"Siempre es hoy": La historia de Ludmila Carrizo
Melina Alderete
Ludmila Carrizo es una cantante de 26 años oriunda de Ituzaingó. En julio del 2018, sufrió un ACV a causa de una enfermedad sanguínea y una abertura en el corazón, que generaron que un coágulo se le subiera a la cabeza.
Luego de muchos estudios, pruebas y errores, finalmente Ludmila fue operada este mes, en el Hospital El Cruce o Néstor Kirchner de Florencio Varela. Allí, le realizaron una intervención de cierre del foramen oval que tenía en el corazón.
“En Estados Unidos, la misma intervención requiere de hipotecar una casa para pagarla”, comenta a La Ciudad la madre de Ludmila, quien insiste en que “valoremos lo que tenemos, y luchemos para que todos y todas puedan acceder a la salud pública gratuita y del mejor nivel profesional” a la que su hija pudo acceder.
Hoy, charlamos con Ludmila Carrizo acerca de su accidente, sus sueños en la música como profesional, los cambios que realizó en su vida a raíz del suceso médico y cómo planea seguir, tanto profesional como personalmente.
¿Cómo fue que llegaste a una operación del corazón?
En julio de 2018 tuve un ACV. Se dio en una circunstancia normal, no sentí nada previo al accidente. Estaba charlando, tomando mates con mi prima y, de repente, me sentí mareada y creí que era la presión, alta o baja. Intenté comer dulce y salado, pero la situación no cambiaba, es más, empeoraba.
Luego, se me durmieron la mano y el brazo derecho. Fui a mi casa y me acosté, estaba cansada y con mucha hambre. Comí arroz con milanesas y ¡le sentía gusto dulce! Ahí me di cuenta de que se empezaron a ver afectadas otras cosas: Se me durmió el lado derecho de la cara, sentía un cosquilleo que después se trasladó a la boca y la garganta.
¿Qué secuelas tenías luego de tu ingreso al hospital a causa de estos síntomas?
En mi casa, me chocaba las paredes, perdía el equilibrio, no podía atarme los cordones. Cosas cotidianas que ya no podía hacer porque me sentía como confundida. Una semana después, mi madre consultó a una neuróloga y me mandaron a hacer una resonancia de la cabeza y el resultado fue que, efectivamente, había tenido un ACV. A partir de ahí, me suspendieron muchas actividades. Terminé de grabar “At last” de Etta James, que era lo que estaba haciendo en ese momento y me ayudaba a relajarme, y me volví a mi casa.
¿Cómo fue la aceptación del resultado? ¿Cómo seguiste a partir de ahí?
El resultado me cambió muchísimo el panorama. Yo pensaba “Bueno, tengo 26, algo debe estar muy mal en mí”. Sentí que estaba fallada completamente. Ahora, puedo hacer vida normal y está todo bien, pero en ese momento fue muy loco pensar eso, a raíz del diagnóstico.
Luego de este episodio, empecé a ir a muchos doctores y a hacer muchos estudios para averiguar por qué había subido un coágulo a la cabeza, de dónde se había generado. También estuvimos mandando mails a directores médicos para que nos ayudaran con mi caso. A raíz de eso, nos contactamos con un equipo médico del Hospital El Cruce de Florencio Varela y trataron mi caso durante dos años.
¿Cómo fue el tratamiento en el Hospital Néstor Kirchner o El Cruce?
Es un hospital que no se conoce mucho, es bastante nuevo y tiene absolutamente todas las herramientas para tratar cualquier caso.
Durante dos años, estuve yendo y viniendo, viajando desde Ituzaingó para allá, que es lejos, y con todas las complicaciones que eso implica. Pero me tranquilizaba saber que estábamos avanzando. Además, todos los estudios siempre fueron gratuitos y los doctores son excelentes, siempre me trataron de forma increíble.
En mi situación, en el camino de intentar descubrir cómo y porqué surgió el coágulo, descubrieron que tengo trombofilia, que es una enfermedad en la sangre en la que se generan coágulos. Es una enfermedad incurable y sin tratamiento, pero se puede vivir con ella. Las complicaciones ocurren al momento de gestar un embarazo.
Además de descubrir la trombofilia, que fue lo que me causó el coágulo, descubrieron que tenía un agujero oval en el corazón, de un centímetro y medio. Es algo que tenemos todos cuando nacemos y que, después, generalmente, se cierra. A mí no se me cerró y, si no hubiera tenido trombofilia, no pasaba nada. El problema es que esa abertura posibilitó el paso del coágulo a la cabeza. Y eso fue lo que me generó el ACV.
¿Cómo fue el proceso de la operación?
La operación consistió en poner un stent en el agujero oval que tenía, que lo colocaron a través de un catéter, como un parche en el corazón.
Luego de la operación, estuve un día y medio de reposo en el Hospital. Ahí conocí a una chica preciosa, Cintia, de 19, que había tenido un infarto durmiendo y compartía cuarto conmigo.
A las dos, nos trataron excelente. Los doctores son súper talentosos y siempre tuvieron buena onda. Incluso, al momento de operarme, la anestesista me preguntó qué música quería escuchar. Yo elegí “Nafta”, una banda de acá de Argentina que me encanta y que, además, los miembros se enteraron de esta situación y se comunicaron conmigo para desearme suerte.
Finalmente, todo salió más que bien.
Hablemos un poco de tu carrera musical… ¿Cuándo empezó todo?
Mi mamá ponía a los Beatles durante todo su embarazo, mientras yo estaba en la panza. Y funcionó, yo estaba escuchando, lo sé porque amo los Beatles, así que podría decirse que ese fue mi primer contacto.
Después, cuando era chica, mi juego preferido era imaginar un escenario en el comedor de mi casa o en el patio, y hacer un show entero, disfrazada y cantando. Además, mis viejos son músicos, así que la música estuvo dando vueltas en casa desde siempre.
A medida que fui creciendo, la cosa se puso más seria. A los 15 tuve mi primera banda, dedicada al rock alternativo, en la que me refugiaba para salvar las penas de la adolescencia.
Ahora, me dedico mucho al rock, pero también al blues, el pop. Son los géneros con los que más me identifico, los que más escucho y los que elijo para componer.
¿Cuáles son tus próximos proyectos en lo musical?
Bueno, a raíz de todo lo que me pasó y la pandemia, estuvo todo muy parado. Pero tengo muchas ganas de reactivar.
Actualmente, estoy trabajando dos temas que van a salir este año, junto con un video. Los quiero lanzar cuanto antes, no quiero guardarme nada.
Hace mucho tiempo que produzco cosas que las guardo en un cajón, y creo que es tiempo de, sea lo que sea que llegue a suceder, sacarlas. Porque sé que siempre voy a querer hacer canciones, para mí es algo natural. Y ya no estoy en búsqueda de “pegarla”. Simplemente, quiero hacer lo que me gusta, sin importar lo que venga de vuelta. El solo hecho de exteriorizarlo me va a traer felicidad.
Decís que ahora estás en una etapa de “no guardarte nada” … ¿Es parte de un cambio interno más fuerte, a raíz de lo que te pasó?
Luego de mi ACV, tuve muchísimos cambios y reflexiones. Por ejemplo, después de las primeras consultas, me confirmaron que el caso se puede llegar a repetir. Yo puedo volver a tener un ACV y nadie puede asegurar que no se repita. La idea, es que no; se está haciendo todo lo posible y se están tomando las precauciones para que no vuelva a pasar, pero no hay garantía.
También, me avisaron que un segundo ACV puede ser más grave que el primero, del cual logré recomponerme y no tengo ninguna secuela.
Entonces, a partir de eso, yo empecé a pensar que “mi cuerpo me traicionó” o que yo me traicioné a mí misma, porque no sentí nada antes del accidente, simplemente sucedió. Y siempre fui una mujer sana, que comía bien, hacía ejercicios, no tenía excesos. No había “razones” para que me pasara eso.
Comencé a pensar muchas cosas tristes. Pensaba que, por ejemplo, tendría que dejarle a mi mamá el acceso a mis cuentas de las redes sociales, de mi teléfono, mis contactos, por si me pasaba algo y tenía que avisarle a la gente que conozco y que ella no tenía contacto. Quería empezar a naturalizar la muerte, mi propia muerte.
Siento que, festejamos siempre el nacimiento de alguien, porque consideramos que es lo natural de la vida, y es algo bellísimo. Pero también es natural morirse. Todos vamos a morir. Y cuando una, a esta edad, le habla a alguien sobre esto, te dicen cosas como “¡No! ¿Qué estás diciendo?”, intentando de evitar el tema, cuando, en realidad, tenemos que estar preparados para algo así.
Yo creo que tenemos que intentar “tener las cuentas saldadas”, no quedarnos con nada para decir ni hacer. No escatimar un “te quiero” o un “me importás un montón”.
A raíz de lo que me pasó, yo empecé a valorar muchísimas cosas. Me di cuenta de que el cuerpo necesita un respiro y que una lo esté escuchando, prestándole atención. Que cuando una no puede más, es en serio que no podes más.
También, hice que mis papás me hicieran cartas, muchas, diciéndome todo lo que quisieran decirme, para tenerlas y leerlas cuando ellos ya no estén y sentir que están presentes, de cierta manera.
Además, lo que me pasó también me hizo “arrancar”. Dejar de postergar lo que quiero hacer. Porque siempre pensamos en “Esto lo puedo hacer después”, y capaz no tenemos ese momento posterior. Hoy es hoy, y es algo muy importante.
Entonces, hoy por hoy, Ludmila Carrizo, ¿qué consejo le daría a la gente, si tuviera que dar uno?
Les diría que vivan el hoy, que disfruten al máximo. Siempre vivimos de forma inconsciente. Hasta a mí me cuesta darme cuenta a veces y salir de esa, a pesar de lo que viví. Pero hay que intentar no vivir en automático y no procrastinar, no quedarse con nada pendiente. Ese es mi consejo.