secuestraron
Sí, a mi vieja la secuestran en San Antonio de Padua, acá en el oeste, junto a mis tres hermanos, que eran muy chiquitos, tenían cuatro años y dos años y diez meses de edad. Junto a ella, en la misma casa, estaba mi tío paterno, Rubén Amarilla, y sus dos hijos, también muy chiquitos, de cuatro años y dos años. A ellos se los llevaron a todos. Mi tío y mi mamá permanecen desaparecidos y los cinco chiquitos fueron devueltos a la casa de la abuela paterna a los 15 días después del secuestro.
Mi viejo, Guillermo Amarilla, fue secuestrado el mismo día, pero no sabemos con precisión en qué localidad porque lo secuestraron en la calle.
A mis hermanos, el 2 de noviembre del 2009, los encontré. Treinta años después. En cuanto a mí, mi familia claramente no me estaba buscando, porque en el momento en que secuestraron a mi mamá, ella tenía un embarazo muy reciente que probablemente ni ella sabía. Nadie había denunciado que mi vieja estuviera embarazada, entonces, mis patrones genéticos no integraban el Banco Nacional de Datos Genéticos, y ahí aparece el resultado negativo. Y como el caso de mi mamá, hay un montón. Hasta el día de hoy siguen apareciendo testimonios de sobrevivientes que relatan que alguien transcurrió un embarazo en algún centro clandestino de detención.
¿Cómo fue el momento de encontrarte con tu familia? ¿Cómo fue el instante en el que, además, tu familia se encuentra con vos, sin necesariamente haberte buscado?
Un torbellino de emociones. La familia de parte de mi papá, son todos de Chaco y vinieron un montón a que nos conozcamos. Ese día lo recuerdo como uno de los más felices de mi vida. Además, el ingreso a Abuelas fue el ingreso a un palacio del amor: Estaba toda la familia, las Abuelas, muchísimas. Fue increíble.
El encuentro en sí, la verdad es que, creo que, por una cuestión emocional, seguramente se me borraron algunos fragmentos. Pero tengo la suerte de que, ese día, una prima iba filmando todo. Al ver ese video, se me acomodaron muchas cosas que pasaron y son muy emocionantes, como el ingreso que mencionaba, el primer abrazo con mi familia…
Me quedó resonando, además de lo emotivo de todo el relato, esto que mencionabas del amor y las Abuelas. Porque, si bien es cierto que Abuelas trabaja con la recuperación de la historia personal y familiar, también trabaja mucho con la restitución del amor, y de usar ese amor para reconstruir, ¿no? Es como una materialización del amor la que hace Abuelas
Sí, exacto. Totalmente. Y es una materialización casi indescriptible porque, justamente, es algo muy difícil de describir el amor. Pero está en pequeñas cosas, en un pequeño gesto.
Respecto a lo de la restitución de la identidad, sí, es cierto que uno se encuentra con su familia y que se entrega a un resultado genético. Pero lo cierto también es que eso no resuelve la identidad de una vez y para siempre. Es todo un camino, un recorrido, una construcción de la propia historia.
Justamente, cuando uno milita la memoria, se encuentra con que la memoria es una base esencial para la construcción no solo de nuestras identidades, sino también de nuestra identidad cultural y social.
Sabemos, por lo que relataste en otras ocasiones, que vos lograste recuperar tu identidad antes del nacimiento de tu hija y es algo que celebrabas y agradecías mucho. ¿Cómo juega todo esto en el día de hoy, con tu hija ya más grande?
Personalmente, cuando fui papá, se me despertaron muchísimas preguntas. A ella, el relato le llega naturalmente, desde el lenguaje, el juego, sus propias dudas, a través de la palabra. Pero también con la vida misma. Porque ella está en contacto permanente con Abuelas y con su actividad. Ella sabe la historia, la nuestra y la de todxs, me ha hecho preguntas y comprende de qué estamos hablando. Para ella, además, no es simplemente una historia, un relato. Es su familia, su vínculo.
Nosotros viajamos al Chaco y con sus tíos nos conocimos siendo grandes. Y eso para ella es natural. Yo creo que acá entra en juego el amor familiar y, como dicen las Abuelas, toda esta serie de vínculos tejidos que tenemos, que tienen que ver con la propia historia y con todo lo que se va desarrollando a través de esto. Así como para un niño que crece en una casa de músicos, es natural conocer los instrumentos, para ella es natural conocer y ser parte de Abuelas.
Es para destacar lo de la música porque, ahora que lo mencionás, es algo que está muy presente en tu vida…
Sí, es algo anecdótico. En su momento, cuando nos encontramos con mi familia, una de las cosas que charlamos fue sobre la música. Una de las primeras conversaciones que tuvimos, el día que nos reunimos en Abuelas, fue sobre qué hacía yo. Y les conté que tocaba el acordeón, y la sorpresa fue enorme para todxs: Era el instrumento que tocaba mi mamá. Fue algo muy conmovedor, sorpresivo para ellxs y para mí. Un momento muy emocionante y que, además, dibujó muchas sonrisas.
Guillermo Amarilla Molfino participa del Espacio Memoria y Derechos Humanos y realiza trabajos en instituciones educativas para mantener viva la memoria en todas las generaciones.