Entrevista a un sobreviviente de la Noche de los Lápices: "recuerdo a mis compañeros caídos todos los días"
Diario La Ciudad
Hace algunos años, entrevistamos a Gustavo Calotti, uno de los pibes que sobrevivió a la noche de los lápices. “Recuerdo a mis compañeros caídos todos los días”. nos dice Gustavo, apenas comenzamos la entrevista: Vale la pena volver a leerla.
Gustavo Calotti tiene 66 años, es docente y actualmente reside en la ciudad de La Plata. Estuvo exiliado en Francia, escapando de la persecución y la muerte. Es, junto a Emilce Moler, Pablo Díaz y Patricia Miranda, sobreviviente de la trágica “Noche de los lápices”, como fue llamada por sus autores. Con tan solo 17 años, cuando cursaba el quinto año de la escuela secundaria, en El Colegio Nacional Rafael Hernández, y creía en un mundo mejor para él y sus amigos, lo secuestraron. Fue el 8 de septiembre de 1976. Pasó tres años entre centros clandestinos de detención y la cárcel, donde lo torturaron sin piedad. Fue testigo clave en los juicios por las desapariciones de sus compañeros a manos de la dictadura militar. 41 años después cuenta un poco sobre su paso por “el infierno”; por sus sensaciones sobre la reciente Ley 14.735 del boleto estudiantil gratuito en la provincia de Buenos Aires, recientemente aprobada; y por la educación en general.
-¿Cómo ves a la distancia los logros que se han obtenido a nivel educativo desde el regreso a la democracia y la reciente Ley del boleto estudiantil gratuito que se aprobó en la provincia?
-A la distancia, en el tiempo y en el espacio, los logros en materia educativa son importantes pero los déficits también lo son. Vos me preguntás “desde la llegada de la democracia” y en esa pequeña frase uno no debe olvidar lo que fue la enseñanza en épocas del 1 a 1, durante el gobierno de Carlos Menem. Épocas en que los maestros para poder vivir con dignidad estaban obligados de hacer doble turno.
Tampoco debemos dejar de lado que un gran porcentaje de los chicos escolarizados van a escuelas privadas y no es casual. Hay déficits muy importantes y la gente, de toda clase social, piensa que enviar a sus hijos a esas escuelas privadas es darles una chance en la vida. Pero deberíamos preguntarnos: “¿Qué pasaría si esa masa estudiantil, por “X” razón, abandonara las escuelas privadas?” Sería un colapso total el sistema educativo público. Con esto quiero significar que el estado debe invertir aún más en educación, en infraestructuras, en formación de maestros.
Evidentemente, esto del boleto estudiantil gratuito es un logro. Va a representar un gasto seguramente muchas veces millonario para el gobierno provincial, al que financiamos todo el pueblo. Pero no es un gasto sino una inversión. Debo recordar también que es un logro compartido, ya que en 1975 con nuestra lucha y movilización logramos la gratuidad del medio boleto.
-La historia de tu lucha y la de tus compañeros, hoy es un símbolo para todos los estudiantes secundarios y universitarios, ¿en ese momento eras consciente de lo que podía pasarles en términos de persecución?
–Creo que ni mis compañeros ni yo luchábamos por un símbolo, sino por una sociedad más justa. El transporte gratuito para los estudiantes secundarios en aquella época no era un símbolo, sino una necesidad. La crisis económica era tal, tal la inflación, que muchos pibes iban a la escuela a pie a pesar de las distancias. Los padres financiaban esos gastos con mucha dificultad. ¿Íbamos a esperar que las cosas cayeran del cielo? Por supuesto que no. Para eso éramos vanguardias estudiantiles, para tomar la delantera y movilizar a nuestros compañeros en pos de un reclamo justo.
Me preguntas si éramos conscientes de lo que podía pasarnos en términos de lo que nos pasó, el secuestro, la tortura y todo eso. No, definitivamente no. Pero no te olvides que el golpe de estado aún no se había producido. Nuestra preocupación en términos de militantes populares era, en lo cotidiano, la Concentración Nacional Universitaria (CNU, en 1975 se convirtió en una herramienta del estado. Dependía de la policía de la Provincia de Buenos Aires y de las Fuerzas Armadas. Fue responsable de asesinatos y acciones terrorista en las universidades públicas) y La Alianza Anticomunista Argentina (La triple AAA, era un grupo paramilitar y terrorista de extrema derecha que secuestró y asesinó militantes) que mataban a compañeros todos los días.
-¿Cómo vivís este nuevo aniversario y cómo recordás a tus compañeros?
-Para mí no hay aniversarios en fechas fijas. Yo recuerdo a mis compañeros caídos todos los días, varias veces por día. Es mi pasado, muy fuerte, y me marcó indeleblemente. El 16 de septiembre es una fecha pública, para el recuerdo en el seno del pueblo, pero mis compañeros, las decenas que desaparecieron, fueron cada día del año. Desde antes del golpe de estado.
El 16 de septiembre de 1976 diez estudiantes secundarios de la escuela normal número 3 de La Plata son secuestrados tras participar en una campaña por el boleto estudiantil. Tenían entre 14 y 17 años (María Clara Ciocchini, Claudia Falcone, Claudio De Acha, Daniel Racero, Horacio Húngaro y Francisco López Muntaner permanecen desaparecidos). El operativo fue realizado por el batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la policía de la provincia de Buenos Aires, dirigida en ese entonces por el General Ramón Juan Alberto Camps, que a su vez tenía de mano derecha al Comisario de la policía bonaerense Miguel Osvaldo Etchecolaz, quien fue responsable del operativo contra los adolescentes platenses. Caratuló a los secuestros y detenciones como “la lucha contra el accionar subversivo” en las escuelas públicas. “La Noche de los Lápices” fue planificada y abordada a la perfección por los genocidas, que años después fueron juzgados y condenados por crímenes de lesa humanidad.
-¿Pensaste que no ibas a salir con vida de allí? ¿Cuál fue el momento en que sentiste que ibas a sobrevivir?
-Nadie que llega al infierno piensa, o se cree remotamente que podrá salir de allí. Cada uno de nosotros sabía lo que nos esperaba. Existieron momentos en que uno se decía “no, no me va a pasar”. Pero las condiciones inhumanas eran tales que racionalmente uno no podía pensar seriamente salir con vida. Te hablo de los centros clandestinos.
En la cárcel la situación era un poco mejor. La “legalidad” del sistema hacía pensar que en algún momento uno podía ser liberado. Pero también es cierto que muchos compañeros fueron secuestrados al ser liberados y los encontraron acribillados a balazos, a otros les aplicaron la ley de fugas (Con esa modalidad se pretendía encubrir los fusilamientos de los detenidos) y a otros los mataron a golpes dentro de la cárcel. Y una vez liberado, como me fueron a buscar de nuevo, yo sabía que hasta que no me fuera del país no existía ninguna seguridad.
-¿Cómo recordás los días en ese lugar dónde estabas secuestrado? ¿Cómo era tu vida antes de eso?
-Sería largo de explicar y contar la vida en ese lugar. Creo que lo resumo con esa imagen de haber llegado al infierno y de saber que no había final feliz. Era esperar, simplemente, el momento del disparo en la cabeza. ¿Cómo era mi vida antes de eso? Mi vida era la de un militante que estudiaba y trabajaba. Digo bien, ante todo, un militante.
Gustavo militó en 1975 para la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) que era una organización que luchaba por mejoras educativas para todos los alumnos, entre sus reclamos estaba el boleto estudiantil. Posteriormente participo del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP).
El pasado 28 de septiembre de 2015, a través de la Dirección de Derechos Humanos de La Universidad Nacional de La Plata, se hizo entrega del legajo de Gustavo Calotti “reparado”, donde se dejó constancia de los motivos reales de su secuestro (Así como también de todos sus compañeros) y detención por parte de las fuerzas armadas, que intentaron todos estos años encubrir el terrorismo ejercido por el estado militar de 1976 a 1983.
-¿Qué derechos pensás que aún faltan conseguir en la educación?
-No sé si se puede hablar de “derechos”. Hay cosas que habría que modificar, pero no son modificaciones que uno logra desde el aparato estatal, sino que son avances sociales, en lo que hace a comportamientos. Me parece fundamental que la familia sea el arranque y el eje de la educación. La escuela otorga “saber”. La educación comienza con los padres. Y tengo la impresión de que el núcleo familiar se desentiende cada vez más de la educación de sus hijos. Nadie puede pretender que por el sólo hecho de que un chico vaya a la escuela debe salir de ahí sabiendo escribir, leer, contar, conocer de historia y geografía. Y siendo al mismo tiempo una persona no agresiva, educada y con buenos modales. Si el chico es pegador, o sale chorro, no es culpa de los maestros y profesores. Y hoy las cosas están tan desvirtuadas que la gente tiende a pensar que eso es así. Debemos cambiar la manera de educar a nuestros hijos en nuestras casas, que es la primera y principal escuela.
Se estableció la fecha del 16 de septiembre como el Día de los Derechos del Estudiante Secundario y Universitario, en conmemoración a “La Noche de los Lápices“. Ramón Juan Alberto Camps fue encontrado, en 1986, culpable de 73 de torturas seguidas de asesinatos, y la Cámara Federal lo condenó a 25 años de reclusión con degradación e inhabilitación a perpetuidad. Estuvo a cargo de varios centros clandestinos de la provincia de Buenos Aires.
Miguel Osvaldo Echetcolaz fue condenado a 23 años de prisión por haber sido responsable de 91 torturas, privación ilegítima de la libertad y homicidios calificados. Luego, gracias a La Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia Debida, ambas sancionadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, logró evadir las rejas. En 2006, ya con la anulación de dichas leyes en 2003, fue enjuiciado nuevamente y condenado a reclusión perpetua por crímenes de lesa humanidad. Se cree que es responsable de la desaparición de Jorge Julio López, testigo clave en su vuelta a la cárcel. También fue responsable de 21 campos clandestinos de detención en los que fue visto en reiteradas oportunidades, entre ellos: Pozo de Quilmes, El COT1 Martínez y la División Cuatrerismo de La Plata, que fueron de los más siniestros.
CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas)
-¿Qué ves en estas generaciones que pueden seguir transformando el país que soñaron vos y tus compañeros?
-Estas generaciones, que desde hace pocos años, muy poquitos, volvieron a la política, a meterse en lo social, a volver a militar y obrar por el bien de todos, les diría que está casi todo por hacer, pero con condiciones. Por ejemplo, que desde la política uno obra para la comunidad y no para lo personal; que hay que ser muy humilde y escuchar a todos, pero sobre todo a los de abajo; que debemos dejar un país mejor que el que recibimos, a todo nivel, y que no deben desanimarse en la tarea, porque se sufren muchos traspiés y es natural del ser humano ser inconformista y que está bien que sea así, para mejorar.
Tal vez la edad me haga pensar y ver las cosas de otra manera que cuando tenía 17 años y me llevaba la vida por delante. Pienso esa frase de Pepe Múgica que decía algo así como que “De joven quería cambiar el mundo, y ahora la vereda de mi casa”. Yo sigo siendo un utopista y sueño con esa revolución, pero mientras tanto, reparo la vereda.
Por Mauro Paré