La historia del tornado que cambió la vida en Ituzaingó
Santiago Menu
El 4 de abril de 2012 no es una fecha que se borre fácilmente de la memoria de los vecinos y vecinas de Ituzaingó. Aquella jornada, la ciudad fue golpeada por un violento temporal cuyas consecuencias se sienten hasta el día de hoy. Con ráfagas de viento que superaron los 150 kilómetros por hora, el municipio quedó devastado. Postes de luz arrancados de raíz, árboles caídos y techos destrozados fueron solo algunos de los daños visibles que este fenómeno climático dejó a su paso, pero las cicatrices que marcó en la comunidad fueron mucho más profundas. En esta oportunidad, desde Diario La Ciudad, recuperaremos algunos detalles de una jornada devastadora.
A las 19:30 h, el clima dio las primeras señales de lo que podría ocurrir y, en cuestión de horas, Ituzaingó se transformó en un paisaje de desolación. Un 80% del distrito quedó sin luz y agua, debido a que las bombas necesarias para llenar los tanques de agua no podían funcionar. La falta de electricidad y agua complicó aún más la situación de los vecinos y las vecinas, que se encontraron luchando no solo contra la destrucción material, sino también contra la desesperanza que traía el aislamiento.
El temporal cobró la vida de un vecino. Además, la tormenta arrasó con casi la mitad del arbolado de la ciudad, dejando a su paso decenas de troncos y ramas que destruyeron techos de casas y de aulas en 50 escuelas del municipio. La pérdida de estos árboles, que durante décadas habían formado parte del paisaje cotidiano, dejó a Ituzaingó con un vacío no solo físico, sino también emocional al desaparecer muchos de los espacios verdes que daban identidad a la ciudad.
Entre los lugares más afectados por la tormenta se encontraba el edificio de la actual Municipalidad de Ituzaingó, que en ese momento estaba en la última etapa de construcción. El techo fue destruido por completo, mientras que los gimnasios del club Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó también sufrieron daños significativos.
A pesar de la destrucción, el verdadero espíritu de Ituzaingó brilló en los días posteriores al desastre. En medio de uno de los momentos más difíciles que la ciudad haya atravesado, surgió la unión y solidaridad para ayudar a quienes habían perdido sus hogares, para limpiar las calles y para reconstruir lo que la tormenta había destruido.
El 4 de abril de 2012 no fue solo un día de destrucción, sino también un día que reveló la fortaleza y resiliencia de la comunidad de Ituzaingó. La tormenta, aunque devastadora, reforzó los lazos comunitarios. Hoy, a más de una década del evento, el partido sigue adelante con la convicción de que, pase lo que pase, siempre habrá solidaridad y unión para enfrentar cualquier desafío.