El día que Diego Armando Maradona jugó al fútbol en Merlo
Santiago Menu
Diego Armando Maradona pasó a ser una leyenda del fútbol mundial. El “pelusa” demostró en el campo de juego de los estadios más importantes del planeta entero que el talento que adquirió en los potreros no se le fue de sus pies. Las historias en torno a este mito popular recorren a muchos barrios. ¿Quién no escuchó alguna vez a alguien decir que se hizo presente en lo que fue el debut del jugador en Argentinos Juniors o que compartió cancha con él cuando daba sus primeros pasos como cebollita? El municipio de Merlo guarda en el baúl de sus recuerdos la jornada en la cual el mejor futbolista de todos los tiempos desarrolló un partido en el barrio.
En 1979, luego de que la Selección Argentina juvenil se haya consagrado campeona del mundo en Japón por primera vez en su historia, los festejos se hicieron extensivos una vez que los profesionales que se hicieron presentes en esta cita regresaron a su nación. Además de ser recibidos por la dictadura militar, varios de ellos volvieron al lugar en el cual se criaron y celebraron en compañía de las personas más cercanas. Marcelo Fabián Bachino, un hombre que formó parte delegación y compartió cancha con Diego Armando Maradona, invitó al astro a comer un asado a su domicilio ubicado en Merlo y revolucionó por completo a la localidad entera.
Algunas personas que se hicieron presentes en el lugar aseguran que este encuentro se desarrolló un sábado por el mediodía y Diego Armando Maradona llegó al partido de Merlo en un Fiat 125 Mirafiore color rojo. Alrededor de 300 seguidores del pelusa se agolparon en las puertas del domicilio de Bachino con el claro objetivo de ver de cerca a la nueva estrella del fútbol internacional. Nadie imaginó que años más tarde se transformaría en leyenda al obtener el Mundial de México 1986.
Varios integrantes de aquella Selección Argentina juvenil se trasladaron hasta el potrero que tenía en el fondo de su casa este hombre y demostraron su talento. Don Julio, padre de Marcelo, fue el encargado de hacer el asado y el mito narra que el propio Maradona le agradeció tanto a él como a su esposa por este recibimiento. En tiempos en los cuales era mucho más sencillo escaparle a los flashes y los secretos eran fáciles de guardar, las calles de Merlo tuvieron la posibilidad de ser pisadas por un Dios.