Ituzaingó: la historia de la fábrica de casimires que nunca llegó
Santiago Menu
El plan incluía no solo la construcción de la fábrica, sino también de viviendas para l@s trabajadores
Ituzaingó, estuvo a punto de albergar un ambicioso proyecto industrial en 1940, cuando un grupo de inversores belgas consideró establecer una fábrica de casimires cerca de Puente Márquez, junto al río Reconquista. Este río, además de ser un atractivo natural y lugar de esparcimiento, se convirtió en un foco de interés para capitales extranjeros que veían en él un punto estratégico para la industria textil. La propuesta prometía cambiar el destino del lugar, brindando empleo a cientos de personas y transformando la economía local.
El plan incluía no solo la construcción de la fábrica, sino también de viviendas para l@s trabajadores. La empresa, de la cual no trascendió el nombre, tenía su sede en Lieja, Bélgica, y preveía una inversión de cinco millones de francos, lo que en ese entonces representaba una suma considerable. El proyecto planificaba una capacidad de empleo para más de trescientas personas, lo que hubiera significado un impulso importante para Ituzaingó y su crecimiento en un momento en que el pueblo aún conservaba su tranquilidad rural.
El 15 de abril de 1940, el periódico local La Tribuna publicó un artículo que anunciaba los avances del proyecto y las visitas de los representantes de la empresa. Según la nota, “han visitado esta localidad, cumpliendo una misión de estudio sobre el terreno, una comisión de técnicos belgas y franceses que, en representación de una importante firma, consideran las posibilidades de instalar en esta, un establecimiento industrial que explotará la producción en vasta escala de casimires”. La noticia generó grandes expectativas entre l@s habitantes, que imaginaban el desarrollo y las oportunidades que traerían consigo la instalación de la fábrica y las construcciones residenciales asociadas.
Sin embargo, el proyecto nunca llegó a concretarse. A pesar de las visitas de los técnicos y el entusiasmo local, la fábrica de casimires junto al río Reconquista se convirtió en un sueño inconcluso. Las razones para esta interrupción son inciertas, aunque existen algunas teorías al respecto. Una de las más aceptadas apunta a que el informe técnico no fue favorable para la viabilidad del proyecto, lo que habría desanimado a los inversores. Otro factor posible es el contexto mundial de la época: la Segunda Guerra Mundial estaba en pleno desarrollo, y la inestabilidad política y económica que afectaba a Europa pudo haber dificultado la transferencia de recursos y la concreción de grandes proyectos en el extranjero.
Aunque la fábrica nunca se materializó, el proyecto dejó una marca en la memoria colectiva de Ituzaingó, como un reflejo de las oportunidades y desafíos de aquel tiempo. La historia de esta fábrica de casimires que “nunca llegó” sigue siendo recordada por la comunidad, no solo como una anécdota, sino como un símbolo de los sueños de progreso e industrialización que Ituzaingó acarició brevemente en medio de la calma de su paisaje ribereño.