Las “curanderas morenenses”, la historia de las hermanas que se transformaron en leyendas urbanas
Santiago Menu
Los mitos urbanos recorren buena parte de las localidades que conforman la zona oeste de la provincia de Buenos Aires. Más allá de la veracidad que puedan tener estas historias, muchas personas lo trasmiten de generación en generación. El municipio de Moreno no está exento de esta clase de relatos y uno de los que más resuena en el ámbito público es el de las “curanderas morenenses”, unas hermanas que desde su casa ubicada entre las calles Alsina y Belgrano atendían a l@s vecin@s que requerían de sus servicios. En esta oportunidad, desde Diario La Ciudad, relataremos algunos detalles de su vida ligada al barrio.
Estas curanderas se especializaban en realizar tratamientos para curar el empacho, los parásitos, la culebrilla, la pata de cabra, la lombriz solitaria, el mal susto, como así también tiraban el cuerito. Algunos relatos aseguran que much@s médic@s le aconsejaban a pacientes que se encontraban en situaciones de suma complejidad que hagan una interconsulta con ellas.
De acuerdo al sitio “Son Historias de Moreno”, la atención que brindaban las hermanas curanderas se daba en su domicilio. Era una casa tipo colonial que tenía todas las cortinas tejidas a mano, viejas baldosas de colores mostaza y lleno de plantas de naranjas y durazneros. Una vez que se cruzaba este sector, se accedía a la habitación principal, compuesta por una especie de sala de estar, con pisos de madera y techos altos, un piano de cola, una mesa con sillas, un sillón y un mueble repleto de muñecas de cera. Asimismo, es importante señalar que no se conocen hasta el momento imágenes de las curanderas, por lo que permanecen en el anonimato y en la memoria colectiva del conurbano bonaerense.
Poco se sabe respecto al paradero de estas mujeres tan emblemáticas al interior del partido de Moreno, aunque algunas personas señalan que tuvieron dificultades con un abogado que las representaba, ya que se quedó con buena parte de los bienes y terrenos que habían adquirido. Una vez que este hecho se consumó, pasaron sus últimos días en una propiedad ubicada en la calle Rivadavia, completamente alejadas de las miradas de l@s vecin@s.