Tras meses de conflicto y sueldos adeudados, la histórica planta de la calle Miravé se apaga definitivamente. Un informe estima que dejarán de circular más de $50 millones de pesos mensuales en los comercios del barrio, mientras el Municipio pierde a uno de sus mayores contribuyentes.
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El silencio en la calle Miravé es más pesado que el acero que alguna vez se fundió allí. Donde antes se escuchaba el ruido constante de la producción de Ascensores Cóndor —una marca insignia de la industria nacional—, hoy solo queda la incertidumbre de 40 familias y un portón cerrado. Pero el cierre de Cóndor no es solo una mala noticia para sus operarios; es una bomba de tiempo para la microeconomía de Ituzaingó.
La caída definitiva de la empresa, que supo emplear a casi 200 personas en sus años dorados, marca el fin de una era industrial en la zona oeste, pero también abre un agujero fiscal y comercial difícil de llenar.
"No es solo mi sueldo, es el almacén de la esquina"
El impacto directo es devastador. Los últimos 40 trabajadores, que resistieron meses sin cobrar la totalidad de sus haberes, representan la desaparición inmediata de una masa salarial estimada en mas de 50 millones de pesos mensuales.
Ese dinero no iba a cuentas en el extranjero; iba al consumo interno. "Esa plata se gastaba acá. En la carnicería del barrio, en la librería para los útiles de los chicos, en la cuota del club", comenta un delegado gremial en la puerta de la fábrica. Al secarse esa fuente, el comercio minorista de las cuadras aledañas pierde una inyección de liquidez vital en un diciembre que ya se proyecta frío en ventas.
El efecto invisible: talleres y fletes en jaque
Sin embargo, el daño colateral es mucho más amplio. La industria metalúrgica posee uno de los efectos multiplicadores más altos de la economía. Expertos consultados señalan que por cada puesto que se pierde dentro de la fábrica, peligran otros 1,4 en la cadena de valor externa.
La "muerte" de Cóndor arrastra consigo a una red de pequeños talleres de bobinado, tornerías satélites y servicios de logística de Ituzaingó que vivían de tercerizar trabajos para la empresa madre. Se estima que entre 100 y 150 puestos de trabajo indirectos están ahora en la cuerda floja. Fletes que ya no tienen qué transportar y comedores que perdieron a sus 180 comensales históricos completan un panorama desolador para el ecosistema Pyme local.
Un golpe a las arcas municipales
El Municipio de Ituzaingó también acusa el recibo. Ascensores Cóndor no era un contribuyente más; era una de las industrias de mayor facturación del distrito.
Con el cese de actividades, la comuna deja de percibir millones en concepto de Tasa de Seguridad e Higiene, un tributo atado a la facturación bruta. "Es un contribuyente 'Top Tier' que desaparece. Eso es menos presupuesto para luminarias, bacheo y seguridad en un momento donde la demanda de asistencia social va a aumentar justamente por estos despidos", explican fuentes cercanas a la secretaría de Hacienda local.
A esto se suma la caída en la coparticipación provincial por la merma en Ingresos Brutos, debilitando la estructura fiscal en todos los niveles.
Un pasivo urbano
Mientras los abogados discuten las indemnizaciones y el destino de la maquinaria, los vecinos de la calle Miravé miran con preocupación el enorme predio que queda vacío. El temor a que la planta se convierta en un esqueleto abandonado, depreciando el valor de las propiedades vecinas y generando inseguridad, es la nueva preocupación del barrio.
El cierre de Ascensores Cóndor es la crónica de una muerte anunciada, pero sus consecuencias recién empiezan. Ituzaingó no solo pierde una fábrica de ascensores; pierde un motor económico que, durante décadas, ayudó a empujar hacia arriba a todo el barrio. Hoy, lamentablemente, el viaje es hacia el subsuelo.