Escritorxs del Conurbano: Hoy, María Sueldo Müller
Melina Alderete
“Cuando escribía para mí, en secreto, creía que era algo que nadie más hacía porque suponía que lxs poetas ya habían muerto”, afirma María Sueldo Müller, escritora que pasó la mayor parte de su vida en La Matanza y que, aún hoy, sigue considerándose matancera.
La Ciudad habló con la poeta acerca de su inicio lúdico con las rimas, el mercado literario y editorial, su visión acerca del pinkwashing y sus futuros proyectos.
¿De dónde sos? ¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Cómo fue ese inicio de relación con el mundo de la escritura?
Nací en Capital Federal, pero pasé la mayor parte de mi vida en La Matanza. Desde hace 14 años vivo en la ciudad de Brandsen y paso mis fines de semana allá, donde están mis familia y amigos. De hecho, sigo considerándome matancera.
Empecé a escribir a los 12 o 13 años, pero antes ya inventaba cosas con palabras, sólo que no las escribía. El inicio fue algo lúdico: Con mis compañeras de clase teníamos un cuaderno donde escribíamos “rimas” para expresar nuestros sentimientos y burlarnos del entorno.
De forma paralela, empecé a escribir para mí, en secreto. Esos textos eran otra cosa, no tenían rima ni el propósito de ser graciosos. Creía que era algo que nadie más hacía. En ese tiempo, suponía que todos los poetas ya habían muerto.
¿A quiénes consideras tus “referentes” en lo literario? ¿Cuáles son tus influencias?
Es difícil pensar en referentes. Siempre he leído mucho y he intentado aprender de cada poema que me pareció bueno. Mis primeras lecturas de poesía fueron los españoles: Hernández, García Lorca, Alberti, Celaya… También Neruda y Alfonsina. Más adelante, me sacudió la poesía de Pizarnik, de Girondo, Prevert, Vallejo. Fue un sacudón porque sus poemas quebraron mi idea sobre cómo podían ser un poema.
Cuando tenía 20 años, conocí al poeta Omar Cao, quien fue mi maestro. Con él, aprendí a leer de otra manera y conocí un montón de poetas, en libro y en persona. Sin duda Omar fue, y sigue siendo, mi mayor referente.
¿Qué pensas del ambiente literario del conurbano? ¿Crees que, en el mercado editorial, lxs escritorxs del conurbano están ganando terreno?
El ambiente literario del conurbano es un terreno diverso, prolífico y dinámico. Hay un gran movimiento literario. Con esto no quiero decir que todo lo que se escribe sea memorable, pero el hecho de que haya tantos autores muestra la cosa está viva, que se mueve.
La literatura es un producto colectivo, surge del entorno, de las voces de los otros: las de los libros, las de la calle.
Sí, el mercado está dando más lugar a los autores periféricos porque hay un clima de época que revaloriza lo local, lo diverso, lo singular y el mercado vende a partir de estos intereses. Así es en relación a la narrativa, que es lo que puede venderse. La poesía nunca le interesó al mercado.
¿Cómo ves el ambiente literario (del conurbano y en general) para las mujeres escritoras y para las disidencias?
El avance de los movimientos de mujeres y de las luchas por los derechos de los colectivos LGBTQ+ ha propiciado es espacio para la visibilización del trabajo de escritoras y disidencias. Para el mercado editorial, también es una moda que vende. Pero esa moda nos da la posibilidad de conocer grandes voces de la literatura y encontrar más espacios de circulación, así que, bienvenida sea.
¿Cómo ves la literatura escrita por mujeres? ¿Crees que el pinkwashing influye en el mercado a la hora de vender libros de autoras?
Las escritoras siempre la tuvieron más difícil. Han tenido menos notoriedad y menos prestigio del que les correspondía. Hemos tenido grandes autoras que siguen siendo casi desconocidas.
En la actualidad, al haber una revalorización y una mayor circulación de la literatura escrita por mujeres, es posible reconocer una especie de boom. Enríquez, Almada, Bazterrica, Schweblin, Reyes, Cabezón Cámara, por nombrar sólo algunas, integran un grupo de narradoras contemporáneas que están siendo muy leídas y reconocidas.
En el campo de la poesía pasa algo similar, pero con muchísima menos masividad, porque, para el mercado, la poesía “no vende”.
En relación al pinkwashing, sí, claro que influye. Es una coyuntura marcada por la necesidad de mostrar hasta la exageración que se está “del lado correcto” y donde algunas causas (muy válidas, por cierto) marcan tendencia, se transforman en moda, son replicadas por el mercado y consumidas como hamburguesas.
Dentro de toda esa maquinaria espantosa, rescato la posibilidad que esta coyuntura nos brinda de acceder a ciertos bienes culturales y artísticos que, de otra manera, no hubiesen trascendido.
De tu propio material, ¿cuáles son tus escritos favoritos y por qué? ¿Cuál es tu último trabajo?
Es difícil evaluar la propia obra. Mis poemas favoritos son los que me han sorprendido, los que no sabía que decían lo que decían hasta después de escribirlos, los desobedientes que se hicieron a su antojo. También, algunos que siempre tienen buena recepción, que encontraron la manera de interpelar a quienes los leen. No es algo que pueda controlar.
Una se esfuerza, lee, corrige, se forma, pero los poemas terminan teniendo su propia llama, su propia oscuridad y dialogan con sus lectorxs a su modo.
Mi último libro está a medio camino, haciéndose. Trabajo en algunos poemas en los que el lenguaje poético se sirve del lenguaje de la ciencia para des-explicar el mundo. Son una intención de verbalizar la incertidumbre. Vamos a ver qué sale…
¿Qué consejo le darías a unx escritorx del conurbano que quiere comenzar a publicar sus escritos?
A unx escritorx le aconsejaría, primero, que lea mucho. Que corrija. Que desacralice lo que escribe y lo critique. Que escuche sus propios textos con oídos de lector. La publicación es otro asunto, eso viene después y es complejo.
A mí no gustan los concursos, pero es una forma de acceder a una publicación. Los autores de poesía solemos costear las ediciones de nuestros libros en editoriales pequeñas e independientes. En esos casos, es bueno consultar el catálogo, entender el criterio de la editorial y, si es acorde con nuestro trabajo, analizar la distribución que se nos ofrece.
El público se hace en otros lugares, en los ciclos de lectura, en festivales, en las redes sociales, en las publicaciones virtuales. Hay que ser paciente, apasionarse y disfrutar lo que se hace, que es en definitiva lo único válido.